LA ÚLTIMA ESCAPADA DEL AÑO: LOGROÑO 2013
Casi con seguridad, me atrevo a decir que, lo que os voy a
contar, ha sido nuestra última escapada de este 2013. Sí, porque el año está a
punto de acabar, porque vienen fiestas familiares y hay que estar al lado de
los tuyos, y porque durante este año, ya hemos tenido suficiente. Tendremos que
cargar las pilas, para que el año que viene haya más y mejores escapadas,
viajes de los que aprendes y descubres.
CIUDAD DE RECUERDOS
En esta ocasión, nuestro viaje, mini viaje, fue a Logroño ,
capital de La Rioja. Ciudad de la que guardo muchos recuerdos, donde he pasado
casi todos mis veranos, hasta que llegó la adolescencia, y preferí quedarme con
mis amigos. Sin embargo, durante años he estado yendo allí. Mientras muchos
veraneaban en pueblos, yo pasaba mis veranos en una capital de provincia. Sí,
no era un pueblo, no había peñas, no iba en fiestas, pero, de todas maneras,
eran unos veranos excepcionales. Además, Logroño, a pesar de que con los años
está creciendo mucho, siempre ha sido como un pueblo para mí. Un lugar pequeño,
donde te lo puedes recorrer andando, donde todo el mundo se conoce y preguntan
por ti. Iba a Logroño, porque mis abuelos eligieron ese lugar cuando
llegó la edad de la jubilación, buscaban un lugar tranquilo y, sin duda, ese
era el lugar indicado.
Me encantaba ir a Logroño, para verles, pasar ratos con
ellos, ir a las piscinas, ir a la huerta del yayo, en la orilla del río Ebro,
pasear, ir al Espolón y cuando venían mis padres ir a la Calle Laurel a comer
unos pinchos y beber unos mostos. Logroño tenía un sabor diferente a
Barcelona, no había tanto gentío por todas partes, el agua sabía diferente, y
esos veranos…. Quizás, estoy hablando desde una nostalgia, viendo que los
años han pasado, que he crecido, y que muchos de los que estaban en ese Logroño
que recuerdo ya nos han dejado. Muchos no están en esa ciudad querida, otros ya
no están allí – a mi abuelo nos lo trajimos a Barcelona, para que estuviera más
cerca y acompañado-. Pero, todos los demás ya no están allí. Antes de que la
nostalgia se apodere del todo de mí, voy a continuar…
Sin embargo, dejando de lado las sensiblerías, que siempre me
dominan, vamos al tema: Este diciembre,
aprovechando el puente de la Constitución, y, sobre todo, sabiendo que,
aparte de los días festivos, Carlos tenía unos días más, aunque fuera uno más….
Pues cogimos carretera y manta, y nos fuimos dirección a Logroño. La idea
original era ir a Euskadi, pero, entre el frío que hace en esta época del año ,
los pocos días y que Logroño nos llamaba la atención. Dejamos de lado la
posibilidad de ir al País Vasco, a pesar de las ganas de Carlos por
conocer esa comunidad autónoma. Reconozco que, a mí también me llama la
atención, pero quizás es mejor ir en una época, donde el paisaje este más
verde… Nosotros no tenemos cadenas, y la posibilidad que durante el trayecto
nos encontrásemos nevadas, yendo al norte era factible, así que dejamos esa
opción para más adelante. Además, si un día veíamos la posibilidad y las
ganas nos acompañaban, siempre se podía realizar ese viaje. Utilizando Logroño
como campamento base. De La Rioja a cualquier lugar del País Vasco no hay
mucho, así que siempre que nos apeteciese, sobre todo al conductor, se podía
barajar esa posibilidad.
El viaje
De momento, vamos a centrarnos. Salimos de Barcelona el
jueves, víspera del día de la Constitución. El viaje no se hizo muy largo,
aunque cuando rozábamos Lérida, la cosa se puso muy nublada, y la niebla empezó
a hacerse muy presente…Más despacio, con calma, tranquilidad, y con luces
antiniebla, superamos el primer obstáculo que nos ponía la carretera. Por
fortuna, no hubo ninguna traba más en el camino. Además, tuvimos suerte y no
cogimos caravana. Así que llegamos muy bien. Haciendo las paraditas, para
estirar las piernas, ir al lavabo o que Kenzie corriese un poco y también se
desahogase. Llegamos a Logroño sobre las cinco de la tarde. Con algo de hambre,
pero dada la hora que era, no era plan de pegarse un banquete, picamos algo en
un bar y ya era suficiente.
