sábado, 28 de diciembre de 2013

LOGROÑO



LA ÚLTIMA ESCAPADA DEL AÑO: LOGROÑO 2013

Casi con seguridad, me atrevo a decir que, lo que os voy a contar, ha sido nuestra última escapada de este 2013. Sí, porque el año está a punto de acabar, porque vienen fiestas familiares y hay que estar al lado de los tuyos, y porque durante este año, ya hemos tenido suficiente. Tendremos que cargar las pilas, para que el año que viene haya más y mejores escapadas, viajes de los que aprendes y descubres.  


CIUDAD DE RECUERDOS

En esta ocasión, nuestro viaje, mini viaje, fue a Logroño , capital de La Rioja. Ciudad de la que guardo muchos recuerdos, donde he pasado casi todos mis veranos, hasta que llegó la adolescencia, y preferí quedarme con mis amigos. Sin embargo, durante años he estado yendo allí. Mientras muchos veraneaban en pueblos, yo pasaba mis veranos en una capital de provincia. Sí, no era un pueblo, no había peñas, no iba en fiestas, pero, de todas maneras, eran unos veranos excepcionales. Además, Logroño, a pesar de que con los años está creciendo mucho, siempre ha sido como un pueblo para mí. Un lugar pequeño, donde te lo puedes recorrer andando, donde todo el mundo se conoce y preguntan por ti.  Iba a Logroño, porque mis abuelos eligieron ese lugar cuando llegó la edad de la jubilación, buscaban un lugar tranquilo y, sin duda, ese era el lugar indicado. 
Me encantaba ir a Logroño, para verles, pasar ratos con ellos, ir a las piscinas, ir a la huerta del yayo, en la orilla del río Ebro, pasear, ir al Espolón y cuando venían mis padres ir a la Calle Laurel a comer unos pinchos y beber unos mostos.  Logroño tenía un sabor diferente a Barcelona, no había tanto gentío por todas partes, el agua sabía diferente, y esos veranos…. Quizás, estoy  hablando desde una nostalgia, viendo que los años han pasado, que he crecido, y que muchos de los que estaban en ese Logroño que recuerdo ya nos han dejado. Muchos no están en esa ciudad querida, otros ya no están allí – a mi abuelo nos lo trajimos a Barcelona, para que estuviera más cerca y acompañado-. Pero, todos los demás ya no están allí. Antes de que la nostalgia se apodere del todo de mí, voy a continuar…

Sin embargo, dejando de lado las sensiblerías, que siempre me dominan, vamos al tema:  Este diciembre, aprovechando el puente de la Constitución, y,  sobre todo, sabiendo que, aparte de los días festivos, Carlos tenía unos días más, aunque fuera uno más…. Pues cogimos carretera y manta, y nos fuimos dirección a Logroño.  La idea original era ir a Euskadi, pero, entre el frío que hace en esta época del año , los pocos días y  que Logroño nos llamaba la atención. Dejamos de lado la posibilidad de ir al País Vasco, a pesar de las ganas de Carlos  por conocer esa comunidad autónoma. Reconozco que, a mí también me llama la atención, pero quizás es mejor ir en una época, donde el paisaje este más verde… Nosotros no tenemos cadenas, y la posibilidad que durante el trayecto nos encontrásemos nevadas, yendo al norte era factible, así que dejamos esa opción para más adelante.  Además, si un día veíamos la posibilidad y las ganas nos acompañaban, siempre se podía realizar ese viaje. Utilizando Logroño como campamento base. De La Rioja a cualquier lugar del País Vasco no hay mucho, así que siempre que nos apeteciese, sobre todo al conductor, se podía barajar esa posibilidad.  

El viaje

De momento, vamos a centrarnos. Salimos de Barcelona el jueves, víspera del día de la Constitución. El viaje no se hizo muy largo, aunque cuando rozábamos Lérida, la cosa se puso muy nublada, y la niebla empezó a hacerse muy presente…Más despacio, con calma, tranquilidad, y con luces antiniebla, superamos el primer obstáculo que nos ponía la carretera. Por fortuna, no hubo ninguna traba más en el camino. Además, tuvimos suerte y no cogimos caravana. Así que llegamos muy bien. Haciendo las paraditas, para estirar las piernas, ir al lavabo o que Kenzie corriese un poco y también se desahogase. Llegamos a Logroño sobre las cinco de la tarde. Con algo de hambre, pero dada la hora que era, no era plan de pegarse un banquete, picamos algo en un bar y ya era suficiente.

