LA ILUSIÓN DE UNAS VACACIONES, DE UN VIAJE, DE UN DESTINO
Eran mis primeras vacaciones desde que estoy trabajando. Por
supuesto había realizado vacaciones, pero siempre porque no tenía trabajo y
tenía tiempo y disponibilidad para viajar. En este caso, me había pedido cuatro
días de vacaciones en el trabajo, mis primeras vacaciones, que, aunque parezcan
pocos días, sumados a los fines de semana y a los días festivos de Semana Santa
eran bastantes. Así que, nos sincronizamos Carlos y yo para coincidir en las
vacaciones y poder hacer alguna escapadita. Después de barajar diferentes
destinos entre los que estaban Bélgica y otros, decidimos volver a Italia y
visitarla junto a Kenzie.
La idea era ir hasta Pisa pasar una noche y de ahí irnos al
día siguiente a Florencia, la ciudad donde hice el ERASMUS y poder caminar por
la ciudad del Renacimiento con Kenzie. En Florencia he estado en diversas
ocasiones: la primera vez siendo adolescente en un viaje con el instituto,
viendo perfectamente. La segunda vez con unas compañera de universidad,
viviendo allí durante cinco meses y ya con la patología desarrollada, por tanto
con el bastón, y ahora era el momento de volver, ocho años después, junto a Kenzie
y Carlos. Me hacía mucha ilusión volver a la ciudad del síndrome de Stendal junto
a Kenzie, mi perra guía, y sentir la libertad que me da ir con ella. Después de
dos días teníamos la idea de coger un tren e ir hasta Nápoles, aunque la
distancia parezca bastante, hay un tren que en tres horas te deja en la ciudad
donde se creó la pizza, Nápoles. Desde Nápoles queríamos hacer varias
excursiones: visitar Herculano, Pompeya y pasear por Nápoles, para ya regresar
el viernes 25 de marzo, ya que los vuelos para el fin de semana subían mucho de
precio. En definitiva: una escapada de cinco días por Italia, donde el recuerdo
y el descubrimiento se daban la mano. Quería pasar por la ciudad donde ocho
años atrás había estado, pero esta vez hacerlo con la seguridad de hacerlo con
mis dos grandes apoyos: Kenzie y Carlos. Quería descubrir la antigua Pompeya,
Herculano y Nápoles. Cambiar de aires y disfrutar de mis primeras vacaciones
oficiales.
Así que queríamos coger un vuelo el sábado día 19 de marzo, pero no vimos ninguno directo, el único que
salía el fin de semana era el día 20 de marzo con Vueling a las tres de la tarde y llegando
a las cuatro y media de la tarde a Pisa. Así que compramos ese, para pasar el
domingo por Pisa y alojarnos en un hotel ya pagado y a la mañana siguiente ir a
Florencia. Además, para ir a Florencia siempre es mucho mejor ir desde Pisa que
hay un tren que te deja en el estación central de Florencia, Santa María
Novella.
MALOS PRESAGIOS
La mañana del domingo 20 de marzo nos levantamos temprano,
teníamos que terminar de meter la ropa en la maleta, solamente facturábamos una
para los dos, suficiente para unos cuantos días. Vimos que estaba lloviendo en
Barcelona, pero pensamos que en Italia no tenía por qué estar lloviendo, así
que, aunque estuviera lloviendo a cántaros no nos desanimó. De todas maneras,
pusimos el chubasquero de Kenzie y los nuestros en la maleta, no fuera a ser
que tuviéramos unos días por Italia pasados por agua. A las once de la mañana
ya estaba todo a punto, pero Carlos recibió una notificación a través de Google,
donde avisaban que nuestro vuelo no saldría a las 15:00 horas, sino que lo
haría a las 17:20 horas. Llamé a mis padres para comunicárselo, ya que ellos se
habían ofrecido para llevarnos al aeropuerto. No sabíamos si ir más tarde al
aeropuerto. Sin embargo, al cabo de un rato, llegó otra notificación diciendo
que la hora de salida sería a las cuatro de la tarde. Al no estar muy clara la
información, pensamos en ir como si el vuelo saliera a las tres de la tarde, la
hora programada, ya que estaríamos más tranquilos una vez hubiéramos facturado.