Pero…. ¿dónde nos
íbamos a alojar?
Por suerte, disuadí a Carlos de ir a la aventura. Habiendo
un puente de por medio, no era plan de jugarnos todas las cartas, y tener que
dormitar en el coche, que ya no tenemos edad. Así que el día anterior, nos dio
por buscar en Internet: hostales, pensiones, albergues, hoteles…. Solamente,
con la idea de mirar la disponibilidad, y apuntarnos las direcciones, para una
vez allí fuéramos allí a preguntar. Sin embargo, nos dio por llamar, y después
de cuatro o cinco llamadas, al ver que estaba todo a tope…me entró “miedo”, el
temor de no encontrar nada. Así que, decidimos intentar encontrar algo
antes de ir, para tener algo seguro, tener algún sitio donde ir.
Y nos encontramos con
los primeros “problemas”
¿Sin salir de casa y ya aparecen problemas? No solo, porque no
encontrábamos alojamiento. Algún sitio escondido habría, se trataba de seguir
indagando y llamando. Pero, cuando encontramos un hostal que no parecía estar
mal, llamamos y tenían una habitación disponible para los dos y con baño
privado, a un precio bastante bueno. Cuando dijimos que nos interesaba,
haciendo la reserva por teléfono. Se me ocurrió decir, para finalizar la
conversación, que también vendría Kenzie. ¿En qué momento dije nada? Como
usuario de perro guía, como persona que necesita un perro, y como perro que
puede entrar en todos los sitios, me podría haber callado y aparecer allí con
Kenzie. Pero, como acto de confianza, lo comenté. Entonces….lo cosa cambió. Me
dijo que es que no aceptaba perros. Le dije que era un perro guía y que había
una LEY que
amparaba a estos perros, permitiéndoles la entrada en cualquier lugar público.
Tienen sus derechos. Él diciéndome que qué ley era esa. Más tarde, le dije que
si tenía correo electrónico, yo le facilitaba la ley, más que nada para no
reinase la ignorancia, y facilitase la entrada a otros usuarios. Me dijo que la
estaba viendo en Internet. ¿Entonces? El hombre, no me decía que no rotundo.
Pero, me decía que, a pesar de ser un perro guía, seguía siendo un perro. Un
perro que ladra, destroza y deja pelos. No aceptaba perros. Le decía que no ladra,
no destroza, porque está bien educado y pelos no suelta, porque la cepillo.
Alguno que otro puede soltar, pero nada que una escoba y un recogedor no pueda
solucionar, me ofrecí para limpiar los pelos que dejase. Pero, él decía que
comprendía que necesitase el perro, pero que…y vuelta a suspirar. Estaba harta
de la conversación, una conversación que no llevaba a nada. SI no quería que me
dijera claramente que no, aunque me hubiera fastidiado, pero eso de los
suspiros y tanta reticencia ante mis argumentos, me estaba sacando de quicio y
era a mí a quien se le estaban quitando las ganas de ir a un sitio donde no iba
a ser bien recibida. Pero, estaba en plan reivindicativo, porque hay unos
derechos, y no miraba solo por mí, miraba por todas las personas que tenemos
perros guía y tenemos derecho a ir a cualquier sitio. A pesar de que nos
encontremos a personas que ven pegas por todas partes.
Una cosa que me reventó fue que me dijera que cómo me iba a
decir que no, con lo que tenía. Entonces, ya le dije que por pena sí que no lo
hiciera. Eso me revienta, cuando se lamentan. Pero, él hombre seguía con el
discurso del perro, que no aceptaba, pero yo diciéndole que no era un perro por
capricho, que es un perro que ayuda. Me decía que lo entendía, pero que lo tenía
que consultar. Y volvíamos a lo mismo. Eso era un no terminar. Pero, yo tampoco
quería colgar, educación ante todo. Me preguntaba cosas súper tontas, como: si
el perro ladraba, que cómo era de grande, que si tenía muchos pelos, que si
dormía con nosotros en la cama. Vale, sé que hay mucha ignorancia,
pero…¿tanta? Al final, yo diciéndole que si se lo tenía que consultar a
alguien que lo hiciera y punto. No estaba dispuesta a aguantar más tonterías.
Pero, me dijo que las condiciones cambiaban, teníamos que pagar la reserva pro
adelantado, que no sabía si tendríamos baño privado, pero que si eso él lo
consultaba, nosotros fuéramos cuando llegásemos y ya encontraría alguna
solución. Antes de colgar, le dije que hablaría con ONCE, para que hicieran más
campañas de concienciación, sobre todo, por Logroño, ya que no veía nada
concienciada a la gente.