Pero…. ¿dónde nos íbamos a alojar?
Por suerte, disuadí a Carlos de ir a la aventura. Habiendo un puente de por medio, no era plan de jugarnos todas las cartas, y tener que dormitar en el coche, que ya no tenemos edad. Así que el día anterior, nos dio por buscar en Internet: hostales, pensiones, albergues, hoteles…. Solamente, con la idea de mirar la disponibilidad, y apuntarnos las direcciones, para una vez allí fuéramos allí a preguntar. Sin embargo, nos dio por llamar, y después de cuatro o cinco llamadas, al ver que estaba todo a tope…me entró “miedo”, el temor de no encontrar nada. Así que, decidimos intentar encontrar algo  antes de ir, para tener algo seguro, tener algún sitio donde ir.

Y nos encontramos con los primeros “problemas”

¿Sin salir de casa y  ya aparecen problemas? No solo, porque no encontrábamos alojamiento. Algún sitio escondido habría, se trataba de seguir indagando y llamando. Pero, cuando encontramos un hostal que no parecía estar mal, llamamos y tenían una habitación disponible para los dos y con baño privado, a un precio bastante bueno. Cuando dijimos que nos interesaba, haciendo la reserva por teléfono. Se me ocurrió decir, para finalizar la conversación, que también vendría Kenzie. ¿En qué momento dije nada?  Como usuario de perro guía, como persona que necesita un perro, y como perro que puede entrar en todos los sitios, me podría haber callado y aparecer allí con Kenzie. Pero, como acto de confianza, lo comenté. Entonces….lo cosa cambió. Me dijo que es que no aceptaba perros. Le dije que era un perro guía y que había una LEY que amparaba a estos perros, permitiéndoles la entrada en cualquier lugar público. Tienen sus derechos. Él diciéndome que qué ley era esa. Más tarde, le dije que si tenía correo electrónico, yo le facilitaba la ley, más que nada para no reinase la ignorancia, y facilitase la entrada a otros usuarios. Me dijo que la estaba viendo en Internet. ¿Entonces? El hombre, no me decía que no rotundo. Pero, me decía que, a pesar de ser un perro guía, seguía siendo un perro. Un perro que ladra, destroza y deja pelos. No aceptaba perros. Le decía que no ladra, no destroza, porque está bien educado y pelos no suelta, porque la cepillo. Alguno que otro puede soltar, pero nada que una escoba y un recogedor no pueda solucionar, me ofrecí para limpiar los pelos que dejase. Pero, él decía que comprendía que necesitase el perro, pero que…y vuelta a suspirar. Estaba harta de la conversación, una conversación que no llevaba a nada. SI no quería que me dijera claramente que  no, aunque me hubiera fastidiado, pero eso de los suspiros y tanta reticencia ante mis argumentos, me estaba sacando de quicio y era a mí a quien se le estaban quitando las ganas de ir a un sitio donde no iba a ser bien recibida. Pero, estaba en plan reivindicativo, porque hay unos derechos, y no miraba solo por mí, miraba por todas las personas que tenemos perros guía y tenemos derecho a ir a cualquier sitio. A pesar de que nos encontremos a personas que ven pegas por todas partes. 
Una cosa que me reventó fue que me dijera que cómo me iba a decir que no, con lo que tenía. Entonces, ya le dije que por pena sí que no lo hiciera. Eso me revienta, cuando se lamentan. Pero, él hombre seguía con el discurso del perro, que no aceptaba, pero yo diciéndole que no era un perro por capricho, que es un perro que ayuda. Me decía que lo entendía, pero que lo tenía que consultar. Y volvíamos a lo mismo. Eso era un no terminar. Pero, yo tampoco quería colgar, educación ante todo. Me preguntaba cosas súper tontas, como: si el perro ladraba, que cómo era de grande, que si tenía muchos pelos, que si dormía con nosotros en la cama. Vale, sé que hay mucha ignorancia, pero…¿tanta?  Al final, yo diciéndole que si se lo tenía que consultar a alguien que lo hiciera y punto. No estaba dispuesta a aguantar más tonterías. Pero, me dijo que las condiciones cambiaban, teníamos que pagar la reserva pro adelantado, que no sabía si tendríamos baño privado, pero que si eso él lo consultaba, nosotros fuéramos cuando llegásemos y ya encontraría alguna solución. Antes de colgar, le dije que hablaría con ONCE, para que hicieran más campañas de concienciación, sobre todo, por Logroño, ya que no veía nada concienciada a la gente.
Piensen ustedes que, a una persona que va en silla de ruedas, no le dejaran entrar con la silla, porque fuera a estropear el parquet del alojamiento. Le denegasen el paso, porque fuera en silla de ruedas. Es un caso extremo, porque a pesar de que la gente esté más concienciada con esos casos….las personas con movilidad reducida se encuentran ante dificultades más duras, en cuanto a accesibilidad. Pero, solamente era un ejemplo.