No sabíamos a qué se debía el retraso del vuelo, pero yo me imaginaba que sería
la climatología que no acompañaba para volar.
A la una menos cuarto salimos de casa con las mochilas, la
maleta y cargados de ilusión. Kenzie hizo sus necesidades antes de subir al
coche, ya que tendría que esperar un rato hasta que llegásemos a Italia, para
volver a ir a algún lavabo. Suerte que el vuelo es corto y que ella tiene mucho
aguante.
EN EL AEROPUERTO
Llegamos al aeropuerto de Barcelona y nuestra sorpresa fue
ver la cantidad de gente que había por todas partes. Ya se sabe que en un
aeropuerto sierpe hay gente que va y que viene y casi nunca está vacía, pero
daba la sensación de estar más repleto que en otras ocasiones. Lo primero que
hicimos fue ir al mostrador de facturación, era la una y media del mediodía y
queríamos tenerlo todo hecho. Pero, había colas exageradas en los mostradores
de facturación. Sin embargo, Carlos se fijó que había un mostrador destinado
para personas con discapacidad, así que teniendo esa opción fuimos por ahí, ya
que además había menos cantidad de gente. Una vez facturamos, preguntamos que a
qué hora salía el vuelo y el chico del mostrador nos dijo que estaba programado
para las tres de la tarde, pero que debido a la huelga de controladores aéreos
no se sabía cuándo saldríamos, que estuviéramos atentos a las pantallas.
¿Huelga de controladores aéreos? La primera noticia del día, y yo pensando que el
retraso se debía a la climatología, pero no. Pasamos el control de seguridad, si estábamos
dentro y el vuelo salía a su hora, nos habríamos ahorrado las colas del control
y estaríamos más cerca de la puerta de embarque. Queríamos estar cerca de la
puerta de embarque, así que fue lo primero que hicimos ir a localizarla.
LA ESPERA
Ubicada la puerta de embarque, que daba la casualidad que no
estaba muy lejos del patio que hay para los fumadores, así que una vez la
teníamos controlada, fuimos a esa zona, para que nos diera el aire. Carlos
aprovechó para comprar una botella de agua y comerse el bocadillo que nos
habían hecho mis padres. Yo no podía comer, estaba nerviosa y prefería hacerlo
ya en el avión, una vez estuviera volando. Después de tomar el aire nos
dirigimos a las pantallas, para ver qué información ponía, y suerte que lo
hicimos, porque habían cambiado la puerta de embarque, ahora era otra puerta
que estaba un poco más alejada de la zona de fumadores. Así que, nos fuimos
para allí y como ya había bastante gente en el mostrador de embarque, decidimos
quedarnos. El tiempo iba pasando y no aparecía nadie de vueling. Nada de
información. Ponía que embarcábamos a las cuatro y veinte de la tarde y de
repente mirabas el reloj y eran las cuatro y media, justo la hora que se supone
que deberíamos haber aterrizado en Pisa. De repente, comunican que cambian la
puerta de embarque de nuestro vuelo y toda la cola se desmonta y todo el mundo
empieza a correr por los pasillos de la terminal. Ahora ponía que embarcábamos
a las cinco y veinte de la tarde, todos estábamos agolpados en el mostrador y
seguía sin aparecer nadie, el personal de vueling estaba desaparecido.
