Blog de Pili: una maleta en la que cabe de TODO.
Desde: Viajes, experiencias, recuerdos, aventuras, anécdotas, historias y mucho más.
Siempre habrá espacio para ir rellenando huecos, contándolo desde un punto de vista diferente, el de Pili.
No tiene exceso de contenido.
Esta semana se han conmemorado los 25 años de las Olimpiadas
de Barcelona 92. Aquel julio se inauguraban las XXV Olimpiadas en la ciudad
condal. Fue un hecho histórico para todos los barceloneses, que vieron cómo
cambió su ciudad para ser la sede olímpica. Barcelona sufrió un gran cambio
urbanístico, para dar una buena imagen al mundo. Deportistas internacionales
recibieron la bienvenida de barceloneses ilusionados y orgullosos de una nueva
Barcelona.
RECUERDOS
Yo tenía 7 años cuando se celebraron los juegos olímpicos,
así que, sinceramente, no recuerdo gran cosa de ese gran evento que se vivió en
mi ciudad, Barcelona. Quizás por la edad que tenía me quedo con la mascota de
las olimpiadas, Cobi. Cobi fue un dibujo creado por Mariscal, que nunca he
sabido qué era realmente, si un perro o qué animal era. Petra, la mascota de
las paralimpiadas también me gustaba mucho. Ese año también apareció una figura
que fue la mascota de la Expo 92 en Sevilla, Curro. Curro era una mascota
blanca llena de colores. Todas esas mascotas forman parte de la memoria
infantil que divertían y daban color a eventos que cambiaron por completo a
España, dándole luz y color.
A pesar de que mis recuerdos sobre esos eventos que se
vivieron en el año 92 no sean nítidos, sí que, gracias a las noticias, a la
televisión y otros medios, recuerdo, aunque no lo haya vivido realmente, que
fue un gran momento para todos. La gran inauguración en el Estadio Olímpico
de Barcelona fue un gran acto, lleno de personalidades llegadas de todas partes
del mundo. Uno de los abanderados era quien es hoy nuestro Rey. El encendido del pebetero olímpica, todo el escenario a oscuras, y uno de los deportistas,
Antonio Rebollo, sin que le temblase el pulso, a pesar de que millones de
personas le enfocaban, estaban atentos a la gran hazaña que iba a realizar,
lanzó la flecha con la antorcha y encendió el pebetero olímpico, siendo una de
las imágenes más recordadas, por ser un encendido atrevido, pero por eso mismo
recordado. Fue emocionante y a la vez hizo que todos estuvieran pendientes de
ese momentazo.
♪ BANDA SONORA ♫
Todos los recuerdos tienen una banda sonora en nuestra
memoria, y en este caso al mencionar Olimpiadas 92 a muchos les viene a la
memoria la mítica canción de la inauguración. Montserrat Caballé, cantante de
ópera, cantaba junto a Freddie Mercurie, cantante del grupo Queen, la canción
Barcelona. Lamentablemente Freddie Mercury había fallecido en noviembre de
1991, así que no pudo estar para el gran evento. De todas maneras, se había
grabado en 1988 la gran actuación de Barcelona, que, sin duda, es un gran himno
a la ciudad. La fusión de los dos grandes cantantes, sumado a la falta de uno
de las grandes voces del rock, hizo que fuera más que emocionante escuchar en
el escenario olímpico ese gran himno a la ciudad.
En una ciudad como Barcelona no podía faltar la rumba
catalana. Peret, Los Manolos y otros amenizaron ese verano del 92 con sus
grandes canciones. Ellos también hicieron un gran himno a la ciudad que por
aquellos momentos tenía el poder, a la Barcelona hechicera y todos bailaron al
son de Barcelona tiene poder. Amigos para siempre también fue una de las
canciones que sonaban, cantada en catalán, castellano y en inglés, símbolo de
la unión de ese gran acontecimiento deportivo en la ciudad. Canciones que
animaban a bailar, sonreír y sentirse orgullosos de Barcelona.