Volviendo al tema del hostal, ¿Qué pasó? Al cabo de cinco minutos, a lo sumo 7, recibo una llamada. ¿Quién era? Volvía a ser el hombre ignorante, el que no entendía, o más bien, no quería entender mis argumentos. Yo pensaba que para qué volvía a llamar. Y me dijo que, al final sí que podríamos alojarnos sin ningún problema. Le dije si es que ya lo había consultado. Y me dijo que sí, que él era el dueño, y lo tenía que consultar con él mismo. Y había llegado a la conclusión que era un acto discriminatorio, porque yo necesitaba al perro.  Pero, del todo no estaba convencida. Entonces, le pregunté si tendríamos las mismas condiciones que al principio, baño privado y pagar allí. Y me dijo que sí, que el mismo precio 100 euros las  tres noches, baño privado y miles de disculpas. Después, como si fuera mi amigo de toda la vida, con una confianza antes no vista, me estuvo contando que teníamos que llegar después de las cinco y media, porque tenía que llevar a su niña a inglés y después no sé qué y después no sé cuántos.  ¿Era el mismo hombre? Sí, lo era. Habría recapacitado, o, habría visto la multa que le podía caer, o….Bueno, a pesar de mi indignación, pero sabiendo que es de sabios rectificar, acepté ir a ese hostal. Tampoco teníamos otra opción.
Sin embargo, sigo pensando que hay pocas campañas de concienciación, porque hay gente que aún no entienden que estos perros hacen una labor encomiable. En Barcelona, nunca, o muy pocas veces, por no decir nunca, me he encontrado con dificultades, para acceder a los sitios. Puede que al ser una ciudad más grande estén más acostumbrados a ver la función de un perro guía.  De todas maneras, me gustaría que hicieran campañas, como las que hicieron la Asociación de perros guía de Andalucía. Os pongo el vídeo.  Creo que, de esta manera, llegaría más a la gente, y verían que estos perros tienen derecho a entrar en cualquier sitio, que son nuestros ojos, que no es un capricho y, sobre todo, que están más educados que algunas personas.    



¡Ya estábamos en Logroño! 
Teníamos hostal. El hombre al vernos, nos dio las llaves- tanto del portal, como de la puerta de casa, como de la habitación- , casi como si hubiéramos alquilado un piso. Nunca había estado en ningún hostal sin recepción. Allí era como si estuviéramos en casa, con nuestras propias llaves. El dueño, con el que había hablado por teléfono, no hizo ninguna referencia al tema. Nos dio las llaves, nos enseñó la habitación, nos preguntó si nos gustaba y nos hizo firmar unos documentos, y después pagar lo dicho. Nos dijo que al mediodía venían a limpiar la habitación, que si nos iba bien y tal. Después, que el último día dejásemos las llaves en una mesita que había y ya está. Casi que no lo volvimos a ver más.
No estaba mal, era como una habitación de esas antiguas, con muebles que hacen ruido…y una tele que apenas se veía. Pero, lo que queríamos baño privado, aunque pequeño, y una cama grande para los dos lo tenía, así que más que suficiente. Además, había calefacción, central, pero calefacción. Una ventana que daba a la calle y bastante espacio, hemos estado en sitios más pequeños.
Ya estando en el hostal, sin problemas, con las llaves y en la cama, suspiramos y dijimos….!Ahora sí que estamos en Logroño! Por fin, tranquilos, con alojamiento y era el momento de ponernos en marcha con los reencuentros.

REENCUENTROS….

Teníamos ganas de ver a unos amigos  logroñeses, que hacía como cinco años que no veíamos. Sé que si desde un principio les hubiéramos dicho que íbamos, hubieran hecho lo imposible para que nos quedásemos en su casa. Pero, como días anteriores, estuvimos mensajeándonos  y sabíamos que tenían una visita, un familiar, en casa. No queríamos importunarles con nuestra llegada. Así que, fue sorpresa.  Una vez en Logroño les dijimos que si quedábamos, y ellos que sí , claro, que dónde y tal. Siguiéndonos el rollo. Pero, como no había manera. Al final, les dijimos la verdad, que habíamos llegado a Logroño y que queríamos quedar. Pues, costó que nos creyeran, querían pruebas, fotos o lo que fuera. Pero, no había manera. Después de muchos mensajes y una llamada de Alfonso terminaron por creérselo. Alfonso estaba trabajando, así que quedamos que le iríamos a buscar cuando terminase.