Finalmente aparecieron y siguiendo el protocolo, nos dejaron pasar los primeros
para embarcar: bajamos unas escaleras y subimos a un autobús que nos llevaría
al avión. Así que, por mucho que subiéramos los primeros, al ir en autobús, no
subimos los primeros al avión, porque la gente siempre va con prisas y quieren
ser los primeros. A mi peluda le dan miedo las escaleras del avión, porque la
pobre se resbala, así que, al no ser finger y tener que subirlas, tuvimos que
dejar que la gente fuera subiendo, para subirlas tranquilamente y sin que tuviéramos
que pararnos en medio de las escaleras, ya que eso le da terror, porque se
resbala. Una vez dentro del avión, en nuestros asientos: fila 5, esperamos a
que llegasen todos los pasajeros, dos autobuses más. A mí ya me iba bien,
porque tenía que colocar a Kenzie que casi no cabía. Normalmente nos reservan,
nos bloquean un asiento en medio de los dos, para que tanto Kenzie como
nosotros tengamos algo más de espacio, pero cuando fuimos a facturar, ya nos
dijeron que no creían que fuera posible, porque íbamos completo. Y así fue, asientos de tres
completos, Carlos en medio, yo en ventana y Kenzie en nuestros pies sin poder
moverse. Le quite el arnés, para que no se quedase atrapada y pudiera al menos
tumbarse, y en cuanto la liberé del arnés, así lo hizo, se colocó entre
nuestros pies, utilizando mi pie de almohada y así estirada se quedó.
Kenzie ya colocada en el avión dispuesta a volar |
Cuando ya
estaba todo el avión completo y parecía que ya íbamos a salir, nos pide
disculpas el comandante. Yo ya había colocado la botella de agua en el asiento
delantero. Al cabo de un rato comunican que debido a la huelga de controladores
aéreos franceses nos impiden sobrevolar el espacio aéreo francés y que el vuelo
está programado para las 20:45. La gente se empieza a indignar y muchos quieren
salir del avión a tomar el aire, porque tienen claustrofobia, hace calor y los
ánimos empiezan a caldearse. La tripulación comunican que como la espera es
larga, ahora vendrán a buscarnos para llevarnos a la terminal y esperemos
tranquilamente, en principio está programado para esa hora, pero que estemos
atentos a la información de las pantallas.
Salen todos los pasajeros del avión, nosotros nos tenemos
que quedar a que todos se hayan ido del avión, para poder salir y desencajar a
Kenzie de su poco espacio. Nuestra sorpresa es que ya todos los autobuses se
han ido. Hablo con el piloto que está en la puerta y le digo si puedo bajar a
pista, para que la peluda haga sus necesidades y me comunican que por él ningún
problema. Bajamos y nos están esperando los de la asistencia, no la habíamos
solicitado, pero venían a buscar a otra persona que ya se había ido en el
autobús. Antes de subir en su furgoneta, nos acompaña alguien del aeropuerto y
nos dice que lo siente mucho, pero que no podemos quedarnos en pista, porque no
llevamos chalecos y nos pueden multar. Yo indignada le digo que entonces dónde
puede hacer sus necesidades, que llevamos desde la una y media del mediodía en
el aeropuerto, que si podemos salir de la terminal, nos dice que sí, pero que
tendríamos que pasar otra vez el control de seguridad. El chico de la
asistencia nos dice que hay un patio para fumadores, que no está tan repleto de
gente como en el que habíamos estado, y
quizás ahí podría hacer algo. Nos deja en la terminal. Desubicados y siguiendo
las instrucciones del chico de la asistencia, vamos a ese patio, y suerte que
encontramos un sitio con arbustos, donde Kenzie pudo desahogarse. Ahí hizo de todo
y se liberó. Nos quedamos un poco más en el exterior tomando el aire. Después
fuimos para adentro y en las pantallas no había nada de información, solamente
que el vuelo estaba cerrado. Faltaba información, faltaba personal y cada vez
había más y más gente por todas partes, gente tumbada en el suelo, gente que no
sabía para dónde ir, así que, optamos por comprarnos algún refresco, ya que me
di cuenta que me había dejado la botella de agua en el asiento de ese avión que
nunca cogimos.
