viernes, 29 de julio de 2016

Relato: El último portazo

EL ÚLTIMO PORTAZO


¡Pum!
El portazo retumbó por toda la casa, haciendo caer un cuadro, el que estaba más cerca del marco de la puerta. Pero, no solamente hizo caer casi los cimientos del edificio, hizo caer los de mi alma. Nunca habíamos acabado tan mal, nunca había habido portazos. Miento, sí que los había habidos, incluso yo misma en alguna ocasión había provocado alguno, por corrientes de aire, por ir con prisas o mil historias, pero ninguno ocasionado por una discusión como la que tuvimos aquel viernes noche. Dar un portazo es zanjar un tema de muy malas maneras, es huir del campo de batalla, es comportase como un adolescente malhumorado.

Aquel viernes noche fue un antes y un después en nuestra relación. Sé que le puse al límite y me culpo de ello, pero yo también estaba a punto de rebosar y lo pagué con él. Hacía tiempo que nuestra relación no funcionaba al cien por cien,  y cualquier excusa era buena para encender la chispa que nos electrocutaba. El día a día hacía de las suyas, y cuando no era porque alguno no recogía la mesa, era porque la basura estaba sin tirar. Incluso llegamos al extremo de pelearnos por abrir la puerta. Las caras de las visitas, al  ver que habíamos tardado tanto en abrir, eran todo un poema, sobre todo al ver las nuestras de pocos amigos. Seguro que pensaban que no queríamos recibirles, suerte que al cabo de unos minutos todo volvía a la normalidad y se sentían, nos sentíamos a gusto, rellenando la estancia de risas y anécdotas.   La rutina, la cotidianeidad, o ves tú a saber, hizo que el amor se fuera apagando y nos convirtiésemos en dos extraños compartiendo piso. El trabajo nos ocupaba muchas horas fuera de casa, poco tiempo para  nosotros, pero, creo que eso simplemente es una excusa, porque cuando estábamos juntos no sabíamos ni de qué hablar, es como si el tiempo se hubiera llevado las cosas en común, las conversaciones y la pasión. Suerte que su carácter no era como el mío y siempre tenía una sonrisa, una broma o cualquier tentempié para amenizar el rato, siempre hacía que las risas flotasen por allá por donde estaba, tenía una relación muy estrecha con el sentido del humor, que hacía que le quitase hierro a todo. Por eso mismo no era muy común que diera portazos, ya digo que no lo había hecho nunca antes hasta esa noche.
Aquel viernes no fue una discusión sobre tareas del hogar, sino que en un afán de egoísmo, al ver que yo estaba en la barrera de los cuarenta y veía que no avanzaba, volví a sacar el tema de arriesgarnos y ser padres. Sé que he dicho que nuestra relación no es que fuera idílica, pero eran cosas tontas las que nos ahogaban, no era nada serio. Necesitábamos un cambio. Además, no era una cuestión que quisiera plantear para solventar nuestras dificultades de pareja, aunque en parte sí. Si quería salvar nuestro matrimonio teníamos que salir de esa rutina, desde que nos habíamos casado, hacía más de diez años, que mi reloj biológico estaba al acecho, siempre he tenido ese instinto maternal, pero él parece que no quisiera ser padre, porque ya era el niño que yo quería tener. Sí, a veces su comportamiento era de niño, a sus 38 años seguía jugando a videojuegos, leyendo cómics y comportándose con una inmadurez típica de un adolescente que no sabe lo que quiere. Sin embargo, lo quería.  
Esa noche estaba tan cabreada con su comportamiento de crío consentido, que me fui a la cama. Sí, no dormí, solamente lloraba en silencio, tragándome esas lágrimas amargas. Dando vueltas en una cama que hasta el día anterior había compartido con él, me sentía sola, abandonaba y tiritaba de frío. Mi orgullo, mi cabezonería, hizo que aunque me muriera de ganas de llamarle para solucionar las cosas, no lo hiciera, pensé que quien tendría que venir arrastrándose como un cobarde que ha escuchado algo que no quería y ha huido era él.  En alguno de esos momentos, entre pensamientos contradictorios, recuerdos y tristeza, me debí dormir. Me desperté sobresaltada por el timbre agudo del móvil que descansaba en mi mesita de noche. 