Piensen ustedes que, a una persona que va en silla de
ruedas, no le dejaran entrar con la silla, porque fuera a estropear el parquet
del alojamiento. Le denegasen el paso, porque fuera en silla de ruedas. Es un
caso extremo, porque a pesar de que la gente esté más concienciada con esos
casos….las personas con movilidad reducida se encuentran ante dificultades más
duras, en cuanto a accesibilidad. Pero, solamente era un ejemplo.
Volviendo al tema del hostal, ¿Qué pasó? Al cabo de cinco
minutos, a lo sumo 7, recibo una llamada. ¿Quién era? Volvía a ser el hombre
ignorante, el que no entendía, o más bien, no quería entender mis argumentos.
Yo pensaba que para qué volvía a llamar. Y me dijo que, al final sí que
podríamos alojarnos sin ningún problema. Le dije si es que ya lo había
consultado. Y me dijo que sí, que él era el dueño, y lo tenía que consultar con
él mismo. Y había llegado a la conclusión que era un acto discriminatorio,
porque yo necesitaba al perro. Pero, del todo no estaba convencida.
Entonces, le pregunté si tendríamos las mismas condiciones que al principio,
baño privado y pagar allí. Y me dijo que sí, que el mismo precio 100 euros
las tres noches, baño privado y miles de disculpas. Después, como si
fuera mi amigo de toda la vida, con una confianza antes no vista, me estuvo
contando que teníamos que llegar después de las cinco y media, porque tenía que
llevar a su niña a inglés y después no sé qué y después no sé cuántos.
¿Era el mismo hombre? Sí, lo era. Habría recapacitado, o, habría visto la multa
que le podía caer, o….Bueno, a pesar de mi indignación, pero sabiendo que es de
sabios rectificar, acepté ir a ese hostal. Tampoco teníamos otra opción.
Sin embargo, sigo pensando que hay pocas campañas de
concienciación, porque hay gente que aún no entienden que estos perros hacen
una labor encomiable. En Barcelona, nunca, o muy pocas veces, por no decir
nunca, me he encontrado con dificultades, para acceder a los sitios. Puede que
al ser una ciudad más grande estén más acostumbrados a ver la función de un
perro guía. De todas maneras, me gustaría que hicieran campañas, como las
que hicieron la Asociación de perros guía de Andalucía. Os pongo el vídeo.
Creo que, de esta manera, llegaría más a la gente, y verían que estos perros
tienen derecho a entrar en cualquier sitio, que son nuestros ojos, que no es un
capricho y, sobre todo, que están más educados que algunas personas.
¡Ya estábamos en Logroño!
Teníamos hostal. El hombre al vernos, nos dio las llaves-
tanto del portal, como de la puerta de casa, como de la habitación- , casi como
si hubiéramos alquilado un piso. Nunca había estado en ningún hostal sin
recepción. Allí era como si estuviéramos en casa, con nuestras propias llaves.
El dueño, con el que había hablado por teléfono, no hizo ninguna referencia al
tema. Nos dio las llaves, nos enseñó la habitación, nos preguntó si nos gustaba
y nos hizo firmar unos documentos, y después pagar lo dicho. Nos dijo que al
mediodía venían a limpiar la habitación, que si nos iba bien y tal. Después,
que el último día dejásemos las llaves en una mesita que había y ya está. Casi
que no lo volvimos a ver más.
No estaba mal, era como una habitación de esas antiguas, con
muebles que hacen ruido…y una tele que apenas se veía. Pero, lo que queríamos
baño privado, aunque pequeño, y una cama grande para los dos lo tenía, así que
más que suficiente. Además, había calefacción, central, pero calefacción. Una
ventana que daba a la calle y bastante espacio, hemos estado en sitios más
pequeños.
Ya estando en el hostal, sin problemas, con las llaves y en
la cama, suspiramos y dijimos….!Ahora sí que estamos en Logroño! Por fin,
tranquilos, con alojamiento y era el momento de ponernos en marcha con los
reencuentros.
REENCUENTROS….
