Vuelo a Japón
El
día 9 de octubre empezó nuestra aventura, para conocer el país del Sol
naciente. Con bastantes meses de antelación, cuando ya sabíamos que nuestras
vacaciones estaban aprobadas y nos podíamos lanzar de cabeza a mirar vuelos,
comenzamos a mirar diferentes vuelos hacia Tokio. Primero hicimos una
búsqueda a través de Skyscanner,
un buscador de vuelos, que no solamente te ofrece los mejores precios, sino que
también dispone la posibilidad de ofrecer fechas similares, como un día antes o
después del que has puesto, así, sobre todo, si estás de vacaciones, puedes
elegir un día u otro según el precio y horario que más te convenga. Este
buscador te lleva a la página del vuelo que más te interesa. En nuestro caso
nos llevó a Edreams y ahí podíamos elegir el horario exacto y las
escalas. Además, hay que tener en cuenta que para hacer búsquedas en
Skyscanner es conveniente ir borrando el historial de búsqueda, para que te
haga una nueva desde cero, sin que sepa qué destino y días estás buscando. Si
el servidor sabe que estás interesado en realizar ese viaje en cuestión, los
vuelos, por muy baratos que los hayas visto, cambiarán de precio de un día para
otro, incluso en cuestión de horas.
El
vuelo escogido salía el 9 de octubre, lunes, desde Barcelona, El Prat hasta
Tokio con una escala en Moscú. No entendíamos el porqué de que algunos vuelos
con muchas más horas y más escalas eran más caros, que el que cogimos con una
escala. Seguimos sin entenderlo, ¿Quién iba a querer pasarse todo el día
volando, hacer miles de escalas, pagar más, para llegar al mismo destino? No sé
quién puede desear ese tipo de aventuras aéreas, pero, lo que sí que sabemos es
que ya teníamos vuelo para volar a Japón. Eran más de 16 horas, pero, al fin y
al cabo no eran seguidas. Y ya se sabe que la distancia que hay entre Barcelona
y Tokio no es que sea corta, exactamente es de 10432 km yendo en línea recta.
Desconozco si los aviones van en línea recta o no, pero sé que pasa por
turbulencias, por nubes y por muchos países.
Nuestro
vuelo salía a las 12:15 horas del mediodía. Sin embargo, entre los nervios de
un largo viaje y la emoción. Nos plantamos en el aeropuerto a las 8:30 sabiendo
que, al menos hasta las 10 horas no podríamos facturar las maletas, pero, al
menos, por lo que pudiera pasar, ante cualquier contratiempo, ya estábamos en
el lugar desde donde saldría el avión.
Suerte
que fuimos con tiempo, porque enseguida localizamos la ventanilla de nuestra
compañía aérea, que en este caso fue: Aeroflot. Realmente nunca había escuchado hablar de esta
compañía, pero mirando por Internet descubrimos que existía y que es una
compañía aérea rusa. Cuando localizamos el lugar donde facturar, vimos que sin
que hubieran abierto, había bastante cola. Así que, nos pusimos enseguida
detrás de japoneses que regresarían a sus hogares. Sí, en la cola la mayoría
eran asiáticos, al menso por lo que me comentó Carlos los rasgos los tenían.
Detrás nuestro y con el paso de los minutos empezaron a llegar más españoles, se
nos nota enseguida con el escándalo y nuestro tono de voz, nada que ver con el
de ellos, que si a mí no me dicen que hay gente, me creo que no hay nadie por
lo silenciosos que estaban todos, y eso que eran bastantes, pero no irían
juntos . La fila india parecía que no se movía, pero no podía hacerlo, porque
las ventanillas seguían cerradas a cal y canto. Nosotros con nuestras maletas,
las mochilas, chaquetas, almohada para el cuello, ilusión y nervios a raudales,
estábamos de pie, impacientes a que llegase el personal de la compañía para que
la conga empezase a moverse.
Más
de media hora después empezó a moverse la gente. El personal parecía que se
ponía en marcha. Sin embargo, como siempre, primero facturaban quiénes eran
preferentes. Nosotros no lo éramos, no íbamos en primera clase. Paciencia
también viajaba con nosotros, y después de esperar y esperar, llegó nuestro
turno. No tuvimos exceso de equipaje, ya que se podía facturar hasta 20 kg. por
maleta. Facturamos dos, una cada uno. Nos dieron las tarjetas de embarque, los
billetes, tanto para Moscú, como otro para Moscú-Tokio. Pregunté si en Moscú
teníamos que recoger las maletas, me dijeron que no, que no me preocupase que
las maletas ya iban directa a Japón. Imagino que haciendo el mismo recorrido que
yo, y al ser los dos vuelos de la misma compañía, ya se encargaban ellos. Así
que fuera preocupaciones.
