miércoles, 5 de febrero de 2014

Recuerdos: Discursos olvidados y presentes

Hace dos semanas reflotaron en mí recuerdos olvidados….No surgen porque sí, así que se merecen un homenaje. La semana pasada, última de enero, fue intensísima, llena de nuevas experiencias y momentos. Pero, esa semana me la reservo, porque al haber sido tan intensa, aún la estoy procesando. A veces, cuantos vives tantos momentos, y no tienes tiempo para darte cuenta, es como si no hubiera pasado. ¡Ha pasado! Pero aún lo estoy procesando, para ser consciente de tanto de lo que he hecho.

Ahora os dejo con los recuerdos que me vinieron a la cabeza…. Si reaparecen es por algo, y aquí están.

Los recuerdos son imprevisibles, aparecen cuando menos te lo esperas. Son flashes que se recrean en tu mente, sin venir a cuento. Bueno, en cierta manera, no aparecen porque sí. Se reflejan por circunstancias. Por ejemplo, puede que veas algo y te recuerde a algo que ya viste hace tiempo.  Sucede igual con los sueños, dicen que el mundo onírico no está muy distanciado con la realidad. Depende de lo que hayas hablado, hayas hecho ó dónde hayas estado, aunque sean de una forma difuminada después en tu subconsciencia, mientras duermes, aparecen rastros de esas personas, lugares o hechos de ese día o días anteriores. Nunca se sabe lo que vas a soñar. Pues, sucede un poco igual con los recuerdos.  Nunca sabes cuándo van a aparecer. Depende de tus vivencias aparecen por arte de magia.

Durante esta semana, en la que por fin, estoy sumergida en un proyecto innovador para mi vida, han aparecido rastros de vivencias pasadas. Como es algo inédito lo que estoy haciendo, no puedo recordar algo similar. Pero, durante esta semana he tenido que vencer miedos: miedo escénico, miedo al hablar en público y en definitiva a hablar. Cuesta mucho arrancar, como siempre que haces algo nuevo, es desconocido y te crea inseguridades. Es un terreno que es ajeno al tuyo, desconoces y te siente fuera de onda. Pero, poco a poco, como cuando empiezas un nuevo trabajo, vas aprendiendo y cogiendo la dinámica, sabiendo cuál es tu función.

Me han venido recuerdos como: la primera vez que dí una clase en un instituto. La primera vez, me temblaba todo el cuerpo. Tenía que ser segura y estar delante de una clase. Afortunadamente, no fue una clase numerosa. La cual cosa me facilitó la tarea de enseñar. Como no quería hacer una clase monótona y en la que yo estuviera todo el rato hablando, pude hacer una clase algo dinámica. En la que los alumnos formasen parte de esa enseñanza. Porque, aunque ellos no lo supiesen, sabían del tema, solamente hacía falta hacerles partícipes. Una forma de que la clase fuera interactiva, y de que ellos me ayudasen. No es lo mismo una persona que puede ir mirando “la chuleta” que alguien que lo tiene todo en la cabeza. Es un hándicap el hecho de no poder ver y apoyarte en apuntes. A pesar, de que sí que los llevaba, a letra muy grande, pero entre que enfocaba y veía dónde estábamos, casi que ni los mire, porque eso de dejar espacios en blanco no está bien. Ni para ellos, que seguro que se hubieran puesto a hablar de sus cosas, ó, hubieran desconectado. Como para mí, que rompía la dinámica de la clase.
Por suerte, todos fueron partícipes de la clase, me ayudaron, se ayudaron, y espero que aprendieran algo. La clase que dí, fue sobre la publicidad y su lenguaje: El lenguaje publicitario. Hubiera estado muy bien aportar algún vídeo sobre algún anuncio, para que a través de los ejemplos viesen el lenguaje y  las partes principales. Pero, empecé la clase diciendo que en la publicidad, a veces una imagen vale más que mil palabras. Pero, en ese caso, íbamos a convertir que mil palabras- las mías- valiesen más que una imagen. Algo complicado. Pero, eso de que se de todo por hecho por tan solo ver una imagen, es sencillo, porque entiendo que la vista es uno de los sentidos que más utilizamos, pero no hay que dar todo por hecho. Sinceramente, yo hay anuncios que no entiendo, porque creen que por poner una música y una imagen ya han llegado al espectador, y será así, pero a mí ese tipo de publicidad tan visual no me llama nada la atención. Así  que, dejando de lado lo que a mí me gusta o no, creo que también se puede enseñar, y hacer algo dinámico sin poner soporte audiovisual. Quizás ellos no opinaron lo mismo, aunque no lo dijeron, porque recurrimos a los anuncios que recordaban- allí me dí cuenta de lo mayor que soy, ya que las generaciones no son las mismas, y ellos no recordaban anuncios que para mí eran presentes, allí te das cuenta del salto generacional-.  A pesar de mis primeros nervios, al estar sentada en la silla y ver lo que colaboraban los anuncios, por suerte fueron disipándose poco a poco, hasta llegar al punto que la clase se me hizo corta. Corta hasta cierto punto, porque uno de los puntos que hay que hacer a la hora de organizar la clase es organizar el tiempo, y creo que con las explicaciones, ejemplos y actividades cumplimos el tiempo estimado. Quedé muy satisfecha de la clase.