Aunque dormida, sonreí pensando que habría ganado la batalla, sería él que no se atrevería a venir a casa y querría asegurarse antes de venir. Tantear el terreno, ver cómo estaba, disculparse por su comportamiento y preguntarme si podía venir. No era él, una voz de un hombre desconocido, me preguntó si era la esposa de José Luis Martínez García. Me quedé helada, porque la desilusión de no escuchar su voz se apoderó de mí, además de mil temores se llevaron mi sonrisa. Contesté que así era. Me comunicaron que estaba en el Clínico que había tenido un accidente de tráfico. Cerré los ojos y volvió a resonar el portazo y vi como cogía las llaves de su adorado Seat Ibiza. ¡Mierda! ¡Mierda! Me dijeron que estaba en cuidados intensivos. Me vestí corriendo y fui a verle, a pesar de que había horarios para poder hacerlo. Llegué y no me quedó otra que quedarme en la sala de espera, me encontré con rostros desconocidos, con miradas perdidas, tristes y todos callados. No sé cuál sería mi cara, pero creo que algo similar al resto. Pensé en si llamar a alguien, pero mis padres habían fallecido hacía tiempo, no tenía hermanos y él no se hablaba con sus padres. De todas maneras, salí fuera, me estaba mareando ante ese olor de hospital, ese calor que no sé si era real o solamente estaba en mí. Salí fuera y me fui a dar una vuelta, justamente pasé por un estanco y, a pesar de que hacía cinco años que había dejado de fumar, no me lo pensé y me compré un paquete. El primer cigarro me dio asco, pero nada comparado con la sensación que ya de por sí llevaba conmigo. Después vinieron más y más cigarros que me ayudaban a calmar los nervios. Llamé a amigos, compañeros de trabajo y por último a un primo suyo con quien sí que tenía relación, él podría ser la clave para que la familia se enterase. No sé cómo atiné a llamar a tanta gente, a ser coherente con mis palabras, con la información. Quizás no lo fui. Estaba muy nerviosa, agitada, el corazón me iba a mil. No pude ni derramar una lagrima, no sé si porque no me lo creía, no me lo quería creer, o por haber derramado tantas la noche anterior.  Miré el reloj y me di cuenta que faltaban diez minutos para que abriesen las puertas de la UCI. Entré corriendo, como si me fuera la vida en ello.
¡Pum! 
Nada más entrar, una enfermera estaba preguntando por los familiares de José Luis, fui corriendo hacia donde estaba ella y le dije que era su mujer. Me llevo a un despacho y me hizo sentar, agradezco que lo hiciera, porque no me esperaba esa noticia. Ella hablaba y hablaba y no sé qué me decía, la escuchaba, pero yo parecía drogada, no entendía que me decía. Algo de firmar un papel, pero aunque mi memoria selectiva no recuerde con exactitud las palabras, sé que lo que  me estaba diciendo no era nada bueno.
Ese fin de semana fue el peor de mi vida. El domingo celebramos el funeral. Estaban todos, sus familiares, allegados, compañeros, y todo aquel que había tenido trato con él, era muy querido. Yo no recuerdo nada, porque me dieron muchos sedantes para aguantar el tirón. Mi vecina y mejor amiga, con el paso del tiempo, me ha ido relatando todos los detalles de aquel día, quién fue, qué dijeron, los discursos. Yo soy incapaz de recordar. María dice que alguna gente incomprensiva comentaba que no entendían que no llorase, que estuviera tan fría, tan ajena a la muerte de un marido. No les culpo. Las lágrimas las derramo cada día, cuando entro en casa y veo que estoy sola, que no volverá y, sobre todo, al cerrar la puerta y  escuchar ese portazo. No siento solamente su perdida, me siento culpable de su marcha, porque no fui buena compañera de vida, porque no estuve a su lado, porque me debería haber ido con él. Ahora sé que no seré madre, pero ahora no me preocupa eso.  No podré serlo, porque él era el padre perfecto, el futuro padre de mis hijos, quien, a pesar de su comportamiento algo niño, sabría entenderlo, mimarle y hacerle reír. Ahora ya no estaba para ser padre, ni para jugar, ni para hacerme reír, ni para nada, y todo por un capricho incesante que le puso al límite y estalló.