LA GRAN TRANSFORMACIÓN
Barcelona sufrió muchos cambios arquitectónicos y de
mentalidad. No solamente se convirtió en el gran escenario para unas
olimpiadas, sino que fue la gran excusa, para invertir millones y remodelar la
ciudad. Para ese año, 1992, la ciudad contaba con una Vila Olímpica que daba al
mar, un puerto, la Barceloneta que había quedado relegada con el paso del
tiempo, volvió a relucir como en tiempos pasados. Barcelona se abría al mar,
estaba mejor comunicada y surgieron las rondas que unía Barcelona de una forma
más rápida y cómoda para los vehículos. El distrito de Sant Martí, número 10 de
Barcelona, también se quiso vestir de gala para las olimpíadas, y dio un gran
cambio, un lavado de imagen, haciendo Ramblas donde había descampados, por
ejemplo: Rambla Guipuúzcoa y Rambla Prim, dejaron de ser solares llenos
de tierra y polvo, para ser bonitas ramblas donde pasear.
En definitiva, la ciudad dejó de ser gris, para obtener luz
gracias a la concesión de las Olimpiadas. Un evento olímpico que duraría dos
semanas, hizo que Barcelona cambiase, que el espíritu de ser una ciudad abierta
a todos se hiciera más patente. El mundo no conoció a una simple ciudad con mar
que abrazaba con ilusión esos ansiados juegos, sino que fue mucho más. A lo
largo de la historia Barcelona ha cambiado mucho, pero siempre que ha sido sede
de exposiciones universales, olimpiadas u otros eventos, se ha querido vestir
de gala e invertir, para que el mundo tuviera una mirada moderna y fresca de la
ciudad. Sin duda, aquel verano de 1992 fue el gran año: el de la transformación
de Barcelona, el de la ilusión y el de las Olimpiadas.
Esta semana de julio se conmemora la
muerte de Miguel Ángel Blanco. Durante esa semana de julio de 1997 toda la
sociedad española se sintió Miguel Ángel Blanco. Todos nos sentimos secuestrados, aterrados y con un límite de horas para morir. El 10 de julio de 1997 tres etarras secuestraron a un joven inocente, haciendo un chantaje al gobierno español: exigían un traslado en 48 horas de todos los presos de ETA, si no lo hacían en ese plazo, Miguel Ángel sería asesinado. El 12 de julio Miguel Ángel recibió dos tiros en la nuca. El 13 de julio se confirmó la muerte de Miguel Ángel Blanco. 4 días en los que sufrimos todos por la gran injusticia que se cometía. La empatía, la solidaridad y los sentimientos estaban a flor de piel.
20 años
Hace 20 años que ETA asesinó a
sangre fría a Miguel Ángel Blanco. No era la primera, ni sería la última muerte
llevada a cabo por esa organización. Sin embargo, esas 48 horas nos mantuvo en
vilo a toda la sociedad española.
Salimos a la calle para: gritar, desahogarnos
y pedir clemencia. Reivindicábamos una libertad de expresión. La impotencia se apoderaba de todos ante algo tan injusto.
Todo aquel que vivió esa fecha, seguro que recuerda el nombre propio de Miguel Ángel Blanco, como si aquella
persona hasta entonces desconocida para muchos, se convirtiera de repente en
parte de nosotros, de un familiar, de un amigo, de un vecino, alguien cercano,
que sin pretenderlo se convirtió durante dos días en el centro de atención. No
solamente recordamos su nombre, su cara; recordamos esos precisos momentos como
si fuera ayer. Recordamos que estábamos haciendo, son de esas fechas que se
quedan grabadas en el corazón de los recuerdos. Son fechas que marcan un antes
y un después, pero que también por su alto nivel emocional, como ocurrió con el
ataque a las torres gemelas u otros acontecimientos trágicos y que conmocionan, se
nos quedan de tal manera, que recordamos qué es lo que estábamos haciendo en ese preciso
momento.