Sin
maletas y con menos peso, nos fuimos a pasar el control de seguridad. Más
colas. Pasados todos los controles, nos dedicamos a buscar nuestra puerta de
embarque, una vez localizada, ya pudimos ir a desayunar. Aunque realmente,
entre hacer colas, para facturar, para los controles y para todo, el tiempo
había pasado sin haber hecho nada. Desayunamos algo, más bien, me puse las
botas, pero es que con los nervios me da por comer, y me comí de buena mañana
una hamburguesa. Y con la digestión sin hacer nos fuimos a nuestra puerta de
embarque, otra vez la gente impaciente ya estaba ordenadamente haciendo cola,
sin que hubieran abierto, sin que hubiera nadie del personal, solamente los
impacientes. Pero, como veíamos que la cantidad de gente cada vez era más
amplia, optamos por hacer el tonto y esperar como todos ellos a que abriesen la
veda para poder entrar al avión. Esperamos, esperamos y esperamos, pero nos
notificaron que salía con retraso.
Finalmente
dentro vimos que, a pesar de haber podido elegir y que Carlos tuviera su
preciada ventana, no nos tocó ir solos. Los asientos eran de tres. Al lado nos
tocó un hombre que yo creo que era ruso, sinceramente no lo sé, porque mucha
conversación no nos dio, ya que creo que se pasó todo el vuelo durmiendo. Hay
gente que tiene mucha facilidad para quedarse dormida en cualquier parte, y
entre esa gente me incluyo. Carlos me decía que ese señor y yo le dábamos
envidia, porque él intentó dormir en varias ocasiones y no lo logró.
De
Barcelona a Moscú fueron sobre cinco horas. Después se supone que entre
vuelo y vuelo teníamos más de una hora y media, para dedicarnos a esperar a que
saliera el vuelo a Japón.
Segundo vuelo: Corriendo por los pasillos
de un aeropuerto desconocido
Sin
embargo, como nuestro vuelo de Barcelona salió con retraso, no tuvimos que
esperar en el transbordo de avión. De hecho tuvimos que correr, más bien volar,
por un aeropuerto desconocido hacia nuestra puerta de embarque. Suerte que
íbamos sin maletas, que las maletas ya las llevarían ellos. A nosotros en ese
momento el equipaje era lo que menos nos preocupaba, lo que no queríamos era
perder el vuelo. Después de haber estado 5 horas sin movernos, con sueño,
perdidos y nerviosos: tuvimos que correr muchísimos. Hasta que nos pararon,
para pasar un control de seguridad, así que empezamos a poner todo en bandejas,
enseñamos el pasaporte y los billetes, y si ya estábamos preocupados, el grito
de una rusa diciendo en inglés que el avión estaba a punto de salir, nos incitó
a dar unas zancadas como nunca. Yo iba agarrada a Carlos y no recuerdo casi
nada de ese transcurso, fue muy rápido, y recuerdo giros bruscos, esquivar a
gente, rozarme con ellos y seguir corriendo. Al contrario que nos había
sucedido en Barcelona, no tuvimos que hacer nada de cola para entrar en el
avión. Llegamos por pelos, de los últimos, pero entramos.
El vuelo: Moscú-Tokio
Nuestros
asientos, no estaban ubicados en la ventana. Siguiendo los consejos de la chica
que nos dio los billetes en Barcelona, elegimos pasillo, en primera fila, para
tener más espacio y poder estirar los pies. Sin embargo los asientos eran de
cuatro personas, ningún problema, éramos dos, pero al poco de llegar nos
dijeron en inglés de cambiarnos, pero entre desubicados y sin saber el porqué,
creo que ni respondimos, debieron pensar que no sabíamos inglés. Así que se lo
dijeron a la chica de al lado, que se fue hacia un lado, hacia una ventana. Con
ese cambio aquella chica salió ganando, ventana y tranquila, sin nadie al lado,
o sí, la perdimos de vista. Pero, a nosotros nos tocó una pareja con un bebé.
La criatura ya vino llorando, inquieto, así que nos arrepentimos enseguida de
no habernos cambiado.
