martes, 16 de octubre de 2018

La cuenta atrás



Abriendo puertas


La vida está repleta de etapas, unas se abren, otras se cierran. Y, a pesar de que a mí no me gusten demasiado los cambios, a veces son necesarios, para seguir adelante. Además, las transiciones no tienen que ser malos, sino más bien al contrario un soplo fresco de aire.

Antes de empezar los post temáticos sobre Japón, dejé una entrada sobre lo rápido que corre el tiempo. y cómo corre,  y sobre el año de cambios que estoy viviendo. A pesar de no contar mucho, algo avancé, y algo de lo que introduje fue que tendríamos un viaje muy especial.

El viaje está a punto de llegar, como siempre fuera de temporada y a un continente que no hemos estado nunca ninguno de los dos. El viaje tiene un significado especial, no por el destino en sí, porque realmente no sabía ni dónde estaba, si no el por qué del viaje. Y, es que Carlos y yo…. ¡Nos casamos!  
Sí, después de 15 años de relación damos el paso, sellaremos nuestra vida en común con una firma. En alguna que otra ocasión lo habíamos pensado, pero nos daba mucha pereza ponernos con todos los preparativos, pero este año, no sé si es que hemos madurado o no, pero hemos aparcado la desidia y nos hemos puesto a ello.   

¡NOS CASAMOS!

Brindis con pintas en un pub de Londres

La decisión 

Ni Carlos, ni yo nos lo pedimos,  hubiera quedado súper romántico explicar cómo fue la pedida, quién a quién y cómo ocurrió. Sin embargo, no hubo tal pedida, no es que seamos muy románticos…y, como digo, era un plan en el que en alguna que otra ocasión habíamos pensado y dialogado sin que llegase a más. Pero, este año llegó el momento. Puede que todo surgiera a raíz de nuestro último viaje del 2017, en el que regalé a Carlos por su cumpleaños un viaje a Londres. Allí entre: el frío, el final de temporada, las cervezas y la celebración del cumpleaños de Carlos, nos pusimos a hablar sobre el futuro, los planes y demás. Puede que ahí fuera cuando nos planteásemos de verdad que debíamos ponernos a ello, que siempre lo decíamos, pero nunca nos poníamos a mover papeles.  
A principios de año fuimos a informarnos al Registro Civil de Barcelona, y nos pusimos a recopilar toda la documentación que solicitaban. Teníamos varias maneras de hacerlo, aunque sabíamos que si lo llevábamos a cabo, sería por lo civil. No queríamos una boda multitudinaria, y podríamos haber ido con un par de testigos al Registro y ya está, sin embargo: Carlos dijo que ya que nos poníamos lo hiciéramos bien. Y, tenía razón, hoy día cuesta mucho juntar a todos los tuyos: familiares, amigos y compañeros.  
Además, las veces que habíamos ido al Registro Civil veíamos gente haciendo cola para casarse, y lo vimos un poco frío, seguro que más rápido y sin tanta parafernalia, seguro que después lo celebran con los suyos. De todas maneras, preferimos que si decíamos el: “Sí, quiero” lo dijéramos delante de los nuestros, de todos aquellos que forman parte importante en nuestras vidas, así sería mucho más especial.

Empezamos la aventura de buscar un sitio idóneo, para realizar: ceremonia, banquete y celebración en sí. Si era posible preferíamos hacerlo todo el mismo día, porque si teníamos que volver una vez más a la administración, ya era todo más engorroso. Y eso de hacer paripé como que no, ya que lo hacíamos que fuera todo el mismo día y con validez. Sin embargo, esto de buscar un sitio puede resultar una odisea. En primer lugar, había sitios que solamente realizaban banquetes, pero ceremonia no, como mucho algo extraoficial con actores, así que descartábamos. Otros eran preciosos, pero estaban muy lejos y no ponían muchas facilidades a que viniera Kenzie, y es que casarnos sin la principal testigo de nuestro amor no sería lo mismo, necesitamos que esté ella. Y, como queríamos que estuviera Kenzie, empezamos a mirar hoteles, para que si después había música y bailoteo la pudiéramos dejar en algún sitio tranquila, y una habitación sería ideal. 
Nos encontramos que muchos sitios que visitamos ya tenían todas las fechas del 2018 reservadas, cosa que nos sorprendió, ya que nosotros solamente estábamos tanteando el terreno: no podíamos decir ninguna fecha, ya que no teníamos resolución del registro civil. Entonces, no podíamos entender cómo había gente que lo organizaba con más de un año de antelación, sin saber fechas, y ni haber iniciado papeleo. Eso sí, aunque vayas mucho más tranquilo organizándolo con tiempo, no queríamos estar años organizando un día. Así que, cuando ya nos dieron la resolución en Mayo, ya tuvimos que elegir lugar, fecha y cómo lo queríamos hacer. A partir de esa fecha podíamos casarnos cuándo quisiéramos, ahora era cuestión de encontrar disponibilidad en los lugares que habíamos visitado y valorar todas las posibilidades que nos ofrecían. 
Finalmente elegimos un hotel situado cerca de Montserrat, a primera vista es feo, para que nos vamos a engañar: aún recuerdo la frase de Carlos nada más bajar del coche: “Es feísimo” pero ya que estábamos allí lo visitamos. Por dentro no lo es tanto, y las vistas eran bonitas desde allí, pero lo que más nos atrajo fueron las facilidades y la profesionalidad que se le notaba a la coordinadora de eventos, nos proporcionó mucha seguridad y confianza. 