Teníamos ganas de ver a unos amigos logroñeses, que
hacía como cinco años que no veíamos. Sé que si desde un principio les
hubiéramos dicho que íbamos, hubieran hecho lo imposible para que nos
quedásemos en su casa. Pero, como días anteriores, estuvimos mensajeándonos
y sabíamos que tenían una visita, un familiar, en casa. No queríamos
importunarles con nuestra llegada. Así que, fue sorpresa. Una vez en
Logroño les dijimos que si quedábamos, y ellos que sí , claro, que dónde y tal.
Siguiéndonos el rollo. Pero, como no había manera. Al final, les dijimos la
verdad, que habíamos llegado a Logroño y que queríamos quedar. Pues, costó que
nos creyeran, querían pruebas, fotos o lo que fuera. Pero, no había manera.
Después de muchos mensajes y una llamada de Alfonso terminaron por creérselo.
Alfonso estaba trabajando, así que quedamos que le iríamos a buscar cuando
terminase.
Nosotros aprovecharíamos para ir a hacer unos pinchos. Y
llega el Reencuentro con los Pinchos….
Nos dirigimos a la Calle Laurel. Le llevé a Carlos, sabía el
camino, con referencias, como pasando por el Espolón y desde allí ya sabía
llegar. Me gustaba saber que, a pesar de los años, y de que ya no vea, puedo
llegar a los sitios, puedo recordar cómo llegar.
Bueno, el caso es que la Calle Laurel, sigue donde siempre;
quizás con la variante de que como ahora ya no se puede fumar en los
establecimientos, han puesto barriles al lado de la puerta de los locales.
Primera parada: Fuimos a por un fabuloso pincho de champis.
De esos champiñones gorditos, carnosos, tiernos con una salsa hecha
con ajillo. Pasar por ahí ya es hacerte la boca agua, solamente por
el olor que desprende. Pedimos un pincho de champis, que lo rematan con una
gambita al final, y una copita de vinito para que entre mejor la cosa.
De ahí nos fuimos a otro bar, donde la especialidad son:
“matrimonios” y “zapatillas”. Los matrimonios son bocadillitos pequeñitos de
boquerones, anchoas y oliva. Riquísimo, cayó uno, con otra copita de vino. Las
zapatillas, que en esta ocasión no las pedimos, son bocadillito de pan de
molde, pasado por la plancha, y jamón serrano. Todo ello calentito.
De ahí, a por otro pincho de sepia, otro de chapis, un
bocadillito de jamón con seta y queso de cabra, hasta perder la cuenta. Entre
que no parábamos de comer y de beber vino, pues perdí la cuenta.
Fue un fantástico reencuentro con los pinchos. A pesar del
frío, estábamos fuera, en casi todos los sitios que estuvimos, más que nada,
porque había más espacio entre los barriles colocados fuera, y porque no había
tanta gente, y estábamos más a gusto. Además, al cabo de dos copitas de
vino y varios pinchos, el frío dejó de ser un problema. Kenzie estaba más a
gusto fuera, prefiere el frío, además, no está tan agobiada. Porque hay sitios,
tan estrechos, que es como ir en un vagón del metro en hora punto, y todo eso
comiendo y aguantando la copa y sujetando a Kenzie, para que no hiciera de
aspiradora.
Eso sí, en uno de los sitios, a pesar de estar afuera,
pisaron a Kenzie la colita, y protestó. Pero, es que no se dieron cuenta,
quizás sí que la vieron a ella, pero no a su cola. Pero, dada la gente que
había, que, afortunadamente, solamente le pisasen una vez fue un logro. A pesar
de que íbamos con cuidado, a veces suceden este tipo de percances.
Después de tanto pincho, de disfrutar comiendo, ya tuvimos
suficiente. La cena, entre tanto pincho, ya había llegado a su fin. Ahora
tocaba otro reencuentro… el de Alfonso y Eva. Alfonso nos explicó dónde
trabajaba y que salía a las 23h, así que a por él fuimos.
¡Qué ilusión volverle a ver! Después de tanto tiempo. Él casi no se lo creía, así que podemos decir,
que nos salió bien la sorpresa.
Después de la incredulidad, abrazarnos, reírnos y creernos
que volvíamos a estar en Logroño con ellos. Fuimos a tomar algo, para ponernos
un poco al día, y decidir qué podríamos hacer al día siguiente. Ninguno de los
dos trabajaban, así que genial. Día para pasarlo juntos. Carlos, el
conductor, quería ir al País Vasco, pero quizás otro día, no le apetecía
ponerse otra vez a conducir mucho trayecto. Por tanto, decidimos estar cerca de
Logroño. Tentamos varias opciones, turismo por Logroño: monte Cantabria, río
Ebro, y al fin, se les ocurrió: un sitio muy natural, cerquita de Logroño, con
un lago y donde Kenzie podría correr.