Nosotros aprovecharíamos para ir a hacer unos pinchos. Y llega el Reencuentro con los Pinchos….

Nos dirigimos a la Calle Laurel. Le llevé a Carlos, sabía el camino, con referencias, como pasando por el Espolón y desde allí ya sabía llegar. Me gustaba saber que, a pesar de los años, y de que ya no vea, puedo llegar a los sitios, puedo recordar cómo llegar.
Bueno, el caso es que la Calle Laurel, sigue donde siempre; quizás con la variante de que como ahora ya no se puede fumar en los establecimientos, han puesto barriles al lado de la puerta de los locales.

Primera parada: Fuimos a por un fabuloso pincho de champis. De esos champiñones gorditos, carnosos, tiernos  con una salsa  hecha con ajillo. Pasar por ahí ya es hacerte la boca  agua, solamente por  el olor que desprende. Pedimos un pincho de champis, que lo rematan con una gambita al final, y una copita de vinito para que entre mejor la cosa.   


De ahí nos fuimos a otro bar, donde la especialidad son: “matrimonios” y “zapatillas”. Los matrimonios son bocadillitos pequeñitos de boquerones, anchoas y oliva. Riquísimo, cayó uno, con otra copita de vino. Las zapatillas, que en esta ocasión no las pedimos, son bocadillito de pan de molde, pasado por la plancha, y jamón serrano. Todo ello calentito.
De ahí, a por otro pincho de sepia, otro de chapis, un bocadillito de jamón con seta y queso de cabra, hasta perder la cuenta. Entre que no parábamos de comer y de beber vino, pues perdí la cuenta. 
Fue un fantástico reencuentro con los pinchos. A pesar del frío, estábamos fuera, en casi todos los sitios que estuvimos, más que nada, porque había más espacio entre los barriles colocados fuera, y porque no había tanta gente,  y estábamos más a gusto. Además, al cabo de dos copitas de vino y varios pinchos, el frío dejó de ser un problema. Kenzie estaba más a gusto fuera, prefiere el frío, además, no está tan agobiada. Porque hay sitios, tan estrechos, que es como ir en un vagón del metro en hora punto, y todo eso comiendo y aguantando la copa y sujetando a Kenzie, para que no hiciera de aspiradora.
Eso sí, en uno de los sitios, a pesar de estar afuera, pisaron a Kenzie la colita, y protestó. Pero, es que no se dieron cuenta, quizás sí que la vieron a ella, pero no a su cola. Pero, dada la gente que había, que, afortunadamente, solamente le pisasen una vez fue un logro. A pesar de que íbamos con cuidado, a veces suceden este tipo de percances.

Después de tanto pincho, de disfrutar comiendo, ya tuvimos suficiente. La cena, entre tanto pincho, ya había llegado a su fin. Ahora tocaba otro reencuentro… el de Alfonso y Eva. Alfonso nos explicó dónde trabajaba y que salía a las 23h, así que a por él fuimos.  
¡Qué ilusión volverle a ver! Después de tanto tiempo. Él casi no se lo creía, así que podemos decir, que nos salió bien la sorpresa.

Después de la incredulidad, abrazarnos, reírnos y creernos que volvíamos a estar en Logroño con ellos. Fuimos a tomar algo, para ponernos un poco al día, y decidir qué podríamos hacer al día siguiente. Ninguno de los dos trabajaban, así que genial. Día para pasarlo juntos.  Carlos, el conductor, quería ir al País Vasco, pero quizás otro día, no le apetecía ponerse otra vez a conducir mucho trayecto. Por tanto, decidimos estar cerca de Logroño. Tentamos varias opciones, turismo por Logroño: monte Cantabria, río Ebro, y al fin, se les ocurrió: un sitio muy natural, cerquita de Logroño, con un lago y donde Kenzie podría correr.  
Queríamos un sitio natural donde poder pasar el día. Incluso, estando en Barcelona, miramos sitios donde ir. Y uno de los sitios que no s llamó la atención fue un lugar donde hace miles de años vivieron dinosaurios: El barranco perdido. Situado cerca del río Cidacos. Sin embargo, la suerte no estaba de nuestro lado, y justamente en estas fechas estaba cerrado, quizás por la climatología y por lo que fuera, pero esa opción estaba más que descartada. No hubiéramos podido ni entrar al parque, ni ver las huellas, ni ver el museo paleontológico. Así que, otra vez será.

