VACACIONES EN LA CIUDAD QUE NUNCA DUERME
¡Por fin está aquí la entrada sobre nuestro viaje a Nueva
York!
Sí, lo sé, con algo de retraso. Pero, desde que
llegamos, no hemos parado, como sabéis el mes de octubre ha sido bastante
movidito con tanto evento, de un lado para otro, organizando y asistiendo
a jornadas muy interesantes. Entre que octubre ha sido un mes que
ha pasado volando, entre que hemos estado capturando todas las fotos y vídeos,
para hacer una recopilación de momentos vividos y mil cosas más, no he
podido hacerlo antes, aunque me moría de ganas de ponerme a ello, pero para eso
necesitaba algo más de tiempo y tranquilidad. Ahora me toca ponerme las pilas.
Lo bueno de tener un blog es que tengo que hacer un ejercicio de memoria, pero
cuento con la ayuda de las fotografías, los vídeos, los audios y lo
más importante, lo que mi memoria selectiva quiera recordar. Así que no
será como otras entradas, al menos esa es la intención, no tan precisa, no
con tanto detalle, pero sé que eso lo digo ahora y después ya veremos qué
sale, porque sin detalles, los pequeños detalles que componen los grandes
momentos, no sería yo.
NUEVA YORK
Nueva York es la ciudad soñada, la ciudad que nunca duerme,
la que sale en mil películas y la que está en la mente de todos. Pero, ¿qué
pasa cuándo visitas una ciudad tan visual como Nueva York sin ver? Sí, lo
sé yo tengo algo de resto visual, pero no me ha dado la impresión
de que los edificios fueran tan altos y gigantescos, a pesar de que todo allí
es grande. Cuando decíamos a amigos y conocidos que íbamos de
vacaciones a Nueva York, miles de exclamaciones sonaban por nuestro alrededor.
Diferente hubiera sido si hubiéramos dicho que íbamos a Toledo, y seguro que
ahí hubiéramos comido mucho mejor. No estoy diciendo que no nos lo
hayamos pasado bien, que no haya sido un viaje para ir, que me arrepienta de
haber pisado tierra americana. Pero, sí que está muy mitificado. Parte de
culpa es de las películas, las series de televisión y del capitalismo. Me
refiero que hay ciudades, lugares que son menos conocidos y quizás te
sorprenderán mucho más. No quería que me pasase lo de llevarme una
desilusión, por tanto no iba con grandes expectativas, para que no me
sucediera, pero quieras que no, es inevitable.
NUEVA YORK CON TODOS LOS SENTIDOS
OLFATO
¿A qué huele Nueva
York?
Nueva York huele en todas partes a comida. Vayas por
donde vayas te encontrarás que hay carritos ambulantes, pero no solamente
venden los típicos hot-dogs, sino que venden de todo. Puedes encontrar arroz al
curry, unos bocadillos muy raros, sándwiches vegetales, de todo y cuando digo
de todo es de todo. No sé cómo la gente puede comer por la calle cualquier
cosa, y mira, nosotros hemos ido en una época del año, Septiembre, que aún se
puede hacer eso de sentarse en un banco y comer cualquier cosa, pero en
invierno debe ser terrible. El café también es para llevar, ya sea en uno
de esos carritos ambulantes o bien en un Starbucks, que hay por todas partes. Hablando
de café, eso en realidad no es café, es un tanque de café con agua, de ahí
viene lo de un café americano, largo, largo y aguado, pero, te acabas
acostumbrando y hasta le coges el gusto. No está nada fuerte, pero porque no es
nada intenso, el agua se lleva toda la intensidad que pueda tener. El vaso más
pequeño, parecía más que uno normal aquí, y, claro, en vaso de plástico, todo
para llevar.