Queríamos un sitio natural donde poder pasar el día.
Incluso, estando en Barcelona, miramos sitios donde ir. Y uno de los sitios que
no s llamó la atención fue un lugar donde hace miles de años vivieron
dinosaurios: El barranco perdido.
Situado cerca del río Cidacos. Sin embargo, la suerte no estaba de nuestro
lado, y justamente en estas fechas estaba cerrado, quizás por la climatología y
por lo que fuera, pero esa opción estaba más que descartada. No hubiéramos
podido ni entrar al parque, ni ver las huellas, ni ver el museo paleontológico.
Así que, otra vez será.
LA GRAJERA
Al día siguiente, madrugamos relativamente, para poder ir a
desayunar. Quedamos que nos venían a buscar, y así íbamos en coche. No hay
mucha distancia, a lo sumo 5 km, pero tampoco era plan de ir caminando….entre
el frío, la distancia y todo lo que se tendría que caminar por ahí. Llegamos,
aparcamos el coche y empezamos a caminar. Kenzie fue lanzada al césped. Quería
oler la hierba y correr por el bosque. Así que, tal y como le habíamos
prometido, la soltamos. Le duro poco la alegría, porque enseguida vino un
forestal, para decirnos que no se podía soltar a los perros. Más tarde,
vimos un cartel donde ponía todas las recomendaciones del lugar, y una de ellas
era llevar atado al perro.
Así que, Kenzie se quedó con las ganas de correr a sus
anchas, y tuvo que trabajar. Entre tanta naturaleza, tantos animalitos y olor a
naturaleza, tiraba mucho, y tenía que hacer fuerza, para que no me llevase
donde su instinto le llamaba. Trabajó duro, luchando ante sus ganas de correr y
de ir hacia donde quisiera. En ese parque, aparte de árboles, arbustos, plantas
y hierba por todas partes, hay: un gran embalse en medio del parque. También,
hay algunos caminos para caminar, algunos de los cuales son parte del Camino de
Santiago.
Muchos logroñeses tienen la oportunidad de realizar deporte,
pic-nic, bici o cualquier tipo de ocio al aire libre yendo a este gran parque,
muy cerca de la ciudad. Caminamos y caminamos, rodeando el lago, parecía que
nunca terminaba esa vuelta. Los chicos, no sé si porque son más altos, o dan
las zancadas más largas, iban muy por delante nuestro. Eso también hacía que
Kenzie quisiera ir más rápido. Mientras, Eva y yo íbamos a nuestro ritmo, sin
pausa, pero sin prisa y poniéndonos al día.
Después de esa gran caminata, dimos un descanso en un
restaurante. Picoteando algo y yo degustando un mosto fresquito. La verdad, es
que hacía muy buen día. Un día soleado, apto para pasear por un ambiente tan
bucólico. Porque, aparte de sentirte en un prado, podías ver a cisnes,
patos y demás a ves en el embalse. Mientras se cebaban con el pan que les
echaban la gente que paseaba por ahí. Más tarde, vimos ciervos. Y en alguna que
otra ocasión, alguna ardilla trepando rápidamente por algún árbol. Entiendo que
si Kenzie hubiera estado suelta, se hubiera ido detrás de alguna ardilla, y por
supuesto, sabiendo lo que le gusta bañarse, hubiera acabado dentro del lago.
Aunque no consiguiéramos el objetivo de que Kenzie pudera
andar a sus anchas. De lo que no cabe duda, es que acabó cansada. Reconozco que
nosotros también.
LOGROÑO
Después de pasar toda la mañana caminando. Repusimos fuerzas
con una buena comida en casa de Alfonso y Eva. Entre otras cosas, Eva nos
preparó un provolone que nos encantó. Le pedimos la receta, para poder probar
de hacerlo en casa. Está riquísimo. Después de hacer la sobremesa, decidimos
dar una vuelta por Logroño. Nos acompañaron hasta la Gran Vía, nos despedimos,
para reencontrarnos por la noche y hacer unos pinchos juntos. Nosotros nos
dirigimos al hostal, para poder darle de comer a Kenzie. Una vez había comido
la pequeña, también tenía fuerzas para seguir ejerciendo su labor. Así que, nos
fuimos a pasear. Primera parada: El Espolón, donde está la escultura que
realizaron a Espartero subido en su caballo. Estaban todas las calles muy
iluminadas, la Navidad ya estaba cerca.