LA GRAJERA    

Al día siguiente, madrugamos relativamente, para poder ir a desayunar. Quedamos que nos venían a buscar, y así íbamos en coche. No hay mucha distancia, a lo sumo 5 km, pero tampoco era plan de ir caminando….entre el frío, la distancia y todo lo que se tendría que caminar por ahí. Llegamos, aparcamos el coche y empezamos a caminar. Kenzie fue lanzada al césped. Quería oler la hierba y correr por el bosque. Así que, tal y como le habíamos prometido, la soltamos. Le duro poco la alegría, porque enseguida vino un forestal, para decirnos que no se podía soltar a los perros.  Más tarde, vimos un cartel donde ponía todas las recomendaciones del lugar, y una de ellas era llevar atado al perro.   
recomendaciones GRAJERA


Así que, Kenzie se quedó con las ganas de correr a sus anchas, y tuvo que trabajar. Entre tanta naturaleza, tantos animalitos y olor a naturaleza, tiraba mucho, y tenía que hacer fuerza, para que no me llevase donde su instinto le llamaba. Trabajó duro, luchando ante sus ganas de correr y de ir hacia donde quisiera. En ese parque, aparte de árboles, arbustos, plantas y hierba por todas partes, hay: un gran embalse en medio del parque. También, hay algunos caminos para caminar, algunos de los cuales son parte del Camino de Santiago.
Muchos logroñeses tienen la oportunidad de realizar deporte, pic-nic, bici o cualquier tipo de ocio al aire libre yendo a este gran parque, muy cerca de la ciudad. Caminamos y caminamos, rodeando el lago, parecía que nunca terminaba esa vuelta. Los chicos, no sé si porque son más altos, o dan las zancadas más largas, iban muy por delante nuestro. Eso también hacía que Kenzie quisiera ir más rápido. Mientras, Eva y yo íbamos a nuestro ritmo, sin pausa, pero sin prisa y poniéndonos al día.     
embalse
ciervos comiendo


Después de esa gran caminata, dimos un descanso en un restaurante. Picoteando algo y yo degustando un mosto fresquito. La verdad, es que hacía muy buen día. Un día soleado, apto para pasear por un ambiente tan bucólico.  Porque, aparte de sentirte en un prado, podías ver a cisnes, patos y demás a ves en el embalse. Mientras se cebaban con el pan que les echaban la gente que paseaba por ahí. Más tarde, vimos ciervos. Y en alguna que otra ocasión, alguna ardilla trepando rápidamente por algún árbol. Entiendo que si Kenzie hubiera estado suelta, se hubiera ido detrás de alguna ardilla, y por supuesto, sabiendo lo que le gusta bañarse, hubiera acabado dentro del lago.   
Estanque de La Grajera


Aunque no consiguiéramos el objetivo de que Kenzie pudera andar a sus anchas. De lo que no cabe duda, es que acabó cansada. Reconozco que nosotros también.  
En la Grajera los cinco



LOGROÑO  

Después de pasar toda la mañana caminando. Repusimos fuerzas con una buena comida en casa de Alfonso y Eva. Entre otras cosas, Eva nos preparó un provolone que nos encantó. Le pedimos la receta, para poder probar de hacerlo en casa. Está riquísimo. Después de hacer la sobremesa, decidimos dar una vuelta por Logroño. Nos acompañaron hasta la Gran Vía, nos despedimos, para reencontrarnos por la noche y hacer unos pinchos juntos. Nosotros nos dirigimos al hostal, para poder darle de comer a Kenzie. Una vez había comido la pequeña, también tenía fuerzas para seguir ejerciendo su labor. Así que, nos fuimos a pasear. Primera parada: El Espolón, donde está la escultura que realizaron a Espartero subido en su caballo. Estaban todas las calles muy iluminadas, la Navidad ya estaba cerca. 
Iluminada por Navidad