Entre
tanto ajetreo de quedarnos sin un respiro, para poder volar, sentarnos y ver
que no eran tan buena idea esos asientos de cuatro personas, en medio del
avión, y con un bebé al lado. Se supone que en ese vuelo sí que teníamos que
dormir sí o sí, ya que no era un vuelo de cinco horas, si no de 9 horas y algo,
y llegábamos a Japón de buena mañana, así que teníamos así que teníamos que
descansar y recargar las pilas, para que no nos afectase tanto el jet lag.
¿Quién
puede dormir con un avión que no apaga luces, hace ruido a todas horas, no
paran de cebarte y con un bebé al lado? Pues, una vez más, me llevo la medalla
a la más dormilona, no sé cómo me lo hago, pero tengo esa facilidad. No dormí,
ni mucho menos, las nueve horas, porque nos daban el desayuno, la cena o la
comida, pero no paraban de darnos comidas. Además, teníamos una pantalla para
ver películas , series y ver por dónde iba el avión, en ningún momento la
utilicé, porque una vez más, el hecho de estar en primera fila y tener que
sacar un brazo articulado, para poder ver la pantalla no era tan buena idea,
como el resto de pasajeros que tenían la pantalla en el asiento delantero.
Cabe
decir, en defensa del pobre bebé, que no estuvo llorando todo el viaje, hubiera
sido cantante de ópera, pero al principio sí, que lo hizo. Además, parecía que
lo hiciera aposta, justo cuando estabas cogiendo el sueño, cuando la cabeza se
estaba cayendo, él daba un respingo y hacia que el llanto nos despertase.
Dejando
esa anécdota a un lado, ya que la pobre criatura no tiene la culpa, y creo que
en todos los vuelos siempre hay una. Creemos que elegimos mal, que deberíamos
haber escogido ventana, porque además esos asientos no eran de tres, ni de
cuatro, eran de dos personas, y hubiéremos estado más cómodos, siendo dos, para
eso hay confianza. Lo bueno de nuestros asientos, algo bueno tenía que tener
estar ahí, era que podíamos estirar los pies, levantarnos, ir al lavabo sin
tener que molestar a nadie, y pocas más ventajas.
Media
hora antes de bajar, o un poco antes, nos trajeron un papel pequeñito que
teníamos que rellenar, al estilo de cuando viajas a los Estados Unidos, en el
que tenías que escribir tus datos: nombre, apellidos, días que ibas a
estar, dónde te vas a alojar, etc. Entre dormitar, comer y morirnos de ganas
por llegar, llegó el momento de aterrizar. Teníamos muchas ganas de entrar en
el país, caminar y estirar las piernas, aunque después de casi nueve
horas sin casi moverlas, se nos hacía muy raro, era como que pesaban más
de la cuenta. Una vez bajamos tuvimos que, después de atravesar pasillos y
pasillos, largos y silenciosos, pasar con el control de llegadas. Había
mucha cola y ahí tenías que presentar el papel rellenado con la información.
Además, si no recuerdo mal, aparte de revisar los pasaportes, te hacían una
foto. Una vez pasado el trance de toda la documentación, y cuando parecía
que ya nos habíamos librado de todas las esperas, llegó el momento de las
maletas.
¿Y nuestras
maletas?
Llegamos a la cinta de las maletas, ya no quedaba casi
nadie. Casi todos los que viajaban con nosotros o nos habían adelantado en las
colas de control de entrada, o bien, eran japoneses y no tenían que hacer cola
en inmigración. Por tanto, estábamos ahí esperando a que salieran las maletas,
las nuestras, porque la cinta hacía un rato que seguía moviéndose, pero casi
sin equipaje encima. Al cabo, de un rato, Carlos se percató que había un cartel
con nuestros nombres e indicaba adónde dirigirnos. Un señor, que no sé de donde
sería, pero que tenía un inglés perfecto, nos ayudó. Él era de la compañía y
nos comunicó que nuestras maletas no estaban, no habían llegado a Japón,
se habían quedado en Moscú. Claro, entre tantas prisas para hacer el transbordo
de avión, pues al equipaje de muchos de nosotros, quiénes hacíamos la misma
ruta con la misma compañía, nos encontrábamos en la misma situación.
Este señor de AeroFlot nos hizo rellenar varios papeles,
para que constase que éramos los propietarios de las maletas. Nos explicó que
llegarían al día siguiente, así que teníamos que proceder a dejar por escrito
la dirección del hotel, ya que se encargarían de llevarlas directamente allí.
Estábamos tan cansado y anonadados, que ni estábamos enfadados. No teníamos
equipaje, pero teníamos nuestras mochilas, mucha ilusión y no estaba pérdidas
del todo, al día siguiente estarían con nosotros y ahora no íbamos cargados. Le
tuvimos que describir cómo éramos las maletas, así que aprovechamos para
enseñarle alguna de las fotos que habíamos hecho en el aeropuerto de Barcelona,
para que lo viera por él mismo. La cosa quedó así y nos acompañó al último
control antes de salir del aeropuerto.