Ahora que pienso, todos los recuerdos que se han colado por la rendija de la memoria son de la misma época….En todos ellos, no aparece Kenzie, aún no había llegado a mi vida. Son de hace más de cinco años. ¡El tiempo pasa que ni te das cuenta!. Otro de los recuerdos, es de antes de hacer las practicas del CAP- el recuerdo anterior era de las prácticas del C.A.P-. Este recuerdo es de una asignatura que elegí como libre elección. Era una asignatura de Lingüística, pero que la escogí porque me parecía muy interesante y de la que estaba segura que aprendería muchas cosas. La asignatura se llama: Retórica. Quería aprender el arte del discurso. Sabía, porque el año anterior la había hecho otra compañera, que al final de la asignatura tendría que realizar un discurso en público y que, incluso, te grababan. A pesar de ello, me lancé a hacer esa asignatura. Porque quería aprender a vencer mis miedos, aprender a cómo efectuar un buen discurso. Vimos muchos ejemplos de discursos, sobre todo de políticos, aunque no los escriben ellos, y juegan con el telepronter y de un buen redactor detrás, pero ellos dan la cara. Aunque, juega un papel muy importante el carisma que transmitan al público que les escucha. En definitiva, llego el día del discurso. Cada una de nosotras, todas las de la clase éramos chicas,  teníamos que elegir un tema relacionado con nuestra universidad- un sitio que te llamase la atención por algo, tanto por el sitio en sí, como por llevarlo al ámbito personal-. Yo elegí, el jardín de la universidad. Pensé en cómo hacerlo, haciendo una presentación: con su parte de historia, su ubicación y su encanto. Pasando por el terreno de la anécdota personal, esa de porqué había sido tan importante para mí, y concluyendo invitando a todos a pasear por el locus amoenus que fluye por ese rincón que, a pesar de estar en el centro de Barcelona, transmite tranquilidad y te sientes en pleno contacto con la naturaleza.
Llegó mi turno, era la segunda en hablar,  y aunque tenía un atril no tenía nada que poner en él. Me hubiera gustado tener un apoyo, pero mi vista no colaboraba en ello. No para leer todo el discurso, eso es impensable, pero sí por si se me olvidaba algo.  Pero, no tenía nada, había estado memorizando mi discurso hasta la saciedad. Sin embargo,  a pesar de repetirlo y repetirlo, parecía que no recordaba nada de algo que había escrito yo misma. Estaba temblando, porque teníamos que hacer el discurso de pie y eso te impone más. Encima no hicimos el discurso en una clase cualquiera, lo hicimos en la capilla, un lugar que impone aún más, porque la acústica es mayor y se te escucha mucho más. Delante de mí, el atril, sin nada, bueno, creo que, con una grabadora que había dejado el profesor y un micrófono. Más adelante nuestro público, mis compañeras de clase y curiosos que se habían acercado para escucharnos.  No sabía cómo empezar, lo que más cuesta es ponerse en marcha. Empecé a presentar el jardín con fechas que bailaban en mi cabeza, datos históricos que bailaban, pero que estaban ahí. De repente el peor momento, esos en los que deseas que la tierra se abra y te caigas dentro del agujero y nadie te vea, me quedé en blanco. Totalmente en blanco. Un segundo, dos segundos, tres segundos….todo en silencio y el motor seguía sin arrancar. Todo fue porque me despiste, en medio del discurso, se abrió la puerta: empezó a entrar más gente, y entre el ruido, el saber que había más gente escuchando o no sé porqué hizo que me bloquease. Después de unos cuantos segundos, eternos para mí,  recuperé el hilo del discurso y continué, a pesar de la interrupción que me fastidió mucho, pero que sirvió para pensar, centrarme y continuar. Mi voz no era la mía, era una voz que temblaba. Al final pude concluirlo, pero s e me hizo eterno, y no duro ni cinco minutos. Pero, cinco minutos hablando delante de gente es muy duro.  Después de mi participación cambiamos de sitio, y yo pensando el porqué no se había hecho antes el cambio de sitio. Durante esos días la universidad estaba muy revuelta, había alumnos que se quedaban a dormir allí en protesta por el plan Boloña, y había gente que dormía con sacos de dormr en la capilla, por lo tanto el tránsito de gente alterada estaba por todas partes. No quiero justificar mi bloqueo por la gente que entraba y salía, y por el revuelo que había, pero quieras que no influye y te desconcentra que en medio de un discurso, entren, salgan y armen jaleo. 
Hablando con algunas compañeras que estaban entre el público, me comentaron que lo habían pasado mal con mi bloqueo, porque vieron que lo estaba  pasando mal y no me podían ayudar y veían que no arrancaba. Pero, que después lo había resuelto muy bien. Respiraron más tranquilas al ver que proseguía. Sin embargo, transmití mi tensión, porque me pareció escuchar que cuando, por fin, proseguí, un suspiro se hacía eco de mis palabras. Quizás no fue más que mi suspiro interior que se alegraba de que el espacio en blanco desapareciese. 
Eso sí, cuando finalicé mi participación, respiré mucho más tranquila y  me sentí liberada. Servía de consuelo saber que no era la única que estaba de los nervios antes del discurso. Por eso quise ser de las primeras, para poder quitarme la angustia cuanto antes.  Pero, qué bien te quedas una vez lo has hecho. Me sentí realizada, a pesar de ese momento de pausa, descargué adrenalina. Y ahora, le tocaba el turno a otra compañera. Como todas teníamos que hacer lo mismo, se respiraba un compañerismo envidiable, todas sabíamos lo que era estar delante del micrófono y nos respetábamos y apoyábamos.
A parte de la grabación, esa grabadora que estaba en el atril era para grabar nuestros discursos, el profesor estaba lejos , no sé dónde grabándonos. He encontrado el vídeo que nos hizo. Por suerte, no sale el momento del bloqueo, porque no está el discurso entero, sino que, hay diferentes momentos de las tres o cuatro que participamos. Todos los discursos están en Youtube, pero lo fue dividiendo por grupos y por partes de nuestra participación. Dejo el vídeo, ya que ahora que ha pasado el tiempo, es un bonito recuerdo del paso por la universidad, de esa asignatura y de ese momento.  ENLACE YOUTUBE