Si tienes hambre puedes caer en la tentación de
comprarte algo por el simple gusto de saciar tu gula, pero si acabas de comer,
la verdad es que no es muy agradable, porque además, ahora recordando, me viene
a la mente que muchos de esos puestos ambulantes, ya no es que oliesen a comida,
es que olían a quemado, como si esa plancha no la limpiasen y la
volvieran a utilizar, hasta que ese olor les delatase. A parte de oler a comida
por todas partes, ningún olor destacable. Ni en el metro olía mal, ni tuvimos
que pasar por calles con un olor desagradable, así que, dentro de lo que cabe,
aunque huela a comida y a café a todas horas, pues no está nada mal.
OÍDO
¿Qué se oye en Nueva
York?
En Nueva York, sobre todo si hablamos de Manhattan,
básicamente escucharás coches, el claxon de los automóviles intentando abrirse
paso entre el atasco, sirenas, ruido por todas partes. La verdad, es que no
supe el descanso que hay aquí hasta que no regresé. Realmente
noté un respiro de oídos en el aeropuerto de Barcelona al regresar, ya que en
el avión con la presión, tampoco pude disfrutar del silencio. Pero, Nueva York
aturde a culquiera, sobre todo si es tan importante este sentido, como lo
es para mí. Sin embargo, los semáforos, yo pensaba que en una
ciudad como Nueva York serán acústicos, pero mi sorpresa fue mayúscula cuando,
no sé si por el ruido del tráfico, de la gente, de la ciudad en sí, no
escuché ningún semáforo que lo fuera. A veces cuando se ponía en verde sí que
me parecía escuchar un pitido agudo, solamente uno, pero no sabes cuando
cambia, y, bueno, quizás ni era del semáforo. La gente no habla, casi que
grita, y no estoy hablando de China Town, que eso era como un mercadillo
intentando vender todo al mejor postor, estoy hablando que por la calle, en
según qué aceras te encontrabas con tal cantidad de gente que era una
mezcla de conversaciones agobiante. En la famosa Quinta Avenida podíamos
escuchar de todo un poco, gente por todas partes, porque es una de las avenidas
más concurridas y sonidos para dar y vender.
Además, nos sorprendió que fuésemos por fuésemos había obras,
por todas partes estaban construyendo algo, síntoma de que a los
estadounidenses les va mejor las cosas que por aquí, ya que no eran obras que
estuvieran a medias y paradas, sino que estaban a pleno rendimiento. Desde
Queens hasta Manhattan y pasando por Brooklyn, por todas partes. Empezando por
Queens, donde estábamos alojados, ya desde el hotel, justo enfrente y por los
lados estaban en plena acción, construyendo por los alrededores más edificios
y, estoy convencida que, cuanto más altos y grandes mejor. Suerte que a Nueva
York precisamente a descansar no va un turista, porque si hubiéramos querido
quedarnos durmiendo hasta tarde, como que no hubiéramos podido por las obras.
Menos mal que cada día a las siete ya estábamos en pie, queríamos ser los
primeros en coger sitio en el comedor para desayunar. Dejando bromas a un lado,
la verdad, es que el rato que estábamos con el café no era nada agradable
escuchar tanto ruido de buena mañana, es que vibraba hasta el suelo. Eso sumado
a que estábamos alojados cerca de Queensboro Bridge, un puente por donde pasa
el metro y coches, había veces, por la noche cuando las obras dormían, se
escuchaba a lo lejos algún chirrido del metro frenando, es lo que tiene que
esté abierto toda la noche. Pero, nada que el cansancio acumulado de todo el
día no pueda vencer, así que dormir hemos dormido bien.
Recuerdo que cerca del Hudson, del río, había un helipuerto,
y, claro, al pasar por ahí, tenías que levantar la voz para mantener una
conversación en condiciones. Yo creo que la gente habla con el tono más elevado
de lo normal, porque en esa ciudad, ya me lo había n avisado, el sonido de todo
está por encima de los decibelios normales.