Hace dos años de aquel viernes y estoy yendo a un psicólogo, quizás para decirle todo lo que no le dije a José Luis, quizás por mi culpabilidad, para desahogarme, y, porque quizás él pueda quitarme ese pum que me viene a la cabeza en esos momentos menos inesperados. Un pum que cambió mi vida y que ahora resuena en mi alma, en mi cabeza, y me desequilibra mi vida. Quizás es él que allá donde esté sigue enfadado conmigo y sigue dando portazos, para que los oiga y me siga acordando de él. 

lunes, 25 de julio de 2016

Seguimos Reivindicando SEMÁFOROS PARA TODOS


Seguimos reivindicando semáforos para todos


Hace ya unos cuantos meses que publiqué esta entrada: semáforos para todos. Sin embargo, sigo sin recibir respuestas positivas por parte del Ayuntamiento de Barcelona, a pesar de haber tramitado a través de la página web en varias ocasiones la petición, a pesar de haber llamado al teléfono del civismo, de haber llamado al 010, sigo a la espera de un semáforo sonoro y accesible que parece que no llega nunca.

El solicitar un semáforo acústico no es un capricho, ni siquiera lo debería pedir, ya que estamos en una ciudad moderna, en la que ya deberían estar incorporado el sistema acústico para ayudar a cruzar a personas invidentes o con alguna discapacidad visual, como es mi caso.  En otras ciudades que he visitado, no es necesario llevar un dispositivo para activar los semáforos, simplemente  son  sonoros, sin que a la gente les parezca raro, no se extrañan porque están habituados.

Cada día desde hace más de ocho meses me encuentro con la misma problemática, cruzar la Avenida Diagonal de Barcelona de forma autónoma y segura. Siempre tengo que esperar a que alguien me eche un cable, para poder llegar al otro lado, sin que una moto, coche , tranvía o ciclista nos arrollen a Kenzie y a mí. A veces, por mucho que espere, da la casualidad que no pasa nadie, así que me tengo que fiar del oído, pero me da bastante miedo, porque el tranvía es bastante silencioso y las bicis van muy alocadas, pensando que todo el mundo se tiene que retirar a su paso. 

Aquí os dejo un ejemplo de la Avenida que tengo que cruzar cada día, como veréis está la carretera, las vías del tranvía y justo cuando parece que has llegado a la acera, hay un carril de bicis, la cual cosa complica más para los peatones cruzar esta avenida.



En mi empresa saben de esta dificultad a la que me someto cada día, y es por ello que se volcaron conmigo desde un principio, llamando ellos también al teléfono del civismo, rellenando la petición de semáforo acústico, entre otras cosas. Sin embargo, siempre recibíamos la misma respuesta: “En próximas actuaciones lo llevaremos a cabo”, pero nunca sé cuándo será ese día. Así que optamos por otra iniciativa, una recogida de firmas. Una recogida en la que todos los trabajadores se volcaron de lleno, así conseguimos más de 1300 firmas. Con esa cantidad de apoyo, con la ilusión y con una instancia fui al Ayuntamiento para llevarlas y que lo tuvieran en consideración. Ahora me encuentro a la espera de la resolución. Cruzo los dedos, porque aunque sea un cruce, no es solamente un pasar, para nosotras es mucho más. Desde este humilde blog quisiera agradecer a todas aquellas personas que han contribuido con su granito de arena, dejando su firma, dándome ánimos, preguntándome cada día, ayudándome a cruzar, etc.  Te das cuenta del gran núcleo de personas que forman una empresa, que no solamente van a trabajar, sino que somos personas y nos solidarizamos con las causas de los demás, eso hace grande a las personas. 