¿Por qué me han venido a la cabeza todos estos recuerdos? Ni yo misma lo sé, no he elegido recordarlos, pero han aparecido. Como he dicho al empezar, los recuerdos son retales de momentos que han formado parte de nuestra vida. Esos momentos se han hecho presentes, quizás porque he tenido que hablar en público, siendo clara y contundente. No ha sido así, los titubeos, las dudas e inseguridades se han hecho presentes. Lo cual es un impedimento a la hora de tener claro lo que quieres decir, modular la voz y estar tranquila. No os vayáis a pensar que he tenido que hablar delante de mucha gente, ni encima de un escenario, pero sí que ha sido   algo similar. 

Creo que lo de hablar en público es algo que superas con el tiempo, y, sobre todo, con la práctica. Así que, seguiré practicando, para que lo quiero expresar me salga de forma más clara, contundente y con más fluidez.  Tener claro lo que quieres decir, tener buena actitud y estar relajada son claves fundamentales. Ahora me falta llevarlo a la práctica. Y estoy dispuesta a ello, porque la mejor manera de proyectar la voz tal y como quieres, es con practica. Hay miles de ejercicios que ayudan a ello, y los voy a hacer, pero sobre todo, te tienes que enfrentar a las inseguridades y todo aquello que te impide seguir hacia adelante.  ¡Vamos a practicar!