Estuvimos un rato en la que sería nuestra puerta de embarque,
nos encontramos a más pasajeros del vuelo esperando, que tampoco entendían
nada. Solamente teníamos la información que Google iba actualizando. Allí
sentados en el suelo, no había ningún asiento libre, me comí el bocadillo, ya
que si tenía que esperar a comérmelo en el avión iba lista. No es que tuviera mucha
hambre, porque los nervios y la situación habían hecho que el estómago se me
cerrase, pero algo tenía que comer. Allí no decían nada, solamente se escuchaba
que anunciaban cambios de puerta de embarque, que estuviéramos atentos a
nuestras pertenencias y que debido a la huelga de controladores aéreos algunos
vuelos se habían visto afectados. El vuelo seguía apareciendo en la pantalla
como cerrado y optamos por ir a tomar el aire de nuevo, a pesar de que la
puerta de embarque estaba bastante lejos, pero queríamos, necesitábamos
movernos y tomar el fresco. Aprovechamos para escribir al hotel de Pisa y
comunicarles que llegaríamos más tarde, porque nuestro vuelo no salía a la
hora. Más que nada, para que hubiera alguien en recepción, no sabíamos a qué
hora llegaríamos.
INCERTIDUMBRE
Carlos dijo que iba a mirar las pantallas de información,
salió espitoso donde estábamos Kenzie y yo para decir que ponía embarcando, así
que tuvimos que ir corriendo desde el patio hasta la puerta de embarque,
corriendo por toda la terminal como alma que lleva el diablo, por si acaso
ahora después de tanta espera perdíamos el vuelo. Llegamos y estaban pidiendo
las tarjetas de embarque, después de coger aire, llegó nuestro turno y nos
dejaron pasar. Volver a bajar las escaleras, subir a otro autobús e íbamos comentando
la jugada con otros pasajeros, ya conocidos, porque habíamos entablado algo de
conversación antes, y diciendo que podían haber anunciado algo, que pasar de
cerrado a embarcar era indignante, que estaban jugando con nosotros, faltaba
información.
ILUSIÓN, DESILUSIÓN, DESESPERACIÓN
Y DECISIÓN
A las diez de la noche ya estábamos en el avión, Kenzie ya
estaba colocada. Las azafatas eran muy atentas, diciendo que si Kenzie quería
agua y nos dijeron que después cuando vinieran todos los pasajeros intentarían
recolocarnos, porque vieron que no teníamos casi sitio, ni la peluda, ni
nosotros para poner los pies. Había gente muy alterada, fue el caso de un
hombre que sí o sí quería poner su equipaje de mano en un compartimento, a
pesar de que estaba a tope, y él erre que erre, forzando. Al final nos pudo recolocar
y al hombre que estaba al lado de Carlos lo llevaron a otro asiento libre, por
tanto, Kenzie tenía algo más de espacio, con el asiento de en medio libre. Ya
estábamos con los cinturones puestos, la ilusión volvía a despertar y, aunque
tarde, ya nos veíamos en Pisa, aunque esa noche ya ni cenásemos pizza, ni
viéramos la torre, ya lo haríamos a la mañana siguiente, antes de coger el tren
para Florencia. Nos anuncian que el vuelo está programado para las once de la
noche. La gente aplaude. Anuncian las medidas de seguridad. Yo estoy casi sin
batería en el móvil a un 10% pero me da igual, no lo necesito, lo pongo en modo
avión. Al cabo de una hora nos dicen que reiteran las disculpas, pero que el vuelo
no puede salir hasta la una de la madrugada, la gente se empieza a indignar.