Aquí las firmas encuadernas que presenté:



Para no extenderme mucho más, os dejo un fragmento de una entrevista que me hicieron en tve, en A punto con la 2, donde hablo del problema que me encuentro al no poder cruzar de forma segura.  



domingo, 17 de julio de 2016

Relato: Una noche tonta


¡Mierda! ¡Vaya suerte la de aquel día!  

Ana llevaba meses sin salir de fiesta, ya casi ni recordaba la última vez que lo había hecho. Había estado anclada durante años en una relación, y si salía siempre lo hacía con él. De repente se veía con 36 años, sin pareja y sin experiencia a la hora de vivir la noche. Ese día salió con la única amiga soltera, la divorciada del grupo. Esa amiga estaba más que acostumbrada a salir y tenía ya un posgrado en la noche madrileña. Así que, era la mejor opción con quien ir de marcha, pero lo que no sabía era que su amiga llevaba tal carrera que, al poco de empezar la noche, en la tercera canción, desapareció con un chico. Ella no iba a renunciar a su gran noche, ya que había dado un paso importante haciéndolo, quería sentir la fiebre del sábado noche y darlo todo. Lo decidió, se iba a quedar, aunque estuviera sola. Sin embargo, bailar le encantaba, pero eso de hacerlo sola, no iba mucho con ella…  Y enseguida fue a la barra de la discoteca, y empezó a pedir cubata tras cubata, se los bebía como si fueran agua, pero más que agua eran vodka con naranja y no eran ningún zumo, para que se los bebiera de aquella manera. El exceso de bebida, la locura de salir, y el hecho de sentirse libre después de tanto tiempo hizo que sus bailes frenéticos le llevasen hasta donde estaba un chico muy apuesto. Un chico demasiado joven para ella, pero muy atractivo e interesante. Le resultaba muy apetecible. Así que, como el chaval parecía seguirle el ritmo y no paraba de bailar con ella todas las canciones que sonaban, una cosa llevó a otra y se acabó yendo a casa de él, acabando en su cama.  