En el
aeropuerto de Tokio: Narita
No sé realmente a qué hora japonesa llegamos a Japón,
creo que serían las 10:30 pero entre tantas esperas, burocracias e incidentes
de última hora, ya se había pasado más de una hora en el país nipón y no
habíamos pisado la calle.
Aún quedaban cosas por hacer en el aeropuerto, y una
de ellas era cambiar el dinero en efectivo que llevábamos preparado para
cambiar. Hicimos cambio de euros a yenes. Nos habíamos informado y nos habían
comentado que en el aeropuerto de Japón era en el que mejor cambio ofrecía.
Siempre va bien llevar algo de dinero en efectivo, porque, al contrario de lo
que se puede pensar de un país tan avanzado tecnológicamente como Japón, en
muchos sitios no aceptan tarjetas de crédito y prefieren que les pagues en
cash.
Por supuesto, después de tener el dinero, fuimos a un
punto de información para obtener uno de esos mapas de la ciudad de Tokio que
nos gusta siempre tener, aunque después siempre acabes utilizando el móvil y
sus aplicaciones. Además, ahora que no me oye, pero Carlos siempre acaba
doblándolos mal, con lo consiguiente: acaban rompiéndose, de tanto abrirlos y
cerrarlos. Así que hay que coger más de uno, por si las moscas.
Y si algo surrealista puede pasar en algún sitio, Japón se
lleva la guinda. Entre que íbamos a buscar el mapa y no, nos pararon unos japoneses con cámaras,
querían saber el porqué de elegir Japón como destino. Era un japonés con un
micrófono de alcachofa, que te preguntaba, al estilo reportero indiscreto , un
cámara y una intérprete que nos iba traduciendo las preguntas en inglés.
Estábamos entre sorprendidos y con algo de vergüenza, pero con algo de risa
también, porque era algo insólito. Esas preguntas eran para un programa de
televisión japonés que se llama “Why did you come to
Japan?” de eso nos enteramos días más tardes, gracias a un amigo japonés,
pero en ese momento no sabíamos ni qué era. Sobre todo creo que nos pararon,
primero por nuestras pintas de turistas y por una camiseta que llevaba Carlos
de un anime muy famoso en Japón, Drago Ball. He
intentado conseguir el vídeo que nos hicieron, pero de momento no ha habido
manera de que me envíen ningún link. Si algún día lo consigo, lo colgaré en
esta entrada, ya que sirve de recuerdo para nuestras memorias a la llegada a
Japón.
Después de ese paréntesis que nos sacó de nuestro
letargo, tuvimos que buscar una oficina de Japan Rail Pass para activar
nuestros billetes comprados desde España. Con esos billetes teníamos
oportunidad de desplazarnos en transporte ferroviario sin necesidad de estar
comprando billetes, ya los teníamos, ya los habíamos pagado en Barcelona. Ahora
solamente faltaba activarlos. Y, no me lo podía creer, otra vez tuvimos que
esperar a ser atendidos. Una vez nos atendieron, nos dieron todo tipo de
información, nos activaron el pase y nos dieron un mapa de los trenes que sí
que podíamos utilizar, incluidas algunas líneas de metro.
Ahora, por fin, era el momento de dejar el aeropuerto.
Así que, siguiendo las indicaciones que nos habían dado en las oficinas del
Japan Rail Pass nos fuimos a buscar el Narita
Express, un tren que nos dejaría en Tokio, en una parada relativamente
cerca de nuestro hotel.
Y así, sin darnos cuenta, volando, ya estábamos en Tokio. Ya
estábamos a día 10 de octubre. El día 9 nos lo habíamos pasado volando. Ahora
faltaba empezar la aventura de pisar sus calles.
Y para poner banda sonora a este vuelo e ir anbiéntandonos con Japón, os dejo con la versión original, japonés, de un anime que seguro que conocéis: Dragon Ball Z.
Y para poner banda sonora a este vuelo e ir anbiéntandonos con Japón, os dejo con la versión original, japonés, de un anime que seguro que conocéis: Dragon Ball Z.
Vlog: Nuestro viaje a Japón 2017
Enhorabuena por tu experiencia, estaba pensando tomar un vuelos barcelona japon ya que quiero viajar con mis amigos las próximas vacaciones.
ResponderEliminar