Mi recuerdo
En mi caso yo estaba a escasos días de cumplir 13 años,
y a pesar del tiempo transcurrido, aún me emociono como si Miguel Ángel Blanco
fuera de la familia. No lo era, pero durante esos días de julio del 97 lo fue,
porque me marcó, porque lloré por su muerte, por la injusticia, y de hecho, aún
me emociona.
Evoco con tristeza y emoción, aquella
tarde de julio de 1997 en la que fui con mi tío Manolo a manifestarme al centro
de Barcelona. No se podía dar ni un paso. Era la primera manifestación a la que
asistía, nunca antes había ido a ningún tipo de concentración. Sin embargo,
encontré un aliado en mi tío y fuimos juntos. Él sin ver, yo con 12 años, pero
juntos éramos muy fuertes y gritábamos una y otra vez: “El pueblo unido jamás
será vencido” “¡Basta ya!”
Entre otro tipo de consignas,
incluso recuerdo haber cantado canciones. Era imposible moverse entre
tanta masificación de personas, sin embargo encontramos un hueco para untar
nuestras manos en pintura blanca y levantarlas a coro. Todos levantábamos
nuestras manos blancas en señal de protesta. Fue muy emocionante. Toda la tarde
estuvimos desgañitándonos, pidiendo que lo liberasen, reclamando justicia para
un inocente, y liberando nuestra impotencia. Hoy día se me pone la carne de
gallina al rememorarlo.
Protestas y manifestaciones
A pesar del enojo de todos los españoles que salimos a la calle, el desenlace fue el que fue. El destino de Miguel Ángel
Blanco ya estaba cerrado de antemano. Incluso él, que era concejal y con sentido común, conocía la situación política, sabía que estaba
condenado desde un principio. Realmente, nunca sabremos si lo supo, si sabía
qué pedían sus asesinos, si era consciente que habían puesto límite de 48 horas
a su vida…. No podemos saber qué pasaba por la cabeza de Miguel Ángel, pero sí
que sabemos que todos pensábamos en él. Rezando, suplicando piedad a los
malhechores, esos que, a pesar de ver la actuación del pueblo, siguieron
adelante con sus planes. Sin importarles lo que la marea humana imploraba, sin
sentimientos, con crueldad y premeditación cometieron el peor asesinato.
Con esa muerte ETA no mató a Miguel Ángel Blanco, porque él sigue perdurando en
el corazón de quienes le amaron, en el recuerdo de todos los españoles y
enterró el miedo que muchos tenían a manifestarse. Su secuestro fue
nuestra preocupación, fue la unión de todos los españoles: unidos por una
angustia, un dolor.
No sé si manifestándonos
conseguimos algo, ya que el final fue el que fue. No obstante, sirvió para
unirnos, gritar y repudiar ese tipo de actuaciones. Los miembros de la
organización terrorista, ETA, creo que
empezaron a darse cuenta del rechazo que provocaban, ya no eran tan temidos,
porque por muchas armas que tuvieran, por muchas bombas y muchas barbaries que
cometiesen, no podrían con el pueblo. Por una vez no eran ellos quiénes salían
a la calle a quemar contenedores, gritar consignas o matar.
Esta vez eran los buenos quienes salían a la calle, sin usar la violencia de forma pacífica, y no para sembrar el
pánico, sino para sembrar algo de esperanza.
El fin de ETA
Este mes de abril la organización terrorista, ETA, ha entregado todas sus armas, ha desaparecido, aunque el dolor generado durante años sigue estando muy presente. 20 años después se ha rendido, pero…
¿Cuántas muertes han tenido que ocurrir? ¿Cuántas
familias destrozadas? ¿Cuántas cicatrices? ¿Cuánto dolor? ¿Y todo para qué? ¿Han
conseguido algo? Bajo el diálogo se consiguen muchas más cosas, no es tan fácil
como apretar un gatillo o un botón para accionar una bomba, sin embargo la
victoria está asegurada tras unas buenas palabras, una buena dialéctica, un
buen abrazo, un acuerdo y una sonrisa. A veces, es cierto que con las palabras
no se llegan a acuerdos, sin embargo, exponiendo todos los puntos de vista,
ganamos todos y nadie muere.