Al día siguiente cuando Ana se despertó se sobresaltó al ver que no estaba en su casa. No sabía dónde estaba, pero se asustó más al ver que al lado suyo había un torso desnudo roncando como un cerdo, al verle la cara, recordó algunos fragmentos de la noche anterior y quiso morirse. No podía creer lo que había hecho. En realidad, no sabía si había llegado a hacer algo o no, pero no quería pensarlo, simplemente el hecho de saber que estaba en una casa ajena, mejor dicho, en una cama que no era suya,  le ponían los pelos de punta. Ella nunca había sido de esas que en la primera noche se va con el primero que encuentra, con un desconocido. Aparte de estar aterrada por su comportamiento, tenía un dolor de cabeza tremendo, la resaca estaba llamando a su cabeza y ella parecía no comunicar. Le entraron muchas ganas de ir al lavabo, pero no sabía ni siquiera dónde estaba el baño. Desde la cama observó por la habitación, pero era tan pequeña y tan recargada de posters que, pensó que se había acostado con un adolescente, por un momento se le pasó por la cabeza que quizás ese chavalín le habría traído a casa de sus padres, si era así entonces sí que se moriría ahí mismo.  No aguantaba más y salió a la aventura de adentrarse en una casa que no conocía, por suerte parecía que no había nadie, al menos solamente se escuchaban los ronquidos continuos del chico. Al salir de la habitación se encontró con un comedor pequeño que se comunicaba con la cocina americana, a la izquierda había una puerta y supuso que era el lavabo, se apresuró y fue a abrirla. Afortunadamente sí que era la puerta que llevaba al lavabo, un lavabo diminuto, con una pica, una ducha en la que solamente cabía una persona y un váter. Ni bidet, ni armarios, solamente estanterías debajo del espejo de la pica.  Respiró aliviada al verse que nadie más habría en la casa y que había encontrado el lavabo. Iba descalza, solamente con unas braguitas,  y no sabía si porque habría cogido frío, si por los nervios, si por el exceso de alcohol del día anterior o por qué, pero le entró un apretón. Unos retortijones hacían que se sintiera fatal. Era una lucha entre el dejarse llevar y el sentido común, quería aguantar hasta que llegara a su casa y evacuar tranquilamente. Sin embargo, cuando la naturaleza da señales evidentes no se pueden omitir... Se resignó y se dejó llevar, no podía evitarlo. Estaba la puerta cerrada, así que el chico no tenía por qué saber lo que estaba haciendo. Miró en el pequeño habitáculo, deseó que hubiera un ambientador. Si hubiera llevado su súper bolso de diario, hubiera podido sacar una colonia fresca que siempre llevaba, pero llevaba un bolso tan diminuto que solamente cabía el monedero y poco más. Se maldijo porque no encontró ningún ambientador, pero vio un desodorante y eso le serviría para engañar el ambiente. Le alivió localizarlo, porque echaría desodorante y todo solucionado. Mientras investigaba con qué iba a perfumar la estancia, ella seguía a lo suyo sin poder remediarlo. Se moría de vergüenza por estar haciendo lo que hacía, pero no podía controlarlo. Pensó en que si el chaval por un casual se despertaba, lo primero que haría sería ir al lavabo y se encontraría que una desconocida estaría cagando en su trono, porque si el chico también iba tan borracho como ella podía ser que ni la recordase… ¡Sería terrible! Pero, y si el chico iba sereno y alguno de sus encantos le habían encandilado, se le borraría por completo con la imagen que vería. ¡Buuuf! Tenía que darse prisa antes que alguna de las dos situaciones, a cuál más patética y bochornosa, ocurriese.
Terminó y por suerte el yogurín no se había despertado, seguía escuchando la orquesta que provenía de la habitación. Echó el desodorante y tiró de la cadena, pero para su sorpresa no salió ni una gota de agua. Pensó que le habría dado mal y volvió a apretar el botón, y nada de nada. Quiso mantener la calma, aunque su cara era de pánico, no podía ser que no funcionase la cisterna. No quería estropear una casa ajena, pero levantó la tapa de la cisterna y vió que todo estaba en orden. Después de varios intentos más de darle al botón de la cadena,  y que no le hiciera ni caso, abrió el grifo del lavabo y nada, abrió el grifo del agua caliente y tampoco. Fue a la ducha, ya con desesperación, y tampoco salió nada de nada, ni siquiera un intento, ni un ruido, las tuberías parecían estar vacías. Ella nerviosísima se preguntaba que por qué había tenido que salir esa maldita noche con lo a gusto que hubiera estado viendo una película en casa, que por qué había tenido que beber tanto, que por qué había acabado ahí y por qué le tenía que pasar eso a ella. Pero, ¿Con quién se había acostado? ¿Pero quién no tiene agua en el lavabo? Todas esas preguntas y muchas más le rondaban por la cabeza, cuando las lágrimas de impotencia ya asomaban por sus ojos, se le ocurrió ir a la cocina, recordó que estaba al lado. Cruzó los dedos para que allí sí que funcionase el grifo, pero la suerte no estaba de su lado. No podía ser lo que estaba viviendo, no podía creérselo. Por un momento se quedó mirando la nevera sin saber qué hacer, y en esa nevera podría estar la solución. La abrió sin pensárselo dos veces y busco por todas partes, aunque no le costó mucho, porque estaba casi vacía, quería encontrar líquidos para echarlos en el váter. Sin embargo, con una lata de cerveza y un tetra brick de leche no podría hacer mucho, y menos sin presión. No resultaría y no era plan de hacer un mejunje y estropear más la cosa, a ver si iba a ser peor el remedio que la enfermedad. Entre tanto nerviosismo, impotencia y malestar no sabía qué hacer.