A pesar de haber dicho que en China Town todo parecía un
desbarajuste, queriendo vender a toda costa, gente vendiendo, compradores
regateando y encontrando de todo lo habido y por haber, también, cabe destacar
que adentrándonos más por las callejuelas encontramos un rincón de
tranquilidad. Más que de relax, era un rincón mágico, un parque escondido que
te atrapaba. Nos atrapó porque si del mismo flautista de Hammelín se tratase,
la música nos guió hasta ese parque misterioso, secreto, oculto, mágico. Era un
parque
repleto de gente cantando, diferentes grupos de personas que a coro cantaban
música oriental. Nos fue de lujo para descansar del barullo que había por las
calles principales, descansar y dejarnos llevar por ese ambiente tan oriental.
Uno de los sonidos que recuerdo con cariño es la
música que nos acompañaba en Central
Park. La primera vez que pisamos Central Park y nos encontramos
que están tocando música clásica, música relajante. Sumado a
las canciones que tocaba un músico callejero, que la verdad, lo hacía muy bien,
y de ahí que se llevase nuestros aplausos y nuestra propina.
Un domingo nos fuimos a Harlem a escuchar música Góspel,
más bien, fuimos a la misa, pero eso más que una misa, era todo un
espectáculo, emocionaba. Menudas voces que tenían. Estuvimos las dos
horas y algo que duraba, pero valía la pena, y para nada se te hacía largo.
Primero, la misa es como estar en una película, sí, sí, con su reverendo
contando lo que ha sucedido durante la semana en la comunidad, todos se
conocen, incluso nos dieron una gran bienvenida, con ovación incluida, que casi
nos morimos de la vergüenza. Pero, de verdad, que cantaban como ángeles.
GUSTO
¿A qué sabe Nueva
York?
Dicen que es la cuna de la comida basura y… es cierto. Sí,
que puedes encontrar comida buena, pero no apta para todos los bolsillos,
o al menos nosotros como turistas, pues no hemos sabido
encontrarlos. Si queríamos aprovechar el día y comer algo rápido y
barato, lo más fácil era ir a un sitio de comida rápida, aunque realmente
acabamos hartos de ese tipo de comidas y anhelábamos comer un plato de
legumbres, ya fuera lentejas, judías o un plato de espinacas. Sin embargo,
cuando estás fuera de casa tienes que comer lo que tu bolsillo te permita
e ir probando lo más típico de allí, y la verdad que allí si no es
pizza, es hamburguesas, y si no bocadillos… Así estamos, pero hemos
disfrutado comiendo. Hartos, sí, pero todo en exceso es malo.
A pesar de todo, siempre hay algo que te gusta más. En
nuestro caso no ha sido la súper hamburguesas, ni los Hot-Dogs, ni nada de eso,
sino algo que también es típico de allí y a pesar de ser un bocadillo y frío es
más sano, por lo menos el que probamos, y me refiero a: bagle. Os voy a contar
cómo era el nuestro, para que se os haga un poco la boca agua. El bagle es un
bocadillo redondo con un agujero en medio del pan. El nuestro era así, el pan
con semillas de no sé qué, pero que hacía que el pan fuera algo diferente, y
llevaba: queso untado, tomates frescos y salmón ahumado. Realmente delicioso.
Lástima que lo descubrimos tarde, ya que básicamente lo puedes encontrar para
comer, aunque no entiendo por qué, ya que para cenar también estaría muy
apetecible.
Nuestro bagle, partido por la mitad. Salmón ahumado, queso y tomate. |
TACTO
¿Qué tacto tiene
Nueva York?
He tocado todo lo que he podido, suerte que siempre llevo mi
botellita de jabón para las manos, porque eso de tocar todo tiene sus riesgos: bacterias.
