Hace dos semanas reflotaron en mí recuerdos olvidados….No
surgen porque sí, así que se merecen un homenaje. La semana pasada, última de
enero, fue intensísima, llena de nuevas experiencias y momentos. Pero, esa
semana me la reservo, porque al haber sido tan intensa, aún la estoy
procesando. A veces, cuantos vives tantos momentos, y no tienes tiempo para
darte cuenta, es como si no hubiera pasado. ¡Ha pasado! Pero aún lo estoy
procesando, para ser consciente de tanto de lo que he hecho.
Ahora os dejo con los recuerdos que me vinieron a la
cabeza…. Si reaparecen es por algo, y aquí están.
Los recuerdos son imprevisibles, aparecen cuando menos te lo
esperas. Son flashes que se recrean en tu mente, sin venir a cuento. Bueno, en
cierta manera, no aparecen porque sí. Se reflejan por circunstancias. Por
ejemplo, puede que veas algo y te recuerde a algo que ya viste hace
tiempo. Sucede igual con los sueños, dicen que el mundo onírico no está
muy distanciado con la realidad. Depende de lo que hayas hablado, hayas hecho ó
dónde hayas estado, aunque sean de una forma difuminada después en tu
subconsciencia, mientras duermes, aparecen rastros de esas personas, lugares o
hechos de ese día o días anteriores. Nunca se sabe lo que vas a soñar. Pues,
sucede un poco igual con los recuerdos. Nunca sabes cuándo van a
aparecer. Depende de tus vivencias aparecen por arte de magia.
Durante esta semana, en la que por fin, estoy sumergida en
un proyecto innovador para mi vida, han aparecido rastros de vivencias pasadas.
Como es algo inédito lo que estoy haciendo, no puedo recordar algo similar.
Pero, durante esta semana he tenido que vencer miedos: miedo escénico, miedo al
hablar en público y en definitiva a hablar. Cuesta mucho arrancar, como siempre
que haces algo nuevo, es desconocido y te crea inseguridades. Es un terreno que
es ajeno al tuyo, desconoces y te siente fuera de onda. Pero, poco a poco, como
cuando empiezas un nuevo trabajo, vas aprendiendo y cogiendo la dinámica,
sabiendo cuál es tu función.
Me han venido recuerdos como: la primera vez que dí una
clase en un instituto. La primera vez, me temblaba todo el cuerpo. Tenía que
ser segura y estar delante de una clase. Afortunadamente, no fue una clase
numerosa. La cual cosa me facilitó la tarea de enseñar. Como no quería hacer
una clase monótona y en la que yo estuviera todo el rato hablando, pude hacer
una clase algo dinámica. En la que los alumnos formasen parte de esa enseñanza.
Porque, aunque ellos no lo supiesen, sabían del tema, solamente hacía falta hacerles
partícipes. Una forma de que la clase fuera interactiva, y de que ellos me
ayudasen. No es lo mismo una persona que puede ir mirando “la chuleta” que
alguien que lo tiene todo en la cabeza. Es un hándicap el hecho de no poder ver
y apoyarte en apuntes. A pesar, de que sí que los llevaba, a letra muy grande,
pero entre que enfocaba y veía dónde estábamos, casi que ni los mire, porque
eso de dejar espacios en blanco no está bien. Ni para ellos, que seguro que se
hubieran puesto a hablar de sus cosas, ó, hubieran desconectado. Como para mí,
que rompía la dinámica de la clase.
Por suerte, todos fueron partícipes de la clase, me
ayudaron, se ayudaron, y espero que aprendieran algo. La clase que dí, fue
sobre la publicidad y su lenguaje: El lenguaje publicitario. Hubiera estado muy
bien aportar algún vídeo sobre algún anuncio, para que a través de los ejemplos
viesen el lenguaje y las partes principales. Pero, empecé la clase
diciendo que en la publicidad, a veces una imagen vale más que mil palabras.