Espartero en su caballo

Del Espolón fuimos al Ayuntamiento. Fui dirigiendo a Carlos y a Kenzie, yo dirigí la ruta. Aún recordaba cómo llegar a según que sitios. El ayuntamiento sigue donde siempre, estaba muy iluminado. En medio, había una cerca, porque estaban preparando el pesebre para las fiestas. No lo pudimos ver, pero da igual, sabíamos que lo pondrían allí.  
Ayuntamiento de Logroño
 Quería llegar a un rincón del Ayuntamiento que me encanta, donde hay una fuente y hay  una mujer con gabardina que bebe y bebe y no deja de beber. Esa escultura lleva años bebiendo agua de esa fuente, da igual que llueva o nieve, siempre está allí. Recuerdo que cuando era pequeña me encantaba ir a visitarla. Pero, veo, que a pesar de los años, mi gran curiosidad no ha desaparecido y quería ir a visitarla. Ver que, a pesar de los años, hay cosas que permanecen y nuestros recuerdos siguen perdurando y bebiendo el agua de la vida. Me encantó verla, tocar a la señora frío de bronce inmóvil ante las situaciones del tiempo. Ahí estaba, se la presenté a Kenzie, que le daba igual, y me hice la foto de rigor. No sé cuántas fotos debo tener en esa fuente, pero con diferentes edades, con el paso del tiempo de por medio, pero siempre acabo yendo allí.  
Fuente bebiendo agua

 Después de pasear un poco más, pasando por la calle donde vivían mis abuelos. Dimos media vuelta y nos dirigimos  al Casco Antiguo. Habíamos quedado con Eva y Alfonso en la concatedral de Logroño: Santa María de La Redonda.  Situada en la calle de Portales. Una calle peatonal muy amplia, donde en los soportales hay comercios. Se puede pasear muy a gusto. Además, está muy cerca de la calle de los pinchos, porque es paralela a la calle Laurel. 

LA SENDA DE LOS ELEFANTES  

Laurel
La calle Laurel, popularmente, lleva el sobrenombre de: La senda de los elefantes. ¿Por qué? Desde hace décadas fue bautizada con ese sobrenombre, porque si pruebas a tomarte un vino en los más de 60 establecimientos que hay en la calle….puedes acabar con una trompa increíble y caminando a cuatro patas, como harían los elefantes. Desde hace años, los bares que podemos encontrar no ofrecen solamente vino, también es un sitio para degustar exquisitos pinchos. Hay una variedad gastronómica suculenta, en cada bar puedes encontrar una especialidad: morros, setas, champiñones, tortillas, sepia, patatas a la riojana…. Un festival de sabores para la boca. Y si a esos manjares le acompaña una copita de vino- ya sea de denominación Rioja, o bien de otro tipo- o un mosto, ya  estás hecho un logroñés.  
pinchos


Los cuatro junto a Kenzie nos dispusimos a probar todo tipo de pinchos. Yendo por la calle Laurel, por la San Juan  y así por sucesivas calles. Probando todo tipo de pinchos. Hasta que yo acabé llena. Los chicos aún fueron capaces de terminar con un pincho denominado: “roto”. Un pincho que consiste en un panecillo relleno de lo que quieras, acompañado de huevo y patatas. No apto para no gordos.

Terminamos como los elefantes, no por la trompa, pero sí como unos gordos.