Anteriormente, al comunicar que saldríamos una hora más tarde me había entrado
la risa nerviosa de no me lo puedo creer, pero al escuchar eso, me desmoroné y
las lágrimas de impotencia empezaron a hacer de las suyas, lagrimas de
impotencia, cansancio, lágrimas que no podría controlar. Al ver que la peluda
ya estaba nerviosa, llevaba más de una hora dentro de un avión que no
despegaba, con un espacio mínimo, empezó a revolverse, a ponerse de pie, ya lo
había hecho en varias ocasiones. Apagaron los motores, por tanto nos quedamos
sin aire frío dentro del avión, el calor era insoportable, la claustrofobia,
los nervios empezaron a flotar por todo el ambiente, gente gritando, otra que
quería salir y otra que cancelaba todo. Las azafatas intentaban dominar la
situación, ofrecieron vasos de agua, intentaban animar a los pasajeros con sus
palabras, pero, de repente el silencio por parte de la tripulación se hizo
patente. Algunos pasajeros fueron a preguntar y no comunicaban nada, porque no
sabían qué decir. Finalmente dijeron que como el espacio aéreo francés estaba
cerrado, habían optado sobrevolar el espacio aéreo de Argel, pero que para ello
tendrían que repostar más combustible. Nosotros optamos por cancelar todo e
irnos, no fuimos los únicos. Habían abierto la puerta para quien quisiera
cancelar el vuelo, y así lo hicimos, al menos salir que nos diera el aire y que
la peluda hiciera un pis, porque se le notaba con ganas, nerviosa. Al bajar las
escaleras estaba la guardia civil, no sé si estaría ahí por si alguien se ponía
más nervioso de lo habitual. Acompañados por la guardia civil en pista, nos
dejaron ir hasta un bordillo y ahí demostró con creces las ganas que tenía de
mear la pobre Kenzie. A Carlos le dije que nos íbamos llevábamos casi doce
horas en el aeropuerto, nos habían dicho que viajaríamos a tal hora y nada, nos
habían cambiado de puerta tres veces, habíamos subido dos veces en un avión, y
ya no me creía nada. Había un autobús para llevarnos a la terminal, y de
repente vemos que desalojan a todos los pasajeros y todos suben al autobús, no
sé si todos decidieron abandonar, pero todos estábamos por segunda vez fuera de
un avión. Empiezan a decir que se llevan las maletas, empiezan a bajarlas, y ya
le digo a Carlos que empiece a anular los hoteles, que ya no viajábamos. Eran
las doce y media de la noche y el desconcierto era máximo, vuelven a decir que
pueden subir. Pero, nosotros ya no nos creemos nada, hemos anulado los hoteles
y estamos dispuestos a abandonar y cancelar el vuelo, cancelar las vacaciones.
No quiero hacer sufrir más a Kenzie que, una vez más, demostró tener más
paciencia que muchos humanos, sin protestar, solamente queriendo hacer sus
necesidades. Yo me sentía culpable, no era plan que la peluda lo pasase tan mal
sin saber cuánto rato más íbamos a estar en un avión sin despegar, con una ruta
más larga y con unas condiciones pésimas. Estuvimos cuarenta y cinco minutos
esperando en un autobús esperando, cuando no era esperar en la terminal, era en
el avión y si no en un autobús, pero parecía que no podíamos movernos a ningún
sitio. Nos trajeron la maleta, la sacaron de la maleta y nos la dieron junto a
las personas que como nosotros renunciaron a esperar más dentro de un avión que
no volaba.
RECLAMACIÓN
En el aeropuerto fuimos a información de AENA para saber qué
teníamos qué hacer, para recuperar nuestro dinero, que nos reembolsasen el
vuelo que no habíamos podido hacer. Nos
dijeron que teníamos que ir a información de Vueling, y Carlos vino con una
cara de espanto, que la cola era tremenda. Pero, la teníamos
que hacer si
queríamos recuperar nuestro dinero, nuestro vuelo. Después de más de una hora
de cola, sin sitio para sentarse, todo el rato de pie, con las mochilas, la
maleta y Kenzie mirando todo el rato a la calle, renunciamos a hacer esa cola
que no avanzaba. En una hora solamente habíamos avanzado unos cuantos metros.
Carlos fue a informarse a AENA, para saber si había otro método, como por ejemplo
llamando a un número de teléfono o por internet, ya que no queríamos cambiar de
vuelo, solamente cancelarlo. Nos dijo que era mejor que esperásemos, pero
nuestro cuerpo, el cansancio y el desanimo pudo con nosotros y nos fuimos. No
aguantábamos estar más tiempo dentro del aeropuerto, así que después de más de
doce horas en el aeropuerto nos fuimos.
Y PARA REMATAR EL
DÍA…
Fuimos a por un taxi y cuando nos indicaron que taxi debíamos coger, el taxista se niega a llevarnos por Kenzie, alegando que tiene alergia,
los controladores, le dicen que por ley está obligado. Le digo que si no, nos
apuntamos el número de licencia y le denunciamos, después del día que llevaba,
ya estaba dispuesta todo. A ver, si ahora tampoco iba a poder volver a mi casa,
porque no querían respetar nuestros derechos. Más hubiera valido la pena que
ese taxista no se dedicase a esa profesión, porque si no sabe respetar las
normas, las leyes y tener un buen trato, tampoco sabía conducir. La verdad, es
que entre el poco espacio que teníamos los tres en la parte trasera del coche y
los volantazos que iba dando, aparte de lo rápido que iba, creo que se quería
ventilar nuestro servicio lo más veloz que pudiera.