Se fue corriendo a la habitación, suerte que iba descalza y no hacía casi ruido, así el chico seguiría en sus sueños sin darse cuenta de su presencia, al menos esa era su intención. Cogió deprisa su ropa desparramada por el suelo, los zapatos y el bolsito y salió de la habitación. Antes de cerrar la puerta, se le quedó mirando y vió que dormía tan plácidamente que parecía un angelito, se sintió culpable y le susurró desde la puerta que lo sentía, y salió de la habitación, pero cuando estaba cerrando la puerta poco a poco, el corazón se le paró cuando él dejó de roncar y como si le hubiera escuchado se giró, pensó que le diría algo, quería volverse invisible, esperó… 1, 2, 3 y al poco volvió a escuchar la respiración profunda de un dormilón como era aquel. Sin respirar, cerró la puerta y salió, en el comedor, respiró aliviada y con un gran suspiro pareció recobrar la serenidad, pero sin demorarse más se vistió lo más rápido posible. Los zapatos al llevar tacón prefirió ponérselos en el rellano. Con prisas cogió la puerta y la abrió. Con la única mano libre, en la otra llevaba sus zapatos y el bolsito, empezó a cerrar la puerta poco a poco, con cuidado, para que el chico no se despertara. Al cerrar la puerta, con el corazón a mil se apoyó en la puerta, para cerciorarse que no se abriera o más bien para tomar aire y apoyarse a la hora de calzarse. Con los zapatos ya puestos se dirigió al ascensor, no sabía ni en qué piso estaba, vió que en la puerta había un cartel:  
“Atención:  

Domingo 10 de julio corte del suministro del agua durante todo el día en todo el edificio. Sentimos las molestias.”  

sábado, 9 de julio de 2016

Saborea libros este verano

Lecturas en común para este verano 2016


Hace más de un año que os presentaba Saboreando Libros, un grupo de facebook, donde poder recomendar o buscar sugerencias de libros, hablar sobre noticias relacionadas sobre literatura y hacer lecturas en común. Aquí está la entrada que creé en 2015, justamente el día internacional del libro, para presentar el gurpo.
Seguro que más de una vez te has empezado a leer un libro, y te encantaría poder ir comentándolo con alguien a la vez que te lo lees, sobre qué te parece tal personaje, o qué acciones más macabras comete, o incluso sobre qué paisaje tan idílico describe el autor, ¿verdad? Pues, en este grupo de facebook, de vez en cuando, después de sugerir libros para la lectura en común, hacemos una lista con las reseñas de cada libro propuesto y después se hace una votación, para elegir el que será el libro de la lectura en común. Creamos un evento y en ese evento se habla, se comenta, la historia del libro, qué es lo que más te ha gustado, qué es lo que te llama la atención, qué resaltarías o cualquier cosa  relacionada con el libro. En muchas ocasiones, para no hacer spoiler, hemos ido dejando un margen para leerlo, y a partir de tal día lo comentamos.
Pero, en esta ocasión y para que el grupo sea más dinámico, la idea es ir comentándolo a la vez que lo vamos leyendo. Sin duda, es un reto, porque cada uno lleva un ritmo de lectura diferente, y ya se sabe que con los avatares del día a día, a veces es un poco complicado extraer algo de tiempo para leer algún capítulo. La idea era ir leyendo por capítulos, pero hay veces que en según qué libros, no te dicen  por qué capítulo vas, así que a modo de que todo sea más interactivo: se irán lanzando preguntas, o de alguna manera lo haremos, para ir tanteando por dónde va cada uno e ir comentando.