VITORIA-GASTEIZ    

Kenzie, Carlos y yo en Vitoria

Al final pisamos Euskadi. Carlos conoció el País Vasco. No hay mucha distancia de Logroño a Vitoria, puede que unos 60 km. Una hora y algo de distancia en coche. Quedamos esa mañana con Alfonso, tenía fiesta y podía acompañarnos, así que podría hacernos de guía. ¡Fantástico! Eva tenía que trabajar y no podía venir con nosotros…pero, bueno…  Fuimos a buscarle a su casa, ya que el día anterior habíamos dejado el coche cerca de donde viven ellos. Había amanecido una mañana soleada, pero fría. Alfonso nos comentó que por la noche había helado. Lo comprobamos al ver el coche, que tenía algo de hielo. 
Empezamos a subir y a subir por un puerto de montaña, llamado: Puerto de Herrera. También conocido como el “Balcón de La Rioja”, porque desde esa altitud se pueden ver muchos de los viñedos de La Rioja alavesa. Pertenece a Álava. Fuimos subiendo y subiendo, se notaba el cambio de temperatura. Pero, a mí, asustadiza de mí, no me hacía mucha gracia que en los laterales hubiera nieve, porque entre tanto giro y giro, para ir rodeando el monte, en un descuido… mejor no pensarlo, pero…
Bueno, la cuestión es que con nieve, con heladas y con todas las impedimentos que nos fuimos encontrando, los sorteamos y llegamos a nuestro destino. Por el camino, vimos el cartel de un sitio que me hubiera gustado visitar: La Guardia. Un pueblo muy famoso por sus bodegas, y, según me han dicho, muy bonito por estar amurallado.  Pero, no quisimos distraernos de nuestro objetivo: Vitoria-Gasteiz. Y allí, aparecimos bajo un Sol increíble, parecía mentira que las inclemencias del tiempo nos dejará un Sol tan fabuloso. Fantástico para caminar.
Y a eso nos dedicamos gran parte de la mañana, a caminar sin rumbo fijo. Pasando por plazas, sorteando a gran cantidad de gente que había por todas partes. Se nota, sin duda la diferencia en Logroño y Vitoria. Las dos son capitales, Vitoria del País Vasco y Logroño de La Rioja. Pero, en la primera hay mucha más gente por todas partes. Además, nos contó Alfonso que en ocasiones, logroñeses van a Vitoria a comprar, quizás porque en Vitoria se encuentre “ElCorteInglés” o ves a saber, pero se ve que hay más variedad tanto de comercios, como de horarios.  
La cuestión es que nos dedicamos a caminar, la intención no era ir de compras. Pasamos por plazas, parques, y un sitio de murallas. Había que subir y bajar. Incluso vimos unas escaleras mecánicas, que bien nos fue para después subir lo que había bajado. Porque una vez llegó la hora en la que la barriga empieza a protestar, nos pusimos en marcha para encontrar un buen restaurante. Euskadi tiene fama por su buena y abundante gastronomía. Sin embargo, sin conocer la ciudad iba a resultar algo complicado. Pero, no imposible. Empezamos a preguntar a oriundos de allí, para ver qué sitio nos recomendaban. A Carlos se le había metido en la cabeza, comer un buen chuletón, para ello qué mejor sitio que un asador.  Pero, resultaba que a todo el mundo se le había antojado la misma idea, porque los sitios que visitamos estaban a tope de gente. Y los que no estaban, a simple vista, tan llenos, nos decían que no tenían sitio, porque estaban reservados. Llegaron las tres de la tarde y seguíamos sin encontrar ningún restaurante. Cuando se acercaban las cuatro de la tarde, o incluso antes, omitimos la idea de Carlos, ya solo queríamos comer, aunque fuera un menú, algo calentito. Pero, en todos los restaurantes que visitamos estaban abarrotados de gente esperando. No sé si es que era un día especial, o qué pasaba. Bueno, era un sábado, pero no era ni festivo ni nada, a pesar de estar en medio del las dos festividades. Por tanto, al igual que nosotros, habría muchos que estaban de puente.
Por último, acabamos en un sitio, alejados del bullicio, y comimos poco y mal. Nada de menú, algo de pinchos y ya está. Ya se nos habían quitado las ganas de seguir buscando. Seguro que si hubiéramos seguido buscando, nos hubiéramso encontrado que las cocinas estaban cerradas. Así que más valían engañar el estómago con algo.  Bueno, no hay mal que por bien no venga, y nos sirvió para recorrer las calles de Vitoria en profundidad, sobre todo sin descuidar ningún restaurante.
Por la tarde, tomamos un café, intentando que nos dieran los últimos rayos de Sol, que ya se iba alejando. Lo hicimos en una terracita de una plaza, no sé si era la Plaza Blanca. Pero, ahí estuvimos tomando café, arreglando el mundo y viendo a la gente pasar. 
Después, cansados y porqué no decirlo, un poco decepcionados- pensábamos pegarnos una comilona de las que hacen historia y más después de las caminatas- fuimos al coche. El camino, por ese puerto, por esas montañas, con tanta bajadita, no fue tan agradable como la subida, parecía que lo poco que habíamos comido se nos fuera subiendo. Bueno, tampoco tanto, pero un poco mareadillos y  sobre todo, cansadísimos llegamos a Logroño.  
Cuando llegamos ya estaba oscuro. Pero, es que este tiempo, oscurece antes. Llegamos justo para que Kenzie degustara su pienso, visto y no visto, como siempre. 
Por la tarde, después de descansar, asearnos, salimos a dar una vuelta pro ese Logroño iluminado por la Navidad. Habíamos quedado con Eva y Alfonso para cenar. Nos iban a llevar a un buen sitio, habían reservado, para compensar lo “mal” y poco que habíamos comido en Vitoria.   