Elegimos la fecha, sabiendo que queríamos que fuera en octubre, pero sin tener claro qué día, ya que eso no dependía tanto de nosotros como de la disponibilidad. Ya he comentado que hay mucha gente que planifica este tipo de eventos con mucho tiempo, así que costaba encontrar fecha. Queríamos que fuera en octubre, porque es nuestro mes, es cuando es nuestro aniversario, cuando casi siempre nos vamos de vacaciones y todavía no hace mucho frío. Además si teníamos que organizar todo, necesitábamos algo de margen. Queríamos que fuera en sábado, porque siempre va mejor para los invitados, además de que es un día que nos gusta, siendo fin de semana alegra más a cualquiera. 

El día que nos ofrecieron fue el 20 de octubre sábado. Y con ese día nos quedamos. No nos desagradó para nada, una cifra redonda, octubre, sin ser principio, ni final. Así que, empezamos a arrancar, sabiendo fecha, teniendo lugar y ahora tocaba que los invitados lo supieran. Muchos sé que alucinaron, otros se quedaron como en shock, ya que a estas alturas nadie se lo espera y menos que sea con celebración y que lo queramos hacer boda, boda.  Nuestros padres al principio, creo, no supieron reaccionar con la alegría que nos imaginábamos, pero es que para ellos después de tanto tiempo juntos conviviendo, no entendían el porqué. Afortunadamente con los meses lo fueron asumiendo y están siendo unos grandes aliados en nuestra planificación. 

Ahora ya estamos a 4 días del gran día. El 20 de octubre será el día que nos casemos rodeados de los nuestros. Estamos bastantes nerviosos, con ilusión, con ganas, pero nerviosos. Nos preocupan pequeñas cosas, algunas que ni podemos controlar como si lloverá, tronará o granizará (crucemos los dedos para que salga el Sol). Haga la climatología que haga nos sentimos bien arropados, porque estaremos rodeados de los nuestros.

El viaje

Después de casarnos tenemos un destino para la Luna de Miel. Es un lugar que está en un continente en el que no hemos estado, y que reconozco que no sabía ni ubicarlo en el mapa. Y, es que nos vamos a Isla Mauricio. Barajamos diferentes sitios, pero después de informarnos en agencias de viaje, leer y hacer presupuestos, descartamos algunos. Nos propusieron Isla Mauricio, ubicada debajo de Madagascar y arriba de Isla Reunión. 
Creemos que es un buen sitio para desconectar, con buena temperatura: al estar en el hemisferio sur será principio de verano. Así que podremos disfrutar de la playa, ya que este verano con todo el jaleo, trabajando y sin vacaciones, apenas hemos pisado la arena. Tendremos playas, piscinas y excursiones. Así que desconectaremos, pero también queremos descubrir la isla, así que hemos contratado  unas cuantas excursiones, ya que tenemos  bastantes días por delante, para que haya tiempo para todo. 

Tic-Tac  

Y, la cuenta atrás ahora sí que ha llegado. Nos quedan cuatro días para casarnos, para juntarnos con los nuestros, para celebrarlo por todo lo alto y para coger las maletas y enfrentarnos a un vuelo de más de 12 horas, para descubrir una nueva isla en el continente africano. Muchas aventuras por delante, muy seguidas, así que los nervios a flor de piel y la emoción y la ilusión como compañeras de estos días me despido hasta la vuelta.



A la vuelta, os contaré cómo ha ido todo, además de terminar nuestro viaje por Seúl (si es que me acuerdo de algo después de un año) y continuaré contando la época de transiciones. Pero, como digo, la vida está repleta de etapas, unas se abren, otras se cierran, pero siempre hay que seguir adelante, porque si una puerta no se abre, se puede abrir una ventana. Pero, en este caso, vamos abriendo puertas de par en par.