A pesar de comentar que tenía alergia los perros, en ningún
momento tosió, ni estornudó, ni se puso enfermo. Así que, una artimaña más que
se había inventado, para no llevarnos. La típica excusa que suelen decir, para no llevarnos, pero no se salió con la suya. Nos llevó a regañadientes y a toda mecha, pero no s llevo. Para finalizar
al llegar, que le dijimos que nos dejara
antes de nuestro destino, baja la maleta y escucha un golpe, ¿a quién le había
dado? A la cabeza de Kenzie, por supuesto se disculpó y sé que fue sin querer,
sin embargo, eso remató el día y culpabilidad de llevarla con nosotros. El
taxista se disculpó y acarició a Kenzie ¿dónde estaba ahora su alergia?
EL FINAL DE UN VIAJE
FRUSTRADO
Llegamos a casa casi catorce horas después de nuestra ida:
desilusionados, cansados, con sed, con hambre, pero lo más importante sin
viaje, sin destino, sin ganas de nada. No solamente habíamos perdido el tiempo,
el dinero, sino que habíamos perdido la ilusión de un destino que tanta emoción
nos hacía. No sabemos si ese vuelo viajó esa noche, y si lo hizo a qué hora
llegó, no sabemos si hicimos bien en rendirnos, pero miramos por Kenzie, y
además cuando el desanimo y el hecho de haber subido dos veces en un avión hace
que todo cobre un tinte negro de desesperanza y pensar que te vas pasar doce
horas más ahí. No sabemos si hicimos bien, pero como no se puede rebobinar,
hicimos lo que creíamos mejor en ese momento, como para nosotros mismos.
Ahora toca reclamar, ya lo hemos hecho vía internet, pero
nos han escrito que debido a causas ajenas, están saturados y tardarán en
contestar en el período que suelen hacerlo. Sin embargo, seguiremos insistiendo,
porque creo una compensación, aunque sea devolvernos el dinero de los billetes
de avión, deberían hacerlo. Cancelar el vuelo de vuelta, ya que si no pudimos
ir, no podemos volver. Un viaje frustrado que hemos pagado como si hubiéramos
ido, porque el dinero del hotel de esa noche no nos lo devuelven, las dos
noches en Florencia solamente la mitad, y los vuelos, esperemos que sí, pero
tenemos que esperar a que contesten. Encima tuvimos que pagar a un taxista que
no se lo merecía, no solamente por negarse a llevarnos, si no por su forma de
conducir. Al día siguiente estábamos reventados, no solamente por el cansancio,
sino por la desilusión, la rabia, la impotencia y una ilusión hecha añicos.
Nunca había hecho un viaje a ninguna parte tan largo. Un
viaje que dura una hora y media se convirtió como un viaje a Nueva York. No
hubo información, no nos dieron nada de comer, ni de beber, ni sabíamos a quien
recurrir. La información solamente era mediante las pantallas, por tanto no te
podías ir muy lejos, aparte de no ser nada accesible para las personas que no
vemos. A veces, en la espera le decía a Carlos que quizás era una pesadilla,
que estaba soñando con el viaje y me estaba pasando eso, pero enseguida esa
pesadilla era real y seguíamos esperando. Pensé que tras la espera, ya dicen,
lo bueno se hace esperar, pero finalmente solamente sirvió para regresar a casa
con la cabeza gacha y sin ningún viaje programado.
Ahora aún tengo la maleta y las mochilas sin deshacer, pero
hacerlo me genera mucha tristeza. Pensar que tal ropa me la había llevado para
tal día en tal sitio, y ahora abrir la maleta, para colocarla de nuevo en el
armario es muy triste. Siempre pagamos quienes menos nos lo merecemos.
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