Dos décadas después, Miguel
Ángel Blanco sigue estando muy presente, porque siempre lo estará: forma parte
de nuestra memoria histórica, de nuestra vida y su nombre representa: la
unión, el coraje y la libertad. No olvidemos que existen muchas víctimas del
terrorismo, porque de igual modo sus familiares y amigos no pueden hacerlo,
nosotros podríamos haber sido una de esas víctimas inocentes.
El niño había estado toda la semana esperando a que llegase
el gran día, ese en el que su padre le había prometido llevarle a la playa: el
domingo. El domingo era el día que su padre le había dicho que le llevaría a la
playa, un lugar idóneo para echar a volar su cometa. El niño a sus ocho años
había construido su primera y única cometa. Ahora solamente le hacía falta
comprobar si podía volar, como él quería.
Había estado mucho tiempo construyéndola, le había costado
lo suyo, pero lo había logrado. Era una cometa de colores llamativos, en los
que había dibujado una tortuga en medio de color naranja. Sabía perfectamente
que las tortugas de color naranja no existían, pero era su cometa y podía ser
cómo él quisiera, y lo único que quería era que volase lo más alto posible, que
su tortuga naranja resaltase entre el cielo azul y bailase con las nubes. Para
esa construcción había invertido tiempo y materiales recogidos por casa, como:
plásticos, cartones, hilos, etcétera. Tras mucho insistir, cuando tuvo que
utilizar pegamento para poner los cartones en el plástico y poner los hilos, le
pidió ayuda a su padre. Su padre le ayudó a regañadientes, pero el niño insistió sin cesar hasta
conseguir su objetivo. Al final, el padre, que no era muy manitas y tenía otros
quehaceres se puso manos a la obra para complacer a su hijo. No es que no
quisiera ayudarle, pero no entendía la manía que le había entrado con una
cometa, cuando él pensaba que esas cosas ya no se llevaban, no sabía casi ni
cómo era eso de una cometa, ni mucho menos cómo se hacía. Sus compañeros de
trabajo cuando hablaban de sus hijos, estaban siempre quejándose de que sus
hijos de edades similares a la del suyo, siempre estaban enganchados a los
videojuegos, y en cambio su hijo no quería ni hablar de máquinas infernales,
como las llamaba él. Pensaba que le había salido un hijo raro, pero en el fondo
le gustaba no tener que decirle que retirase los ojos de la pantalla, porque en
muy pocas ocasiones lo había visto pegado a la televisión. Su hijo
siempre estaba investigando y rebuscando cosas que inventar, y su último
invento era la cometa. Al final, el padre, después de navegar por internet y
ver cómo se hacía una cometa le ayudó. Una vez lo lograron le prometió que
irían a la playa para hacerla volar y ver que su proyecto se había hecho
realidad.
La noche de antes, el niño se quedó a ver las noticias, le
interesaba saber qué tiempo iba a hacer el domingo por la mañana. Estaba muy
nervioso y no quería que nada frustrase sus planes. No paraba de reír y estaba
muy alterado, como si fuera la noche de Reyes, y su padre de reojo le observaba
y sonreía, aunque se dirigía a él con un gesto serio, para mandarle a la cama,
amenazándole que si no, las sábanas se adueñarían de él y no habría quién le
despertase, pero en el fondo disfrutaba viendo a su hijo tan feliz con el plan
de compartir el día juntos.
Cuando el niño se fue a la cama cantando y riendo, el padre
recibió un correo electrónico de Estados Unidos, su manager le anunciaba que el
proyecto se había adelantado y tenían que presentarlo el lunes a primera hora.