Pero, en ese caso, íbamos a convertir que mil palabras- las mías- valiesen más
que una imagen. Algo complicado. Pero, eso de que se de todo por hecho por tan
solo ver una imagen, es sencillo, porque entiendo que la vista es uno de los
sentidos que más utilizamos, pero no hay que dar todo por hecho. Sinceramente,
yo hay anuncios que no entiendo, porque creen que por poner una música y una
imagen ya han llegado al espectador, y será así, pero a mí ese tipo de
publicidad tan visual no me llama nada la atención. Así que, dejando de
lado lo que a mí me gusta o no, creo que también se puede enseñar, y hacer algo
dinámico sin poner soporte audiovisual. Quizás ellos no opinaron lo mismo,
aunque no lo dijeron, porque recurrimos a los anuncios que recordaban- allí me
dí cuenta de lo mayor que soy, ya que las generaciones no son las mismas, y ellos
no recordaban anuncios que para mí eran presentes, allí te das cuenta del salto
generacional-. A pesar de mis primeros nervios, al estar sentada en la
silla y ver lo que colaboraban los anuncios, por suerte fueron disipándose poco
a poco, hasta llegar al punto que la clase se me hizo corta. Corta hasta cierto
punto, porque uno de los puntos que hay que hacer a la hora de organizar la
clase es organizar el tiempo, y creo que con las explicaciones, ejemplos y
actividades cumplimos el tiempo estimado. Quedé muy satisfecha de la clase.
Ahora que pienso, todos los recuerdos que se han colado por
la rendija de la memoria son de la misma época….En todos ellos, no aparece
Kenzie, aún no había llegado a mi vida. Son de hace más de cinco años. ¡El
tiempo pasa que ni te das cuenta!. Otro de los recuerdos, es de antes de hacer
las practicas del CAP- el recuerdo anterior era de las prácticas del C.A.P-.
Este recuerdo es de una asignatura que elegí como libre elección. Era una
asignatura de Lingüística, pero que la escogí porque me parecía muy interesante
y de la que estaba segura que aprendería muchas cosas. La asignatura se llama:
Retórica. Quería aprender el arte del discurso. Sabía, porque el año anterior
la había hecho otra compañera, que al final de la asignatura tendría que
realizar un discurso en público y que, incluso, te grababan. A pesar de ello,
me lancé a hacer esa asignatura. Porque quería aprender a vencer mis miedos,
aprender a cómo efectuar un buen discurso. Vimos muchos ejemplos de discursos,
sobre todo de políticos, aunque no los escriben ellos, y juegan con el
telepronter y de un buen redactor detrás, pero ellos dan la cara. Aunque, juega
un papel muy importante el carisma que transmitan al público que les escucha.
En definitiva, llego el día del discurso. Cada una de nosotras, todas las de la
clase éramos chicas, teníamos que elegir un tema relacionado con nuestra
universidad- un sitio que te llamase la atención por algo, tanto por el sitio
en sí, como por llevarlo al ámbito personal-. Yo elegí, el jardín de la
universidad. Pensé en cómo hacerlo, haciendo una presentación: con su parte de
historia, su ubicación y su encanto. Pasando por el terreno de la anécdota
personal, esa de porqué había sido tan importante para mí, y concluyendo
invitando a todos a pasear por el locus amoenus que fluye por ese rincón que, a
pesar de estar en el centro de Barcelona, transmite tranquilidad y te sientes
en pleno contacto con la naturaleza.
Llegó mi turno, era la segunda en hablar, y aunque
tenía un atril no tenía nada que poner en él. Me hubiera gustado tener un
apoyo, pero mi vista no colaboraba en ello. No para leer todo el discurso, eso
es impensable, pero sí por si se me olvidaba algo. Pero, no tenía nada,
había estado memorizando mi discurso hasta la saciedad. Sin embargo, a
pesar de repetirlo y repetirlo, parecía que no recordaba nada de algo que había
escrito yo misma. Estaba temblando, porque teníamos que hacer el discurso de
pie y eso te impone más. Encima no hicimos el discurso en una clase cualquiera,
lo hicimos en la capilla, un lugar que impone aún más, porque la acústica es
mayor y se te escucha mucho más. Delante de mí, el atril, sin nada, bueno, creo
que, con una grabadora que había dejado el profesor y un micrófono. Más
adelante nuestro público, mis compañeras de clase y curiosos que se habían
acercado para escucharnos. No sabía cómo empezar, lo que más cuesta es
ponerse en marcha. Empecé a presentar el jardín con fechas que bailaban en mi
cabeza, datos históricos que bailaban, pero que estaban ahí. De repente el peor
momento, esos en los que deseas que la tierra se abra y te caigas dentro del
agujero y nadie te vea, me quedé en blanco. Totalmente en blanco. Un segundo,
dos segundos, tres segundos….todo en silencio y el motor seguía sin arrancar. Todo
fue porque me despiste, en medio del discurso, se abrió la puerta: empezó a
entrar más gente, y entre el ruido, el saber que había más gente escuchando o
no sé porqué hizo que me bloquease. Después de unos cuantos segundos, eternos
para mí, recuperé el hilo del discurso y continué, a pesar de la
interrupción que me fastidió mucho, pero que sirvió para pensar, centrarme y
continuar. Mi voz no era la mía, era una voz que temblaba. Al final pude
concluirlo, pero s e me hizo eterno, y no duro ni cinco minutos. Pero, cinco
minutos hablando delante de gente es muy duro. Después de mi
participación cambiamos de sitio, y yo pensando el porqué no se había hecho
antes el cambio de sitio. Durante esos días la universidad estaba muy revuelta,
había alumnos que se quedaban a dormir allí en protesta por el plan Boloña, y
había gente que dormía con sacos de dormr en la capilla, por lo tanto el
tránsito de gente alterada estaba por todas partes. No quiero justificar mi
bloqueo por la gente que entraba y salía, y por el revuelo que había, pero
quieras que no influye y te desconcentra que en medio de un discurso, entren,
salgan y armen jaleo.