CENA DE DESPEDIDA

Quedamos en la Gran Vía, y de ahí fuimos al restaurante donde habían reservado: Mesón Cid. Un sitio muy grande, con mucha gente esperando, muchos grupos, mesas por todas partes. Afortunadamente, al haber reservado no tuvimos que esperar y enseguida nos llevaron a nuestra mesa. En una sala más apartado, donde no había tanta aglomeración de gente de pie, esperando o en la barra. Teníamos nuestra mesa para los cuatro, e incluso un hueco muy amplio para Kenzie. Empezamos a mirar la carta, se nos hacía la boca agua con tanta cosa. Después de la caminata por Vitoria, de lo poco que habíamos comido y las ganas de pedir un chuletón. Aparte de pedir un picoteo de embutidos ibéricos y un pulpo, cada uno pidió su plato. Carlos y yo pedimos un entrecot de buey con salsa roquefort. Eva y Alfonso también se pidieron carne. Teníamos hambre. Todo acompañado con un Rioja. Y por último unos chupitos de hierba para bajar la comida. Acabamos muy contentos con la comida. Por último, nos acompañaron al hostal, donde empezaron las despedidas y las promesas de no volver a tardar tanto en vernos.
Al día siguiente, ellos trabajaban y nosotros emprendíamos el viaje de vuelta. Afortunadamente, hoy día con las tecnologías, si quieres no estás lejos nunca. Pero, quieras que no, da cosilla dejar a gente tan maja. Sobre todo, te emociona cuando te dicen que ya han tenido regalo de Navidad con nuestra visita.  ¡Gracias, chicos, por estos días! ¡Gracias por hacer de guías, estar con nosotros y ser como sois!  
Los cuatro sonriendo


REGRESO A BARCELONA  
Por la mañana, madrugamos para terminar el equipaje. Tocaba recoger todos los bártulos e ir a buscar el coche. Lo teníamos aparcado por donde viven nuestros amigos. A pesar de estar cerquita de su casa, no podíamos volver a despedirnos, estaban trabajando. Además, Carlos no quería que nos demorásemos mucho en salir, no quería coger caravana. Era domingo y día festivo, 8 de diciembre. Por suerte, no cogimos nada de caravana. Comimos por el camino, en la Nacional que es por donde mejor se come, aunque cogimos  un bocadillo, pero mucho mejor que las áreas de servicio de las autopistas. Paramos por Lérida, otra vez la niebla, emborronaba todo. No se veía nada, y encima una temperatura muy gélida. Parecía que estábamos en el país de los fantasmas. Cuando paramos en ese restaurante, sabíamos que había uno por el cartel, pero Carlos decía que ni lo veía. ¡Qué sensación!  Estábamos entre nubes.
Pasado Lérida, la niebla se difuminó y pudimos ir más tranquilos. Estando más cerca de casa, sí que cogimos algo de caravana. Parecía que no fuéramos a llegar nunca. Pero, es que siempre sucede, cuando vas, vas con ganas por disfrutar de unos días diferentes. Sin embargo, la vuelta, entre el cansancio acumulado y el saber que regresas, parece que no llegas nunca. Pero, llegamos a casa. Al día siguiente, Carlos tenía que volver a la rutina del trabajo. Y yo…a la rutina de casa.


2 comentarios:

  1. Fue breve pero super especial. Los dos sois fantasticos. Que os queremos muchisimo chicos. Pasar unas maravillosas navidades y una mejor entrada. Espero que sea pronto nuestro reencuentro en Barcelona y lo publiques en tu blog, sigue escribiendo asi. Un abrazo muy grande para los tres y el resto de familia de parte de nuestra.

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  2. Hola Pili, soy de Logroño y soy usuario de perro guía. Solo quería comentarte que sí, en Logroño como en todas partes hace falta bastante educación en temas de perros guía y que en general los usuarios tratamos de hacer lo posible para que la gente vaya conociendo lo útiles y buenas "personas" que son. Pero decirte también que si tú tuviste esa experiencia el año pasado en Logroño, yo la tuve en Barcelona. Unos meses antes, en Semana Santa, estuve cerca de la Sagrada Familia y cuando fuimos a cenar de dos sitios nos fuimos sin cenar porque no nos dejaron entrar. Se nos plantaron delante unos gorilas enormes que nos impedían el paso. Estoy de acuerdo con tu postura al empeñarte en que te aceptaran, yo mismo la llevo a cabo habitualmente, en esa ocasión me eché para atrás porque mi perro estaba recién jubilado y ante una reclamación tenía todas las de perder. Pero ya ves, en todas partes ocurren estas cosas. También en alguna ocasión yo he tenido problemas en Logroño.

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