lunes, 26 de octubre de 2015

5 years ago...

DUBLIN TIMES


Hoy hace cinco años llegábamos a un país nuevo, cambiábamos de vida por una temporada. Una nueva etapa se abría para nosotros, no teníamos billete de vuelta. Estábamos llenos de ilusión. Pero, cabe decir, que Dublín, Irlanda, su gente, nos recibió con los brazos abiertos, aunque el tiempo ya empezaba a ser frío. Las primeras semanas fueron más que duras, porque por mucho que viajes con la maleta llena de ilusión, planes e ideas, cada día teníamos que ir a visitar casas en una ciudad desconocida, con un inglés, que digamos que no muy bueno, y que por mucho diccionario que llevásemos no servía de mucho.

Con el paso del tiempo, echo la mirada atrás y cuando recuerdo nuestra etapa dublinesa, no pueda más que esbozar una sonrisa. Fue un año intenso, con muchas vivencias, con frío, con lluvia, con Sol, con paseos, yendo a clases de inglés, fiestas, muchas fiestas, conociendo a mucha gente, gente con la que aún mantenemos el contacto, y es por eso, y por mil cosas más que se me dibuja una sonrisa. Sí, porque aunque ahora no viva esos nervios que los primeros días vivimos, el cerebro es muy selectivo y sabe quedarse con lo que quiere. Y yo me quedo con que esa etapa fue totalmente una experiencia: una de esas que no se olvidan fácilmente. No solamente por las vivencias, si no por la gente que fuimos conociendo por ese caminar, y que aún siguen en ese camino, a pesar de la distancia del tiempo.  

Kenzie y yo en la puerta de casa
La puerta azul de nuestra casa
Siempre digo que fue una aventura, una aventura que viví junto a Carlos y Kenzie. Y ese tipo de experiencias tan intensas, tan condensadas, unen mucho. Además siempre recordaré la casa donde vivíamos, una casita muy cerca de Croke Park, la casita de la puerta azul. Esa la de la puerta azul era la nuestra, ese azul que yo sí que distingo.
     El piso era muy pequeño, quiénes han estado se acordarán. El comedor, por decirlo de alguna manera, solamente tenía un sofá, no había ni televisión, solamente nuestros portátiles, y al lado, ya sin la famosa moqueta, estaba la cocina con barra americana. Todo era mini. Una habitación de matrimonio, con cama y estanterías, ni un armario. Un lavabo y poco más. Pero, teníamos la suerte de tener un jardín, que teníamos que atravesar para llegar a la lavadora. Ese jardín fue testigo de cuando disfrutamos como niños esa Navidad del año 2010 cuando nevó como nunca, quedando las tuberías heladas, pero nosotros disfrutamos haciendo muñeco de nieve, tirándonos bolas y viendo caer los copos. También, ese jardín servía para dar la siesta cuando algún que otro rayo de Sol se colaba por la ciudad, y de alguna que otra barbacoa. Recuerdo que para mi cumpleaños empezaron a aparecer rostros familiares, de gente que habíamos ido conociendo en Dublín, y acabamos cenando todos en el jardín. Ese jardín asilvestrado, hasta que conseguí que el casero nos mandase a un jardinero, para arreglar toda la mala hierba y dejase de ser un bosque, para convertirse en un jardín en condiciones. 

Pueden parecer tonterías que ahora me acuerde del jardín, de la casa, de la calle, de la nieve, de la escuela de inglés, pero todo eso sumado a los amigos que conocimos, más las visitas que recibimos no se olvida fácilmente. Fue un paréntesis de un año que nos sirvió de mucho, para afianzarnos como familia, para aprender inglés, para conocer a gente que también habían ido a aprender inglés, a movernos por una ciudad nueva y sobre todo para vivir todo tipo de experiencias juntos. Me encanta el carácter afable y abierto de los irlandeses, siempre que íbamos a un pub conocíamos a alguien y hacíamos un “aslonchas” con la Guinnes alzada. No digo nada de las canciones irlandesas, depende en qué pub te encontrases te podías encontrar que por arte de magia, dos o tres personas que estaban como tú tomando algo, sacasen instrumentos y afinases la voz y se pusieran, improvisadamente, a cantar canciones irlandesas. Era algo divertido, mágico y que animaba el ambiente, sumándonos a ellos, aunque ni supiéramos la letra, dando palmas, moviendo la cabeza o bailando.  

El tiempo pasa volando, pero me gusta que haya momentos para recordar. Los recuerdos cuando son buenos quedan grabados en la memoria, y no hacen falta ni las mejores fotografías, ni vídeos, simplemente quedan grabados en la retina. Te puedes quedar con la mirada fija en algo, y sin darte cuenta, se te queda cara de tonta ¿por qué? Porque el vídeo de los recuerdos, esos que tienes grabados, se activan sin que tú hayas querido pensar en eso, simplemente, algo hace que te recuerde aquella época. A veces va bien hacer kit-kat y respirar el aire de ciudades nuevas, gente desconocida y que acaba convirtiéndose en más que conocida y sentir el ambiente del día a día de un país diferente. No es lo mismo ir a un sitio por turismo que estar viviendo allí, sintiendo todo lo que pasa en la ciudad, yendo a comprar al super, conociendo a los vecinos, eso sí que es adentrarte de lleno en un país.

La verdad, me quedo con un buen sabor de esos tiempos irlandeses. La verdad, es que tengo ganas de regresar para hacer un remember en toda regla, siempre da gusto pasear por calles conocidas y ver que el tiempo ha pasado, pero que recuerdas dónde estás, dónde estuviste y qué pasó. Así que, quién sabe, quizás muy pronto visitemos a nuestra querida Dublín.  


Os dejo con música irlandesa, de esa que por arte de magia animaba el ambiente de cualquier fiesta. Espero que os anime y os sintáis como nos sentimos nosotros, libres corriendo por prados verdes, en la isla esmeralda.  


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