Para este verano 2016 estamos cargaditos de libros y lecturas en común, ya que en la última votación ocurrió algo insólito: hubo un triple empate, la cual cosa ha hecho que ya tengamos lecturas en común para este verano.
Hemos empezado por: “La víspera de casi todo” de Víctor del Árbol, aquí el enlace para apuntarse al evento: 

Los siguientes libros que están pendientes para las próximas lecturas en común de este verano son:
“Yo antes de ti” de Jojo Moyes
“El regalo” de Eloy Moreno   

Las dos reseñas y todas las de los libros sugeridos se pueden encontrar en el grupo de facebook: Saboreando libros 


Os invito a participar y a formar parte de la comunidad de saboreadores de libros, sed más que bienvenidos y sobre todo: ¡Feliz lectura! 

domingo, 3 de julio de 2016

Ilusiones que vuelan, vuelos que no despegan

Julio:Vacaciones con vuelos cancelados 

Que nada, ni nadie, te arruine tus vacaciones. Tus escapadas son tuyas, y aunque el destino haga de las suyas, tiene solución y hay alternativas. No dejes que se salgan  con la suya y sé feliz. 


El verano ya está aquí, se nota porque el calor aprieta de lo lindo, los niños ya tienen vacaciones y julio ya ha sido inaugurado. La operación salida de las vacaciones del mes de julio ya ha empezado, muchos con viajes programados desde hace bastante tiempo y los aeropuertos a rebosar de gente. Y, la noticia de la semana ha sido que Vueling ha vuelto a hacer de las suyas cancelando y retrasando vuelos, por lo tanto arruinando los primeros días de vacaciones de muchos clientes.

Cuando llegas al aeropuerto con las maletas, los billetes y las ganas de llegar al destino, lo que menos te esperas es que vas a tener que estar atento de cuándo va a salir tu vuelo. Tienes una hora programada, la hora de salida que compraste, a veces incluso con conexiones, y todo se va al traste cuando te enteras que la compañía aérea no ha tenido previsión, no tiene suficiente personal y tu vuelo no puede despegar. Aquí, algunos enlaces de lo que ha ocurrido estos días:


Todo esto me recuerda a lo que vivimos en Semana Santa, aunque no fue realmente culpa de Vueling, ya que afectaba a todas las aerolíneas la huelga de los controladores franceses, nosotros teníamos que viajar con Vueling y se convirtió en un Viaje Frustrado
Como digo esos días no fueron culpa de Vueling, sino de Francia y sus huelgas, pero nos afectó de mala manera. La compañía no nos daba ninguna explicación, quizás porque ni ellos mismos sabían darla, pero nosotros estábamos hartos de esperar, sin saber si volaríamos o no, sin sitio para sentarnos, ya que estaba todo a tope, y teníamos que hacer uso del suelo  para sentarnos y esperar. Visitando las pantallas del aeropuerto, para ver si había alguna novedad o previsión de hora de salida, pero de cancelado no se movía, hasta que de repente y sin previo aviso, y por supuesto sin notificarlo acústicamente, el vuelo se puso en marcha con una hora de salida. Carreras para llegar al mostrador, para embarcar, para subir al avión y después de esperar y esperar dentro del avión nos sacan a todos con unas leves disculpas, sin más explicaciones que no pueden volar, y de nuevo a esperar en la terminal. Sí, me recordaba un poco a la película de Tom Hanks La Terminal, ya me veía viviendo allí….  Fuera bromas, lo pasamos bastante mal, y no solamente por la espera que agota a cualquiera, sino porque nos quedamos sin vacaciones: en tierra sin ilusión, agotados y sin poder viajar.