Pero, hay veces que no es que toque para saber cómo son las cosas, si no
porque no me queda otro remedio, como por ejemplo las barandillas del
metro, los asientos. La verdad, el metro de Nueva York me ha gustado mucho,
puedes llegar a todas partes, está abierto las veinticuatro horas al día, es
seguro, dice las paradas, es ancho. A pesar de sus años, y que en algunas
estaciones nos hemos vuelto locos para entrar, ya que era puertas
giratorias para entrar, y teníamos que hacer malabares para entrar. En
otras faltaban ascensores, y no lo digo por mí, pero, bueno, es lo que
tiene un metro
con tantos años de historia, que todo no se puede lograr. Eso sí en los andenes
te morías de calor, y eso que no hemos ido en verano, pero aquí en Barcelona
también ocurre, así que no es nada destacable, sino que a según qué horas y
como por la misma vía pasan diferentes metros con diferentes destinos, a veces
agobia un poco la cantidad de gente que nos juntábamos allí, eso sí, era todo
muy largo, espacio para todos de sobra, bancos no, pero hubieran quitado
espacio para todas las personas que esperábamos en según qué estaciones.
La Estatua
de la Libertad no la pude tocar, porque es tan alta, que no hubiera llegado
a tocarla. Pero sí que toqué el toro de Wall Street, es de bronce y todo
el mundo se hacía fotos, así que me parece que lo que le toqué fue el culo,
pero qué más da, todo era del mismo material.
Otra cosa que me sorprendió fue que en la calle hay mesas y sillas
plegables de hierro, pero no pegadas al suelo, yo creo que si alguien
quiere llevárselo se lo puede llevar, pero, la gente no es como aquí. Ya
os digo que eso lo dejan en mi barrio y no dura ni un día. La verdad es
que para hacer algún descanso, incluso para comer, tipo picnic no está nada
mal, te soluciona el encontrar un banco. Además, teniendo mesa y sillas,
para qué quieres un banco.
Los pies sí que se han resentido de nuestro capricho de
caminar por todas partes, porque no es lo mismo caminar por la montaña que por
la ciudad. Todo lo que anduvimos por ciudad, o sea que, nuestros pies han
acabado de pisar asfalto, destrozados. Quitando el día que pasamos en Central
Park, aunque cabe decir que allí, tampoco es todo césped, ni tierra, también
hay caminos de cemento, así que no había manera de librarse de caminar sobre
suelo firme y duro. Acabé comprándome unas deportivas que fueran más aptas para
caminar, porque entre todo lo que caminábamos y hacerlo por ciudad. Así que,
entre mis deportivas nuevas, las ganas de caminar y descubrir cosas, y los
bancos que nos íbamos encontrando superamos con éxito los 10 días en Nueva
York.
Los edificios que toqué no me parecieron nada del otro
mundo. ¿Por qué? Pues porque no eran maquetas que pudieran tocarlos, si
no que lo que tocaba estaba a mi altura, y tampoco era
de un material especial. Eso sí, allí resulta que se lleva mucho el
tema de Lego, que son una especie de piezas diminutas, que las vas juntando y
puedes formar lo que quieras. Y había verdaderas obras de arte. Lo
cierto, es que a fondo no toqué los edificios que había construidos con
ese material, no sé porqué pero Carlos no le hacía mucha gracia que fuera
toquiteando todo, no sé por qué será, pero, era fácil que en una de
esas sin saber dónde poner la mano, desmontase todo el edificio, y me hubiera
muerto de la vergüenza.
VISTA
¿Qué se ve en Nueva
York?
