Memoria viva
Mi abuelo cumple 95 años...parecen muchos años. Pero, la vejez no se elige, nos llega a todos, nadie se libra y si se salva de ella es por un mal asunto. Cuidemos de nuestros mayores, porque tenemos mucho que agradecerles.
Cuando cumplir años ya no se convierte en una aventura, simplemente
en un día más. Cuando no sabes qué hoy es tu cumpleaños. Cuando cumples 95 años…. Y él sigue sin entender quién es ese hombre
que sale conmigo en la foto, a pesar de que le digo que es él, pero él no
se reconoce y en cambio me conoce a mí de pequeña. Y ahora me mira, y a
pesar de tenerme enfrente no me reconoce, quizás porque para él sigo siendo esa
niña de la foto. Mientras él ya se ha convertido en un niño otra vez.
Cuando alguien cumple años siempre es señal de celebración
de festividad, celebrar que cumples años es algo bueno, un año más en esta gran
novela que es la vida. Y hoy mi abuelo completa el capítulo 95 de esa gran
obra, su vida. Sí, cumple 95 años que se dice pronto, pero como supondréis ha
pasado de todo. Pasando por una guerra civil, por una marcha de su pueblo natal
a una gran ciudad, por sacar adelante a una familia, por una viudez, con sacar
adelante a tres chiquillos él solo, con trabajar, trabajar y trabajar
duramente. Con un segundo matrimonio, viviendo y descubriendo la ciudad
de los viñedos, cultivando una huerta, disfrutando de una jubilación, viajando
y redescubriendo la segunda juventud. Y cuando los viajes se terminan, la
huerta ya no existe y tu pareja de vida tampoco está? Pues, continua la vida
acompañado de quienes tú has criado, siendo ahora quien necesita cuidados y
cariño. Sin embargo, cuando los años pesan, la enfermedad aparece y el tiempo
no es un buen aliado, se piensa en lo mejor.
Ahora mi abuelo está en una residencia y para él es como si
estuviera en un hotel, o, mejor dicho, como si estuviera en un colegio. Tiene
compañeros con los que comparte conversaciones, juegos y ratos. Tiene
actividades programadas y cuidados las 24 horas al día. Cuando vamos a verle,
parece que nos haya visto el día anterior, y casi no nos presta atención,
porque como si de un trabajo se tratase, él tiene que acabar su dibujo, el cual
colorea como si no hubiera un mañana, sin importarle nuestra presencia. No,
porque no nos quiera, si no porque los años hacen de las suyas, y, ha vuelto a
ser aquel niño que un día fue.
Ha cambiado de escenario, ya no está en aquel pueblo que un
día le vio nacer, crecer y convertirse en un hombre. Ahora colorea como lo
haría hace 90 años allí, pero lo hace rodeado de gente de su edad, que
también tiene sus mismas inquietudes, o no, pero que por circunstancias están
en el mismo lugar.
A mí me encantaría que estuviera con nosotros conviviendo el
día a día, pero entiendo que nuestras obligaciones laborables no nos permiten
dedicarle el tiempo que él se merece, y él no entiende la soledad, ni por qué
estamos tanto tiempo fuera de casa, a pesar de que sepa que estamos trabajando.
Pero, quien espera, desespera, y el reloj parece que no avance. Ahora en la
residencia, tiene unos horarios, para levantarse, para el ejercicio diario,
para las actividades, para la comida, el dominó, la merienda, la hora de la
televisión, la cena. Al menos está más entretenido y cuidado. Siempre que podemos
vamos a verle, aunque no vayamos cada día, por la falta de tiempo, sabemos que
está bien, y cuando vamos queremos que nos cuente cosas y alguna que otra
anécdota sobre sus compañeros cae, y si no te reta a una partida de dominó,
aunque siempre quiere ganar y si no gana se enfada como si fuera un crío, aquel
crío que un día fue y que ha vuelto a ser.