Después de ponerme en contacto con @VuelingClients  a través de Twitter, me indicaron cómo proceder para hacer la reclamación y que nos reembolsaran el dinero. A través de esta web puedes hacer reclamaciones, quejas, sugerencias: https://tickets.vueling.com/RetrieveBooking.aspx?culture=es-ES&event=change 
En esa web dejamos por escrito todo lo que nos había ocurrido, adjuntando los billetes y explicando todas las horas que habíamos estado en el aeropuerto, para después no poder volar. Nos contestaron, dándonos un número, código, para saber de qué incidencia se trataba, nos dijeron que en breve nos dirían algo. Pero, pasaban los días, y sé que debían estar desbordados, que no éramos los únicos afectados, pero queríamos cancelar el vuelo de vuelta antes de que llegase el día y no había manera. Nos contestaron, nos reembolsaron el vuelo de ida hasta Pisa, el cual fue afectado por la huelga de controladores aéreos, y por el cual estuvimos más de doce horas en el aeropuerto de El Prat. Sin embargo, hacían caso omiso al pago de un hotel de nuestra estancia en Italia, viaje que no pudimos realizar. Afortunadamente, todo lo demás fueron reservas sin pago. Llegaba el día en el que teníamos que regresar y no había manera de que contestasen, finalmente lo hicieron y alegaban que al ser un billete de vuelo independiente no podían hacerse caro de él, al no haberlo comprado en un pack: ida-vuelta.
No lo compramos de esa manera, porque nuestra idea era ir a Pisa, Forencia y terminar la aventura italiana en Nápoles, cogiendo el vuelo de vuelta a casa allí. En la web de vueling no te dan la opción de comprar ida desde un sitio y vuelta desde otro, siempre tienes que ir y volver desde el mismo lugar. Así que la cosa no quedó así, consultamos con varios abogados y respondieron que sintiéndolo mucho no había nada que hacer, porque el vuelo de vuelta desde Nápoles no se había visto afectado por ninguna complicación. A pesar de que contamos que nuestra idea era hacer una ruta por Italia no les servía.

No pudimos recuperar el dinero de los billetes de vuelta, pero como no hay mal que por bien no venga, nos sirvió para aprender que siempre que podamos haremos ida y vuelta desde el mismo punto, así evitaremos que ocurran este tipo de cosas.

Después de esa mala experiencia me entró mucho miedo a volar, más que nada por si volvía a suceder algo así, y estos días me he quedado alucinada. Sé que muchos viajeros, familias y turistas lo habrán pasado francamente mal, sin saber si vuelo despegaría, cansados de esperar, desesperados y sin ganas de nada. No se puede jugar así con la gente y menos con la ilusión, sin explicaciones y sin detalles. Llevamos todo el año esperando escaparnos y poder volar, para que nos toque una situación tan desagradable. Espero que todos los que están todavía esperando en el aeropuerto despeguen pronto y les esperen unos días formidables, para compensar todo el mal trago por el que habrán pasado.

Este año nos vamos de vacaciones en Septiembre y no sabíamos si ir en avión o en barco, ya que vamos a una isla. Nos hemos arriesgado y  volaremos. Ya tenemos los billetes y solamente espero que no volvamos a pasar por una situación como la que está pasando estos días en el aeropuerto de Barcelona. Por si  acaso:  hemos comprado billete de ida y vuelta desde el mismo destino origen y salida. Hemos comprado un seguro de cancelación, en el que incluye todas estas incidencias. Además de que cruzaremos muy, muy, muy fuerte los dedos, para que todo salga bien. No siempre va salir todo mal, además por el miedo de si vuelve a suceder o no, no pensamos quedarnos en casa. Se tomarán más precauciones, iremos preparados y  ya está, pero esta vez pensamos volar.

Espero, como he dicho, como he leído en las noticias que los gobiernos se pongan en contacto con esta aerolínea y resuelvan los problemas que han provocado y que no vuelvan a suceder, porque no es un mal para la empresa, sobre todo lo es para los pasajeros que se ven sin explicaciones, con una espera que no se resuelve y una incertidumbre que desespera.


A pesar de todo esto, espero que voléis o no paséis un feliz verano, y que nada ni nadie os arruine las  vacaciones. Todo, todo y todo tiene solución en esta vida.