Del Espolón fuimos al Ayuntamiento. Fui dirigiendo a Carlos
y a Kenzie, yo dirigí la ruta. Aún recordaba cómo llegar a según que sitios. El
ayuntamiento sigue donde siempre, estaba muy iluminado. En medio, había una
cerca, porque estaban preparando el pesebre para las fiestas. No lo pudimos
ver, pero da igual, sabíamos que lo pondrían allí.
Quería llegar a un
rincón del Ayuntamiento que me encanta, donde hay una fuente y hay una
mujer con gabardina que bebe y bebe y no deja de beber. Esa escultura lleva
años bebiendo agua de esa fuente, da igual que llueva o nieve, siempre está
allí. Recuerdo que cuando era pequeña me encantaba ir a visitarla. Pero, veo,
que a pesar de los años, mi gran curiosidad no ha desaparecido y quería ir a
visitarla. Ver que, a pesar de los años, hay cosas que permanecen y nuestros
recuerdos siguen perdurando y bebiendo el agua de la vida. Me encantó verla,
tocar a la señora frío de bronce inmóvil ante las situaciones del tiempo. Ahí
estaba, se la presenté a Kenzie, que le daba igual, y me hice la foto de rigor.
No sé cuántas fotos debo tener en esa fuente, pero con diferentes edades, con
el paso del tiempo de por medio, pero siempre acabo yendo allí.
LA SENDA DE LOS ELEFANTES
La calle Laurel,
popularmente, lleva el sobrenombre de: La senda de los elefantes. ¿Por qué?
Desde hace décadas fue bautizada con ese sobrenombre, porque si pruebas a
tomarte un vino en los más de 60 establecimientos que hay en la calle….puedes
acabar con una trompa increíble y caminando a cuatro patas, como harían los
elefantes. Desde hace años, los bares que podemos encontrar no ofrecen
solamente vino, también es un sitio para degustar exquisitos pinchos. Hay una
variedad gastronómica suculenta, en cada bar puedes encontrar una especialidad:
morros, setas, champiñones, tortillas, sepia, patatas a la riojana…. Un
festival de sabores para la boca. Y si a esos manjares le acompaña una copita
de vino- ya sea de denominación Rioja, o bien de otro tipo- o un mosto,
ya estás hecho un logroñés.
Los cuatro junto a Kenzie nos dispusimos a probar todo tipo
de pinchos. Yendo por la calle Laurel, por la San Juan y así por
sucesivas calles. Probando todo tipo de pinchos. Hasta que yo acabé llena. Los
chicos aún fueron capaces de terminar con un pincho denominado: “roto”. Un
pincho que consiste en un panecillo relleno de lo que quieras, acompañado de
huevo y patatas. No apto para no gordos.
Terminamos como los elefantes, no por la trompa, pero sí
como unos gordos.
VITORIA-GASTEIZ
Al final pisamos Euskadi. Carlos conoció el País Vasco. No
hay mucha distancia de Logroño a Vitoria, puede que unos 60 km. Una hora y algo
de distancia en coche. Quedamos esa mañana con Alfonso, tenía fiesta y podía
acompañarnos, así que podría hacernos de guía. ¡Fantástico! Eva tenía que
trabajar y no podía venir con nosotros…pero, bueno… Fuimos a buscarle a
su casa, ya que el día anterior habíamos dejado el coche cerca de donde viven
ellos. Había amanecido una mañana soleada, pero fría. Alfonso nos comentó que
por la noche había helado. Lo comprobamos al ver el coche, que tenía algo de
hielo.
Empezamos a subir y a subir por un puerto de montaña,
llamado: Puerto de Herrera. También conocido como el “Balcón de La Rioja”,
porque desde esa altitud se pueden ver muchos de los viñedos de La Rioja
alavesa. Pertenece a Álava. Fuimos subiendo y subiendo, se notaba el cambio de
temperatura. Pero, a mí, asustadiza de mí, no me hacía mucha gracia que en los
laterales hubiera nieve, porque entre tanto giro y giro, para ir rodeando el
monte, en un descuido… mejor no pensarlo, pero…
Bueno, la cuestión es que con nieve, con heladas y con todas
las impedimentos que nos fuimos encontrando, los sorteamos y llegamos a nuestro
destino. Por el camino, vimos el cartel de un sitio que me hubiera gustado
visitar: La Guardia. Un pueblo muy famoso por sus bodegas, y, según me han
dicho, muy bonito por estar amurallado. Pero, no quisimos distraernos de
nuestro objetivo: Vitoria-Gasteiz. Y allí, aparecimos bajo un Sol increíble,
parecía mentira que las inclemencias del tiempo nos dejará un Sol tan fabuloso.