Carlos quedó impresionado con los edificios inmensos que hay
por ahí, claro, son rascacielos. A mí no me impresionaba tanto, pero sí que
notaba que era todo más oscuro, la falta de luz, tantos rascacielos juntos,
impedían que entrase la luz solar. Edificios altísimos, que yo a toda
costa, aunque no fuera a ver nada que ría subir a todos, pero en
uno de esos edificios cerca de Central Park, cuando fui a pedir
permiso para subir, y ame dijo el portero que no se podía, que eran
apartamentos. Yo creo que el hombre ya tendría anécdota para contar ese día,
una chica ciega, con su pera guía, empeñada en que quería subir a
la azotea, pero, oye, si colaba, colaba, pero no fue así. A pesar de que
todo el mundo dice que está muy bien subir al Empire State, nosotros optamos
por subir al Top of the Rock, ya que dicen que es casi la misma altura, y lo
mejor es que desde ese puedes ver el Empire State. No estuvo mal,
pero sigo pensando que muy caro y que debería haber algún tipo de descuento, ya
no digo gratis, pero sí algún tipo de descuento para las personas con
discapacidad, sobre todo discapacidad visual, ya que no lo vamos a poder
disfrutar como las personas que ven. Aunque sí que sentí el airecito que
corría ahí arriba y tenía la suerte de contar con mi personal audio
descripción, sí, la de Carlos que mientras él veía algo, me lo iba contando. Y
a él le hacía gracia ver todo, sobre todo ver los lagos de Central Park por
donde habíamos estado, ver todo desde las alturas. Pero, para Kenzie y
para mí, como si nada. Por mucho que digan que es una ciudad muy bonita,
estoy convencida que sí, pero si no ves el Skyline, y no disfrutas de las
vistas te pierdes mucho.
Recuerdo que por la tarde, sobre las siete de la tarde, ya
era de noche, oscurece antes, y
yendo por Broadway, sí que podía distinguir muchas luces, luces por todas
partes y mucho tumulto de gente, que casi que te empujaban y te arrollaban.
Llegamos a Times
Square y allí sí que había jaleo, mucha gente, mucho ruido y
muchas luces. Resulto que casi todas las luces de esa plaza son pantallas
de televisión de anuncios, están por todas partes. La verdad, es que si he
hablado de la contaminación acústica, también hay que hablar de la
contaminación lumínica que hay en esa ciudad, pero por eso se llama la ciudad
que nunca duerme. Sea la hora que sea encontrarás luces, ruido y
comida.
Revisando las fotografías que hicimos he visto una foto que
me ha gustado mucho, y que cuando estaba en el ferry de camino de
State Island no lo pude ver, y es que por la noche está iluminada la
Estatua de la Libertad, quizás por la distancia o por las otras luces que
había, o no sé porqué pero no la vi, y en cambio ahora con el zoom
he podido ver la oscuridad y a lo lejos la señora Libertad iluminando,
como si fuera un faro, la isla de Manhattan.
![]() |
Estatua de la Libertad de noche: iluminada |
CONCLUSIÓN
Por mucho que pueda parecer que no me lo haya pasado bien,
que no me haya gustado, sí, que lo ha hecho. Primero, porque he ido muy
bien acompañada: por Carlos y por la peluda. Porque es una experiencia
más. Porque Kenzie ha cumplido los ocho años junto a nosotros en el país
que le vio nacer. Porque hemos entablado conversaciones, practicando el
inglés y conocido más sobre esa ciudad.
La gente me ha parecido muy abierta y muy gentil. Recuerdo que...
😊 Entramos en un barco, cerca del río Hudson, yo tenía que ir al lavabo y una señora me dijo que me acompañaba, yo pensaba que sería una camarera del bar o alguien que trabajaba allí, pero resultó que no, ni siquiera tenía que ir ella al lavabo. De todas maneras, como si de una amiga de toda la vida se tratase, me acompañó por el simple gusto de ayudarme y acompañarme. Se lo agradecí mucho, porque sin pedir ninguna ayuda, fue ella quien sin más se ofreció. Gestos así hacen que valores cómo son los ciudadanos de un lugar, y aunque haya de todo, te das cuenta que aún hay gente buena en el mundo.
😊 El caluroso y afectuosos recibimiento que nos dieron en la Iglesia de Harlem, cuando no nos conocían, cuando éramos los extraños, porque éramos los únicos blancos, nos abrieron la puerta de su casa y nos acogieron como un miembro más de la comunidad.