No podía creerlo, un sábado por la noche le anunciaban que tenía que estar
listo un proyecto que era para dentro de dos semanas. Volvió a leerlo y vió que
había más gente de su departamento en copia. Enseguida, después de varios
minutos quedándose embobado ante la pantalla del portátil, sin saber qué hacer,
cómo organizarse. Empezó a escribir correos como un loco. Tenían que ponerse
las pilas para tenerlo listo el lunes a las nueve, si no perderían la
subvención, sabía lo importante de este proyecto. A las seis de la mañana cuando Morfeo se
apoderó de él, cayó encima de la pantalla del ordenador.
Al fin, el soñado día del niño llegó. El domingo que le
había prometido el padre ya estaba ahí. Lo primero que hizo el niño cuando se
despertó, fue ir corriendo al balcón y ver qué día hacía. Una sonrisa delató su
alegría, y fue a grandes zancadas a la
habitación de sus padres. Entró sin llamar y se tiró en la cama, gritando y
riendo, diciéndole a su padre que se arreglase, que hacía un día
estupendo, que tenían que ir a la playa, que tenían que estrenar la
cometa.
El padre estaba
dormido y con todo el jaleo de última hora, en lo que menos pensaba era en
cometas. Había olvidado por completo la promesa, miró el reloj y se dio cuenta
que, aunque llevase tres horas de sueño se tenía que poner en pie, para
proseguir a contra reloj, despertando a todo su equipo y dirigiéndose a la
oficina para poder terminar a tiempo el proyecto. El niño al ver que había conseguido que su
padre se levantase, aunque no le prestase casi atención, se fue corriendo a la
cocina, para preparar el desayuno. Vió que su padre entraba a la cocina vestido
con traje como cuando iba a trabajar, y no entendía por qué se vestía así para
ir a la playa y empezó a reírse como un loco.
-Papá, piensas ir así de elegante a la playa?
Creo que te vas a ensuciar de arena.
El padre serio se le quedó mirando y se sentó en la silla de
al lado, le dijo que ya habría tiempo para echar a volar la cometa, que sin
ellos no podría ir muy lejos la tortuga y sonrió.
Esa última sonrisa a su hijo no le hizo nada de gracia. No
entendía por qué tendría que esperar y mirando al vaso de leche le dijo
flojito, pero con rabia:
-¡Mentiroso! ¡Me lo habías prometido!
El padre no tenía mucho tiempo que perder, no sabía qué
decir, y el teléfono le salvó. Se fue de casa hablando de negocios: cifras,
fechas y entresijos de última hora.
Cuando se levantó la madre y fue a la cocina se encontró a
su hijo estático, mirando hacia ninguna parte, ausente, mientras sus saladas
gotas se juntaban con el vaso con cola-cao que tenía delante. La madre se fue a
sentar al lado de su hijo, pero él al ver que era el mismo gesto que unos
minutos antes había hecho su padre, se levantó arrastrando la silla y se
encerró en su habitación.
La madre pensó que empezaba pronto la adolescencia, que qué
complicado lo tendrían en unos años. Llamó a su marido, pero éste no le
respondía, quería saber si aunque fuera más tarde podrían ir a la playa, porque
el niño estaba hecho polvo, con una rabieta considerable. La madre estaba en
una encrucijada, pero optó por coger las riendas. Llamó a la puerta de su hijo,
pero éste dio por respuesta la callada, así que entró y se lo encontró dentro
de la cama, sollozando como un cervatillo herido, y era como estaba: herido en
su orgullo, herido en promesas frustradas, herido. La madre le acariciaba y
éste lloraba con más fuerza, diciéndole que se fuera. Ésta cogió la cometa que
estaba en el escritorio y le dijo:
-Bueno, si te quieres quedar todo el día
llorando, tú mismo. La tortuga naranja y yo nos vamos a la playa, si no te
quieres venir, tú mismo. – Lo dijo con toda intención, con una sonrisa pícara
que su hijo escondido no podía ver.