Hablando con algunas compañeras que estaban entre el
público, me comentaron que lo habían pasado mal con mi bloqueo, porque vieron que
lo estaba pasando mal y no me podían ayudar y veían que no arrancaba.
Pero, que después lo había resuelto muy bien. Respiraron más tranquilas al ver
que proseguía. Sin embargo, transmití mi tensión, porque me pareció escuchar
que cuando, por fin, proseguí, un suspiro se hacía eco de mis palabras. Quizás
no fue más que mi suspiro interior que se alegraba de que el espacio en blanco
desapareciese.
Eso sí, cuando finalicé mi participación, respiré mucho más
tranquila y me sentí liberada. Servía de consuelo saber que no era la
única que estaba de los nervios antes del discurso. Por eso quise ser de las
primeras, para poder quitarme la angustia cuanto antes. Pero, qué bien te
quedas una vez lo has hecho. Me sentí realizada, a pesar de ese momento de pausa,
descargué adrenalina. Y ahora, le tocaba el turno a otra compañera. Como todas
teníamos que hacer lo mismo, se respiraba un compañerismo envidiable, todas
sabíamos lo que era estar delante del micrófono y nos respetábamos y
apoyábamos.
A parte de la grabación, esa grabadora que estaba en el
atril era para grabar nuestros discursos, el profesor estaba lejos , no sé
dónde grabándonos. He encontrado el vídeo que nos hizo. Por suerte, no sale el
momento del bloqueo, porque no está el discurso entero, sino que, hay
diferentes momentos de las tres o cuatro que participamos. Todos los discursos
están en Youtube, pero lo fue dividiendo por grupos y por partes de nuestra
participación. Dejo el vídeo, ya que ahora que ha pasado el tiempo, es un
bonito recuerdo del paso por la universidad, de esa asignatura y de ese
momento. ENLACE YOUTUBE
¿Por qué me han venido a la cabeza todos estos recuerdos? Ni
yo misma lo sé, no he elegido recordarlos, pero han aparecido. Como he dicho al
empezar, los recuerdos son retales de momentos que han formado parte de nuestra
vida. Esos momentos se han hecho presentes, quizás porque he tenido que hablar
en público, siendo clara y contundente. No ha sido así, los titubeos, las dudas
e inseguridades se han hecho presentes. Lo cual es un impedimento a la hora
de tener claro lo que quieres decir, modular la voz y estar tranquila. No os
vayáis a pensar que he tenido que hablar delante de mucha gente, ni encima de
un escenario, pero sí que ha sido algo similar.
Creo que lo de hablar en público es algo que superas con el
tiempo, y, sobre todo, con la práctica. Así que, seguiré practicando, para que lo
quiero expresar me salga de forma más clara, contundente y con más fluidez.
Tener claro lo que quieres decir, tener buena actitud y estar relajada
son claves fundamentales. Ahora me falta llevarlo a la práctica. Y estoy
dispuesta a ello, porque la mejor manera de proyectar la voz tal y como
quieres, es con practica. Hay miles de ejercicios que ayudan a ello, y los voy
a hacer, pero sobre todo, te tienes que enfrentar a las inseguridades y todo
aquello que te impide seguir hacia adelante. ¡Vamos a practicar!
Hola Pili.Tienes razón.y desde luego que tú lo haces muy bien.Mejor que yo desde luego.
ResponderEliminarEncantado de poder disfrutar de tu blog.Tienes un leal lector.Hoy te he visto en "saber y ganar".Me ha maravillado tu calidez y simpatía.Pienso seguir tu programa en la2 "Con mis ojos".Programa que no conocía.
También te sigo en twitter.Es un placer enorme conocer a gente que transmite tanta nobleza y pasión por la vida como tú.
Un fuerte abrazo Pili.