La gente me ha parecido muy abierta y muy gentil. Recuerdo que...
😊 Entramos en un barco, cerca del río Hudson, yo tenía que ir al lavabo y una señora me dijo que me acompañaba, yo pensaba que sería una camarera del bar o alguien que trabajaba allí, pero resultó que no, ni siquiera tenía que ir ella al lavabo. De todas maneras, como si de una amiga de toda la vida se tratase, me acompañó por el simple gusto de ayudarme y acompañarme. Se lo agradecí mucho, porque sin pedir ninguna ayuda, fue ella quien sin más se ofreció. Gestos así hacen que valores cómo son los ciudadanos de un lugar, y aunque haya de todo, te das cuenta que aún hay gente buena en el mundo.
😊 El caluroso y afectuosos recibimiento que nos dieron en la Iglesia de Harlem, cuando no nos conocían, cuando éramos los extraños, porque éramos los únicos blancos, nos abrieron la puerta de su casa y nos acogieron como un miembro más de la comunidad.
En realidad, para mí, las ciudades no son el nombre, ni los
edificios, ni las panorámicas, para mí, una ciudad la componen sus habitantes y
si esos son amables contigo, hacen que la ciudad donde viven tenga
un mayor significado para los visitantes, porque nos sentimos bien recibidos.
Además, en ocasiones nos hemos sentido como dentro de una película,
porque recordábamos que tal película o tal otra se había grabado
aquí o allá, y nos hacía gracia estar en el mismo escenario que
protagonistas de la gran pantalla. Además, hemos visto que Nueva York
está llena de contrastes, muchos se piensan que estar en Nueva York es
estar en Manhattan, pero hay mucho más que esa isla. Me gustó mucho Brooklyn,
incluso, si quitamos las obras y el ruido, la zona de nuestro hotel también
estaba bien, la parte de Queens. No solo en Manhattan se encuentran
tiendas originales, en Brooklyn me enamoré de una tienda, una tienda de
animales gigantesca, ahí arrasé comprándole caprichos a Kenzie. No
vendían animales, si no que era todo de complementos para perros, camas,
comida, huesos, peluches, Kong, juguetes, de todo y más. Y ahí, en esa tienda,
me demostraron otra vez que por muy grande que sean la ciudad, las
tiendas y todo en sí, las personas también lo son. Nos quedaban un par de días
para marcharnos y Kenzie ya no tenía comida, así que quise
comprarle un saco pequeñito, pero pequeños no tenían, así que el
chico nos dijo que cogiéramos uno, y que después lo
devolviésemos en la tienda sin problemas, al decirle dónde estábamos
alojados y al entender que no podríamos volver, más que nada, por los pocos
días que teníamos. Le enseñé unas bolsas de la peluda que siempre voy cargada
de ellas, y nos dijo que nos esperásemos y nos preparó para los tres días. Le
dije que cuánto era, porque era comida y aunque fuera menos cantidad,
pero lo tendría que pagar, y me dijo que nada, que por esa cantidad no tenía
que darle nada. Y no era una tienda pequeñita, de esas típicas familiares
que te hacen un favor, si no que era una súper tienda, un almacén, pero
ese dependiente, nos atendió de maravilla y encima tenía un corazón tan gigante
como la tienda. Quizás, ese tipo de cosas, esos gestos, esas anécdotas es lo que,
en realidad, compone un viaje: las vivencias, la gente, las conversaciones, las
sonrisas y esos gestos. Para todo lo demás están: los documentales,
Internet, pósters, postales, cuadros
y los puzles, ahí solamente están las imágenes, pero ciudad
se nota, se siente y vibra con su gente.
Eso sí, en cuanto a gastronomía, yo creo que no nos gana nadie,
y como en España en ningún sitio.