El niño paró de berrear, asomó la cabeza por las sábanas y
se le quedó mirando con los ojos como platos: ojos grandes, rojos y brillantes.
-¿En serio? Pero… ¿vamos a ir sin papá?
Al ver que el niño estaba más calmado, se sentó de nuevo en
la cama y le dijo que a su padre le habían salido temas importantes de trabajo
que tenía que terminar hoy sí o sí. El
niño le rebatió que él llevaba meses haciendo esa tortuga y que no era justo
que prometiera cosas que después no podía llevar a cabo, porque siempre estaba
ocupado. La madre no rebatió a eso,
estaba harta de siempre defender lo indefendible: sabía que su marido debería
dedicarle más tiempo a su hijo, en vez
de dedicar tiempo a sacar adelante programas infantiles: haciendo felices a
otros niños, más que al suyo.
La madre que no había formado parte de la construcción de la
cometa, que no sabía cómo iba ni nada, optó por coger las llaves del coche e ir
a la playa, su hijo debía saber cómo iba. Conducía seria, porque el día no era
como lo había planeado, pero nada sale como lo planeas. Para no darle más
vueltas al asunto, le dijo a su hijo que él tendría que hacerla volar, que él
sabría cómo. El niño se le quedó mirando, parpadeó y dijo riéndose: “vale, pero
no sé cómo podrá volar una tortuga”. Había recobrado la emoción, la ilusión,
los nervios de quien quiere ver volar su primera cometa.
Aparcaron y fueron cerca de la orilla. Era invierno y no
había casi nadie, iban abrigados, porque hacía bastante frío, a pesar de los
rayos de Sol. El niño sacó la cometa y se fue casi a la orilla. La madre se
reía viendo la silueta de su hijo con una tortuga gigantesca más grande que él,
al menos que su cabeza, que ni se la veía.
Odió a su marido por perderse ese momento y pensó en hacer una
fotografía con el móvil y se la mandó. Ese
momento de su hijo caminando por la arena llevando una cometa que le tapaba la
cabeza era para inmortalizarlo.
El niño se sentó al lado de la cometa y empezó a desliar los
hilos, una vez terminado, se quedó cabizbajo mirando la arena. La madre le preguntó
qué ocurría, pensando que se habrían dejado algo en casa, y el niño le dijo que
no sabía qué tenía que hacer. La madre que no se rendía fácilmente le dijo que
usase la imaginación y rezó para que en ese momento apareciera un experto en
cometas haciendo volar la suya y les explicase cómo podían hacer volar ese
plástico, pero aparte de algún que otro pescador y alguien paseando a su perro,
no había ningún genio de cometas.
La madre decidida, como si supiera, cogió la cometa con una
mano y con la otra los hilos y se puso a correr, pero la tortuga cayó
estrepitosamente en la arena. La madre se mordió el labio inferior, deseando
que no se hubiera roto, porque eso ya sería completar el día de disgustos. El niño corriendo fue a ver cómo estaba la
tortuga, pero había sobrevivido a la caída. La madre suspiró.
