EL MES MÁS ESPERADO DEL AÑO….DICIEMBRE
El mes más esperado del año ha llegado. El último mes del
año, el de la ilusión, la inocencia, las luces, la Navidad, los reencuentros
familiares, el de los balances del año, el del turrón, la lotería, los
juguetes, los anuncios, las uvas, la cuenta atrás….
¡Ya estamos en diciembre! ¡Ya llegó la Navidad! ¡Felices fiestas a todos! :)
Como mucha gente espera con ganas a que llegue este mes, ya
sea para que termine el año, o bien, para empezar el siguiente año con otra
mirada. Ya sea por lo que sea, por esperar regalos, por esperar un toque de
suerte con la lotería, por degustar los dulces de estas fiestas, por
atiborrarte de comida, por plantearte nuevos retos para el año que entra, por
esperar regalos, por ver la sonrisa de los más pequeños. Sea por lo que sea,
mucha gente espera algo. Es por ello, que, aparte de desear unas felices
fiestas navideñas, también voy a insertar un texto sobre las esperas.
Porque todos en algún que otro momento hemos esperado algo,
o, a alguien.
LAS ESPERAS
Quien espera,
desespera…
Nos pasamos gran parte del tiempo
esperando, a que ocurra algo, a que alguien aparezca, o simplemente esperando a
esperar. Hay esperas largas, cortas y atemporales.
Las esperas cortas son aquellas,
en las que ni te das cuenta que has esperado por algo, porque has aprovechado
el tiempo. O, porque ha sido una espera tan breve que ni te has percatado que
has esperado. Así da gusto esperar.
En cambio, las esperas largas son
eternas y nunca parecen llegar a su fin. Sabes que empiezas a esperar y ves que
el tiempo, que la aguja del reloj parece no moverse, parece que todo se haya
detenido, y a lo tonto puedes llevar minutos, horas, días y meses esperando.
Aunque parezca que el resultado de esa espere no llegue, si tienes fe,
paciencia y mucha paciencia en algún momento llegará.
Las esperas atemporales, esas en
las que te dicen que “pronto llegará”, “quizás llegue en un mes”….Cuando
empiezan con el “pronto”, sabes que no lo será, cuando hay un: “quizás”, un
puede, un posiblemente, probablemente…no hay nada seguro de que ocurra en el
período de tiempo que te han dicho. O, cuando te dicen “espera, un momento, por
favor” ese momento no sabes si será: minutos, que es lo más lógico, o bien se
puede demorar hasta una hora. Nunca se sabe con estos períodos de tiempo
atemporales.
En definitiva, sea corta, larga,
atemporal, o como sea, todas tienen algo en común, que tienes que esperar. Son
aburridas, tediosas, y una pérdida de tiempo. Además, tienen en común que la
incertidumbre reina en tu cabecita. Hay algunas esperas que son tan comunes y
cotidianas que pasan inadvertidas, pero algunas de esas esperas empiezan ya de
buena mañana:
Esperas a que el microondas, la
máquina de café, o, la cafetera, llegue a su colofón, para poder degustar el
café matutino. Seguimos con la espera del ascensor, que la omitimos, porque la
mejor forma de no hacer esa espera, es hacer ejercicio y bajar por las
escaleras. Nos encontramos ante un semáforo, y como buenos ciudadanos,
esperamos a que se ponga verde para nosotros. Las prisas, a veces, nos juegan
malas pasadas y solamente por el hecho de no querer esperar, pasamos en rojo,
como si así fuéramos a ganar algo de tiempo. Llegamos al metro, al
autobús y tenemos que esperar a que llegue nuestro transporte. En cada
parada se detiene, mientras tú sigues esperando a llegar a tu destino. Miras el
reloj y ve que avanza y tú no puedes detener el tiempo, mientras estás parado
en una espera más de tu vida. Y así continúa nuestra jornada diaria, esperando,
son ejemplos tan diarios que nos paramos a pensar que estamos esperando, pero
esperamos.
Simplemente, es un mini ejemplo.
Pero hay miles de ellos…
Vas al dentista y esperas en una sala,
denominada: “sala de espera”. En el hospital más de lo mismo. En el
ambulatorio. En la peluquería. Y así hasta cientos de sitios, en los que tienes
que esperar a que llegue tu turno. Quedas con los amigos y esperas a que lleguen,
o en su defecto, poniendo como excusa la espera del transporte, del semáforo, o,
de la máquina de café, eres tú quien haces esperas a los demás. Pero todos,
absolutamente todos alguna vez hemos esperado a alguien.
A veces, esperas con tantas ansias
a que llegue el gran día, que cuando llega ni te lo crees. Cuando esperas
un resultado, el cual parece que no va a llegar nunca, y puede cambiar tu vida,
al final no quieres ni que llegue, porque estás tan nervioso que te da miedo
afrontar el resultado.
Al fin y al cabo, todas las
esperas conllevan inseguridad. Una incógnita que no sabes que habrá detrás.
Mientras esperas en el dentista, no sabes si te dolerá, si tendrás que ir otro
día, si encontrarás alguna caries que no creías tener, si te podrán atender, si
el dentista será el de siempre, si…un montón de condicionales sobrevuelan sobre
tu mente pensante. Por eso en la sala de espera, para que se haga más amena
ésta, introducen: revistas, diarios y demás útiles de lectura, para que tu
mente no piense en lo que vendrá, además lo aderezan con una música típica de
ascensor (donde también pasas un tiempo mientras llegas a tu destino).
Lo malo de estar esperando es que si es muy larga y tienes
tiempo para pensar, la cabeza te puede jugar malas pasadas. Empiezas a pensar,
inconscientemente, si a tal persona que se demora más de la cuenta le habrá
pasado algo. Si la cita médica, donde parece que han olvidado tu nombre, era
otro día. Si estás tú equivocado y no tenías que ir tal día a tal sitio. Te
preguntas miles de cosas y piensas que se han olvidado de ti y que nada va a
ocurrir. Empiezas a pensar mal, muy mal, y parece que nada va a ocurrir, ni era
el día, ni el momento y tú estás ahí parado esperando. Simplemente: paciencia,
la madre de la ciencia. No queda otra que resignarse, tomárselo con filosofía
y tener mucha paciencia. Con calma,
entretenimiento, para no dar tregua a los malos pensamientos, y con buena
actitud todo llega, y si no llega es que te has equivocado de lugar.
Os dejo una canción de Presuntos Implicados: "Esperaré"
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