Nueva York acabó con nuestros pies, ya que la quisimos pisar
fuerte y andamos, anduvimos por todas partes. Dar pasos por una ciudad
desconocida, mientras destrozas el mapa de tanto mirarlo y guardarlo
(¿Verdad, Carlos?), no tiene precio, ya que es como de verdad acabas
conociendo la ciudad. Mientras te paras a hacer fotografías, a
comprar algún recuerdo o charlar con alguien. La vida del turista
en una gran ciudad es así, para todo lo demás, la playa y la montaña. No
ha sido un viaje relajado, pero ya lo sabíamos. Hemos dormido en la ciudad que
nunca duerme, en la de miles de canciones, películas y de series de televisión,
hemos estado, podemos decir que hemos pisado sus calles. Y, según mi
punto de vista, aunque sea una vez en la vida hay que ir, para estar en el
escenario que siempre ha estado en tu imaginario, para sentirte
neoyorquino, para conocerla. Te aseguro que no te dejará indiferente. Muchos se
enamoran, otros acaban desencantados, porque no es lo que esperaban, pero
a nadie le pasa inadvertida esta gran urbe.
Os dejo con el vídeo que hemos estado preparando, una
recopilación de fotos, vídeos y música. Espero que lo disfrutéis y os
hagáis un poquito más a la idea de cómo es aquello. La ciudad
soñada, la de la libertad, y para nosotros la del septiembre del 2015:
Hola Pilii! Solo decirte que me ha encantado tu blog, tengo un sueño en esta vida desde hace muchos años y es ir a NYC, la manera en que lo describes...WOW! me emocioné leyéndolo, sobre todo cuando contaste que fuisteis a una misa Gospel y os recibieron tan bien, me encanta el gospel y siempre me emociono cuando oigo a los afroamericanos cantar, pero mi miedo es que cuando vaya, aunque se algo de inglés (lo justo), pues no me dejen entrar o no se...¿me podrías decir, si te acuerdas, que iglesia era? ¿o la calle? ¿fue sin ningún tour ni nada de eso, no? por vuestra cuenta. Bueno espero no aburrirte. ¡Me alegro que hayas cumplido mi sueño y que me lo hayas descrito fenomenal antes de ir! jeje. Un beso para tu perrito que es precioso!
ResponderEliminarHola Noelia,
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Me alegra saber que te ha gustado mi post. Espero que pronto puedas realizar tu sueño y visitar NYC. :)
Nosotros lo hicimos todo por nuestra cuenta, yendo en metro y caminando llegas a todas partes. Además, hay una trajeta de metro para 7 días que cuesta, si no recuerdo mal 33 dólares y tienes todos los viajes que quieras, ilimitado. Te recomiendo que si vas y quieres moverte en metro, depende donde estés alojada, lo hagas, vale mucho la pena.
En cuanto a la misa Góspel fue por Harlem y no te creas que nosotros entendíamos todo, pero sí lo suficiente. Por supuesto, si sabes inglés te enteras de todo mucho mejor, pero ellos no tiene por qué saber si eres de ahí o de fuera. Aunque, quizás te pasa como a nosotros, que éramos los únicos blancos y entonces, cuando preguntaron que si había alguien de fuera que se pusiera de pie, una voluntaria, hay muchos, le dijo a Carlos, mi pareja, que se pusiera de pie, porque por mucho que quisiéramos hacer cómo que éramos de ahí de todas la vida no colaba, primero porque éramos blancos, y segundo porque allí se conocen todos. Y le hicieron unas preguntas, pero eso lo entiendes fijo, que de dónde éramos, que si nos gustaba, etc...
La iglesia se llama: Mt Calvary Baptiste Church y está en el 231W 142nd St
Espero que te sirva la información y, por favor, si vas a NYC disrútalo con todos los sentidos y cuéntame cómo ha ido. Si te puedo ayudar en algo más, ya sabes dónde estoy.
Gracis por leer el bog y espero que lo sigas leyendo. ;)