Repetidas veces el niño intento hacer volar la tortuga, tal
y cómo había hecho su madre, sin ningún éxito. Abatidos la madre dijo de ir a
la única terraza que había abierta y se tomaron un helado, a pesar de ser
invierno, necesitaban algo dulce, para endulzar ese día tan amargo. La madre de
vez en cuando iba mirando el móvil y se indignaba cada vez que lo hacía, porque
su marido no había contestado a la foto enviada, como si no se preocupase por
ellos, por la ilusión de su hijo. Disimulaba delante de su hijo con sonrisas
fingidas, le colocó un pelo tras la oreja y le dijo que ya habría tiempo para
echar a volar la tortuga, que como era una tortuga estaría invernando. El niño
esbozó una tímida sonrisa y con el humor que le caracterizaba dijo, pues la
próxima vez haré una mariposa, para que así sí que vuele, y rieron. La madre
vio que eran pasadas las doce y tendría que ir para casa, para ir haciendo la
comida. Con pena le dijo a su hijo que tenían que ir yéndose. Cuando el
camarero trajo la cuenta y vio la cometa, le dijo al niño si la había hecho
volar, pero el niño con los ojos brillantes le dijo un rotundo no. El camarero
que era un chico joven, no entendió la negativa del niño y siguió hablando,
diciendo que él cuando libraba siempre venía aquí con su cometa y bla, bla,
bla. Para el niño era un hombre que no callaba y encima podía hacer volar
cometas, mientras él no, pero para la madre fue la solución a aquel día. Le
dijo al niño que ahora venía que iba al baño, y fue con el camarero para que le
explicase cómo podía hacer volar la cometa, le dio un par de trucos: cómo saber
de dónde venía el viento, no sacar todo el hilo, si no ir haciéndolo poco a
poco a medida que corrías, entre otras cuestiones. La madre agradecida, casi le
da un abrazo, pero se contuvo y le dio una buena propina.
Al salir vio al niño ya en pie que al verla ya se dirigía al
coche y esta con un silbidito le dijo que viniera que se le había ocurrido una
cosa. El niño ya estaba cansado de probar y probar, para nada y lo único que
quería era irse.
Cuando el niño se acercó la madre le arrebató la cometa,
sabiendo que el niño ya no iba a hacer ningún intento más, al no ser que viera
que era posible. Ella siguiendo los consejos del camarero, se puso a correr
como una loca. El niño se le quedó mirando como un pasmarote, sin saber qué
hacía su madre, hasta que casi se le salieron los ojos de las órbitas, al ver que
su madre estaba consiguiendo su sueño y poco a poco una tímida sonrisa fue
asomando, hasta que esa tímida sonrisa se convirtió en una carcajada y fue tras
la madre, queriendo ser él quien aupase a su tortuga a los cielos.
El padre que de reojo había visto que le había llegado una
notificación en el móvil, cuando vio que todo el equipo estaba más que manos a
la obra. Abrió en su despacho el mensaje y vio en la pantalla del móvil a su
hijo caminando por la arena de la playa con su cometa. Con una mano temblorosa
aguantaba el móvil, con la otra se masajeaba las sienes, como intentando
pensando qué hacer. Sin pensárselo más veces, volvió a mirar la foto, vio el
faro de la playa donde siempre iba, cogió del cajón las llaves del coche y se
fue sin decir nada a su equipo. Solamente dejando un post-it encima de la mesa:
“Si me necesitáis me podéis localizar en el móvil, ahora necesito tomar el aire
y cumplir una promesa”.
Con decisión y antes de que la razón le paralizase, siguió
los pasos de su corazón y se dirigió al coche.
Por el camino pensaba en cuantas promesas había incumplido su padre en
el pasado y no quería convertirse en los sueños rotos de su hijo, además, sin
decírselo a nadie para no desmotivarles, sabía que era imposible sacar el
proyecto en unas horas, así que antepuso algo que debería haber hecho antes.
Las gaviotas anunciaban que se acercaba al lugar donde
estarían su hijo y su mujer. Sabía que no sería recibido con los brazos
abiertos, porque él mismo no lo había hecho cuando su padre aparecía al final
de cada partido, como si hubiera estado durante todo el juego. Pero, tenía que
intentarlo.
Aparcó al lado del coche de su mujer y se alegró de saber
que aún estaban allí. Miró al cielo como pidiendo ayuda y allá bailando con las
nueves vió algo naranja, la tortuga de su hijo. ¡Lo había conseguido! Sin él,
pero estaba haciendo volar su tortuga. Esa no era la señal que esperaba recibir
del cielo, pero se le iluminaron los ojos al ver que los sueños eran
posibles. Siguió el rastro de la
tortuga, como si le fuera a guiar hacia su objetivo: su familia, y así lo hizo.