Fantástico para caminar.
Y a eso nos dedicamos gran parte de la mañana, a caminar sin
rumbo fijo. Pasando por plazas, sorteando a gran cantidad de gente que había
por todas partes. Se nota, sin duda la diferencia en Logroño y Vitoria. Las dos
son capitales, Vitoria del País Vasco y Logroño de La Rioja. Pero, en la
primera hay mucha más gente por todas partes. Además, nos contó Alfonso que en
ocasiones, logroñeses van a Vitoria a comprar, quizás porque en Vitoria se
encuentre “ElCorteInglés” o ves a saber, pero se ve que hay más variedad tanto
de comercios, como de horarios.
La cuestión es que nos dedicamos a caminar, la intención no
era ir de compras. Pasamos por plazas, parques, y un sitio de murallas. Había
que subir y bajar. Incluso vimos unas escaleras mecánicas, que bien nos fue
para después subir lo que había bajado. Porque una vez llegó la hora en la que
la barriga empieza a protestar, nos pusimos en marcha para encontrar un buen
restaurante. Euskadi tiene fama por su buena y abundante gastronomía. Sin
embargo, sin conocer la ciudad iba a resultar algo complicado. Pero, no
imposible. Empezamos a preguntar a oriundos de allí, para ver qué sitio nos
recomendaban. A Carlos se le había metido en la cabeza, comer un buen chuletón,
para ello qué mejor sitio que un asador. Pero, resultaba que a todo el
mundo se le había antojado la misma idea, porque los sitios que visitamos
estaban a tope de gente. Y los que no estaban, a simple vista, tan llenos, nos
decían que no tenían sitio, porque estaban reservados. Llegaron las tres de la tarde
y seguíamos sin encontrar ningún restaurante. Cuando se acercaban las cuatro de
la tarde, o incluso antes, omitimos la idea de Carlos, ya solo queríamos comer,
aunque fuera un menú, algo calentito. Pero, en todos los restaurantes que
visitamos estaban abarrotados de gente esperando. No sé si es que era un día
especial, o qué pasaba. Bueno, era un sábado, pero no era ni festivo ni nada, a
pesar de estar en medio del las dos festividades. Por tanto, al igual que
nosotros, habría muchos que estaban de puente.
Por último, acabamos en un sitio, alejados del bullicio, y
comimos poco y mal. Nada de menú, algo de pinchos y ya está. Ya se nos habían
quitado las ganas de seguir buscando. Seguro que si hubiéramos seguido
buscando, nos hubiéramso encontrado que las cocinas estaban cerradas. Así que
más valían engañar el estómago con algo. Bueno, no hay mal que por bien
no venga, y nos sirvió para recorrer las calles de Vitoria en profundidad,
sobre todo sin descuidar ningún restaurante.
Por la tarde, tomamos un café, intentando que nos dieran los
últimos rayos de Sol, que ya se iba alejando. Lo hicimos en una terracita de
una plaza, no sé si era la Plaza Blanca. Pero, ahí estuvimos tomando café,
arreglando el mundo y viendo a la gente pasar.
Después, cansados y porqué no decirlo, un poco
decepcionados- pensábamos pegarnos una comilona de las que hacen historia y más
después de las caminatas- fuimos al coche. El camino, por ese puerto, por esas
montañas, con tanta bajadita, no fue tan agradable como la subida, parecía que
lo poco que habíamos comido se nos fuera subiendo. Bueno, tampoco tanto, pero
un poco mareadillos y sobre todo, cansadísimos llegamos a
Logroño.
Cuando llegamos ya estaba oscuro. Pero, es que este tiempo,
oscurece antes. Llegamos justo para que Kenzie degustara su pienso, visto y no
visto, como siempre.
Por la tarde, después de descansar, asearnos, salimos a dar
una vuelta pro ese Logroño iluminado por la Navidad. Habíamos quedado con Eva y
Alfonso para cenar. Nos iban a llevar a un buen sitio, habían reservado, para
compensar lo “mal” y poco que habíamos comido en Vitoria.