Sí, porque creo que a medida que nos vamos haciendo mayores,
nos vamos haciendo un poquito más jóvenes. Sí, la vida es algo cíclica, y
como en sucede en la película de El curioso
caso de Bejamin Button, creo que nos vamos convirtiendo en niños.
Requiriendo los cuidados que un niño necesita, incluso volviendo a los pañales,
necesitando la ayuda para comer y no reconociendo a quienes te cuidan y te
quieren. Después de tanto esfuerzo, sacrificio y trabajo, toca que los demás te
tiendan la mano y te ayuden a recompensar todo lo que hiciste por ellos.
Puede parecer triste, pero cuando llevas tantos capítulos
acumulados, ya entremezclas los primeros capítulos con los del medio, y con los
de hoy. Ya no sabes dónde estás, o sí, pero cada vez es un ejercicio más
forzoso poder recordar los nombres. Tal y como me dijo una vez mi abuelo, me
dijo que, claro que sabía quién era, que mi nombre lo tenía en la punta de la
lengua, pero que no le salía. Me dolía, pero en el fondo lo entendía, pero
tampoco quería que se lo dijera, ya que él lo sabía. Y, cuando se le mete algo en la cabeza es complicado llevarle la contraria, porque como buen maño que es, es muy testarudo, y aunque no tenga razón, para él es la suya y no hay más. Y si te dice que tú no eres tú,n o hay manera de hacerle entrar en razón, aunque te entre hasta risa, por las ocurrencias que la mente juguetona le hace decir.
Una de las últimas veces que le he visto, a pesar de tenerme
enfrente era incapaz de reconocerle, y entre que yo no le veía y él no me decía
nada, la verdad es que fue una escena de película. Después, en vez de fijarse en mí, reconoció a Kenzzie y se puso súper contento al verla, más tarde cayó que Kenzie no estaba sola e iba acompañada, sí, por mí, y entonces reaccionó y se dió cuenta que yo también estaba ahí. Siempre que vamos, pienso que le hace más ilusión
que vaya Kenzie que yo, porque se pone muy contento al ver a la peluda, pero es
mutuo, porque Kenzie tampoco para de mover la cola, a veces hasta hay que
controlarla, porque pienso que hasta lo va a tirar de la silla de ruedas.
Aunque, por muy eufórica que se ponga, sé que tiene cuidado.
Hoy mis padres, Kenzie y yo hemos ido a visitarle para
felicitarle su gran hazaña: cumplir 95 años. Él casi que ni recordaba que era
hoy su cumpleaños, se pensaba que había sido ayer. No sabía con exactitud la
edad que cumplía, no es que quisiera quitarse años, pero estaba convencido que
eran 90 los que hacía, imagino que cuando superas cierta barrera, ya no quieres
asumir, o no te das cuenta, de lo que es cumplir un año más o menos. A su
manera le ha hecho ilusión que fuéramos a verle, que estuviera la peluda
moviendo la cola y saludándole, que le llevásemos a dar una vuelta y que le sacásemos
de la rutina. Ha empezado a contar historias, incluida la de cuando era un mozo
y tenía que ir a desbriznar la rosa del azafrán en Monreal de Campo. Me cautiva
como es la mente, no puede recordar qué ha comido, pero sí que puede narrar qué
hacía hace más de 80 años atrás. Le he llevado un par de fotos, porque aunque
sean unas retales del hoy, espero que no se queden aislados en el cajón de los
recuerdos, y a pesar de que cada vez le cueste más desgranar quiénes somos, con
la ayuda de las fotografías, las visitas y la magia de la mente, espero que no
nos quedemos en un recuerdo.
¡Muchas felicidades, yayo! Sigue siendo un niño, dibujando y
sonriendo, porque eso harás que permanezcas joven, a pesar de cumplir años. Un 30 de agosto de 1921 empezaste tu primer capítulo en Monreal del Campo, ahora llegas al 95 en una gran ciudad, y aún quedan más etapas por completar, aunque te parezan muchas las vividas. Brindo por todo lo que nos has regalado, y por todos los capitulos pasados o presentes que tienes que contar.
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