Antes de abrir la boca y plantarse ante ellos, desde la lejanía comprobó que la
tortuga, la cometa, seguía volando sin detenerse, a pesar del poco viento que
hacía, y se dio cuenta que el tiempo volaba tan rápido o más que la cometa,
pero que los momentos felices quedarían grabados en la retina como el paso de
una tortuga, a cámara lenta.
El calor, el bochorno, las vacaciones para algunos, el granizado,
las terracitas, la playa, los turistas, en general: el verano ya está aquí. De
hecho, ya hace un par de semanas que oficialmente estamos en verano, aunque este
año la temporada estival empujaba con fuerza y se ha colado antes de tiempo. El calor ha
hecho acto de presencia antes de su inauguración oficial el 21 de junio. Hemos
pasado un junio digno de un julio, ¿será por el cambio climático? Sea por lo
que sea, todos hemos notado que el Sol apretada de lo lindo.
ME GUSTA JULIO
Julio es un mes que siempre me ha gustado, y no solamente
porque yo naciera en ese mes, que también. Si no porque no es el típico mes que
todo el mundo esté de vacaciones, aún hay gente que trabaja, pero se nota que
los niños ya no tienen cole, empiezan los horarios de verano para algunos, la
vacaciones para otros, la época de estar en las terracitas, porque se está de
maravilla, y la temporada de playas.
Las terracitas en los bares pueden estar todo el año, pero
no se disfrutan de igual manera. La playa y su temporada de baño empieza antes,
pero no te torras igual, ni se disfruta de igual manera en un mes que en otro. Hay mucha más aglomeración de gente, pero sin que sea un agosto en el que no cabe ni una sombrilla.
VENTAJAS DE TRABAJAR EN VERANO
Este año no tenemos vacaciones en julio, de hecho ya hace
unos cuantos años que no elegimos ni julio, ni agosto, para disfrutarlas. Sin
embargo, a pesar de que el Sol acompañe, también hay muchas otras ventajas para
no hacerlas durante el verano. Mientras muchos están de vacaciones, nosotros
aprovechamos el horario de verano, que alguna ventaja tiene que tener trabajar
en verano. Es un horario reducido, en mi caso, no es que sea una gran
diferencia, pero sí que es notable. Además, teniendo en cuenta que la luz solar
dura más, parece que la tarde se aproveche mucho más. Además el transporte
público va mucho menos lleno que en otras épocas del año, y eso es un alivio,
sobre todo en según qué horas. Además pudidendo elegir realizar vacaciones en otro mes que no sea verano, depende el destino que elijas,no está nada mal, porque si vas en temporada baja, todo sale mejor e precio, y te lo puedes organizar con tiempo. Y, mientas algunos han vuelto y han olvidado sus vacaciones, tú las disfrutas en otro mes que nada tiene que ver con lo convencional, al menos pienso eso, no sé si para consolarme los meses que aún quedan hasta que lleguen las vacaciones, pero realmente es cierto.
LA INAUGURACIÓN DE JULIO
Sea como sea, hoy 1 de julio quería dar la bienvenida al mes
que me vio nacer, al de los san
fermines, al del apóstol, al del verano oficial y al del calor. ¡Bienvenido
julio! A disfrutar del mes, como todos los meses, pero beneficiándonos un
poquito más de la serotonina: la hormona de la felicidad. Según estudios la luz
solar hace que tengamos más niveles de serotonina, por tanto que estemos más
felices.
CARPE DIEM
Como dice mi tío Joaquín: “Que seas feliz hoy y todos los
días del año” bueno, y si no es esa frase es otra similar, pero siempre nos
quiere trasmitir que seamos felices.
Os dejo con dos canciones, algo antiguas, pero que seguro
que reconocéis. Una me recuerda, sin duda al verano: “Hace calor” y otra hace
mención a la felicidad.