CENA DE DESPEDIDA
Quedamos en la Gran Vía, y de ahí fuimos al restaurante
donde habían reservado: Mesón Cid. Un
sitio muy grande, con mucha gente esperando, muchos grupos, mesas por todas
partes. Afortunadamente, al haber reservado no tuvimos que esperar y enseguida
nos llevaron a nuestra mesa. En una sala más apartado, donde no había tanta
aglomeración de gente de pie, esperando o en la barra. Teníamos nuestra mesa
para los cuatro, e incluso un hueco muy amplio para Kenzie. Empezamos a mirar
la carta, se nos hacía la boca agua con tanta cosa. Después de la caminata por
Vitoria, de lo poco que habíamos comido y las ganas de pedir un chuletón.
Aparte de pedir un picoteo de embutidos ibéricos y un pulpo, cada uno pidió su
plato. Carlos y yo pedimos un entrecot de buey con salsa roquefort. Eva y
Alfonso también se pidieron carne. Teníamos hambre. Todo acompañado con un
Rioja. Y por último unos chupitos de hierba para bajar la comida. Acabamos muy
contentos con la comida. Por último, nos acompañaron al hostal, donde empezaron
las despedidas y las promesas de no volver a tardar tanto en vernos.
Al día siguiente, ellos trabajaban y nosotros emprendíamos
el viaje de vuelta. Afortunadamente, hoy día con las tecnologías, si quieres no
estás lejos nunca. Pero, quieras que no, da cosilla dejar a gente tan maja.
Sobre todo, te emociona cuando te dicen que ya han tenido regalo de Navidad con
nuestra visita. ¡Gracias, chicos, por estos días! ¡Gracias por hacer de
guías, estar con nosotros y ser como sois!
REGRESO A BARCELONA
Por la mañana, madrugamos para terminar el equipaje. Tocaba
recoger todos los bártulos e ir a buscar el coche. Lo teníamos aparcado por
donde viven nuestros amigos. A pesar de estar cerquita de su casa, no podíamos
volver a despedirnos, estaban trabajando. Además, Carlos no quería que nos
demorásemos mucho en salir, no quería coger caravana. Era domingo y día
festivo, 8 de diciembre. Por suerte, no cogimos nada de caravana. Comimos por
el camino, en la Nacional que es por donde mejor se come, aunque cogimos
un bocadillo, pero mucho mejor que las áreas de servicio de las
autopistas. Paramos por Lérida, otra vez la niebla, emborronaba todo. No se
veía nada, y encima una temperatura muy gélida. Parecía que estábamos en el
país de los fantasmas. Cuando paramos en ese restaurante, sabíamos que había
uno por el cartel, pero Carlos decía que ni lo veía. ¡Qué sensación! Estábamos
entre nubes.
Pasado Lérida, la niebla se difuminó y pudimos ir más
tranquilos. Estando más cerca de casa, sí que cogimos algo de caravana. Parecía
que no fuéramos a llegar nunca. Pero, es que siempre sucede, cuando vas, vas
con ganas por disfrutar de unos días diferentes. Sin embargo, la vuelta, entre
el cansancio acumulado y el saber que regresas, parece que no llegas nunca.
Pero, llegamos a casa. Al día siguiente, Carlos tenía que volver a la rutina
del trabajo. Y yo…a la rutina de casa.
Fue breve pero super especial. Los dos sois fantasticos. Que os queremos muchisimo chicos. Pasar unas maravillosas navidades y una mejor entrada. Espero que sea pronto nuestro reencuentro en Barcelona y lo publiques en tu blog, sigue escribiendo asi. Un abrazo muy grande para los tres y el resto de familia de parte de nuestra.
ResponderEliminarHola Pili, soy de Logroño y soy usuario de perro guía. Solo quería comentarte que sí, en Logroño como en todas partes hace falta bastante educación en temas de perros guía y que en general los usuarios tratamos de hacer lo posible para que la gente vaya conociendo lo útiles y buenas "personas" que son. Pero decirte también que si tú tuviste esa experiencia el año pasado en Logroño, yo la tuve en Barcelona. Unos meses antes, en Semana Santa, estuve cerca de la Sagrada Familia y cuando fuimos a cenar de dos sitios nos fuimos sin cenar porque no nos dejaron entrar. Se nos plantaron delante unos gorilas enormes que nos impedían el paso. Estoy de acuerdo con tu postura al empeñarte en que te aceptaran, yo mismo la llevo a cabo habitualmente, en esa ocasión me eché para atrás porque mi perro estaba recién jubilado y ante una reclamación tenía todas las de perder. Pero ya ves, en todas partes ocurren estas cosas. También en alguna ocasión yo he tenido problemas en Logroño.
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