viernes, 30 de marzo de 2012

MARZO DICE ADIÓS

EL PLACER DE LAS COSAS PEQUEÑAS
LA PRIMAVERA YA ESTÁ AQUÍ

  
Marzo empieza a decirnos adiós y da paso a una primavera iluminada. Marzo nos ha quitado una hora más de sueño, pero nos proporciona más luz, colores y olores. Por fin, decimos adiós al invierno. Aunque, es cierto, que con este cambio climático no sabemos si lo despedimos hasta el año que viene o solamente nos dará un tregua para que nos aclimatemos a la primavera, y después, sin previo aviso aparecerán las tormentas y el frío. No sabe, pero como el futuro están incierto. Siempre lo ha sido, pero en estos tiempos que corren más aún. Sin embargo, que tenemos que luchar por nuestros derechos, por vivir en un mundo mejor y lo típico que se dice, pero ante la meteorología, eso ya es cosa de otro tiempo. La naturaleza nos da el merecido castigo que durante años ha sufrido ella. Si no sabemos cuidar lo que tenemos un día desaparecerá, y no en un futuro muy lejano, porque poco a poco vamos notando las consecuencias. ahora que llega la luz solar, el Sol, me da por pensar la cantidad de bosques que gente sin escrúpulos quema, sin tener en cuenta que es un patrimonio natural que no es solo suyo, sino que es de todos. No es que sea egoísta, a veces, por no decir siempre, son perturbados que no valoran el daño irreparable que hacen con fechorías. No, ya por nosotros, por supuesto también, sino que las generaciones que nos precedan no sabrán lo que es un bosque, un árbol o simplemente un paraje verde, ¡qué triste!  No nos pongamos pesimistas, porque ese día, afortunadamente no ha llegado. Sin embargo, si no tomamos conciencia todos, absolutamente todos, de lo que tenemos y que como tal, todo lo que tengamos lo tenemos que valorar y cuidar, pronto no habrá nada de aquello que hace que vivamos en un verdadero paraje, en un lugar donde se respire sin contaminación, donde se puede ir sin máscaras.
            El respeto es la base de todo. Primero respetándose uno mismo, después con los demás y con nuestro entorno. Hagamos que la naturaleza, como en la antigüedad los dioses de la mitología hacían, no nos castigue por no haberla sabido cuidar como se merecía. Sé que no es una cuestión nacional, ni de Europa, ni de según que continentes, sino que es algo global que nos incluye a todos. Pero, quizás y sin el quizás me atrevo a decir que los países desarrollados, tenemos tantas cosas materiales que nos preocupa más que no se vaya la luz o que corten el agua que de reciclar, tirar un cigarrillo encendido o de bien poco nos preocupamos. En cuanto a los países que tienen menos recursos, saben a la perfección, lo que tienen y cómo cuidarlo. Deberíamos darle la vuelta a la tortilla. Seguro que si ellos nos pudieran ver por una mirilla desde sus países no entenderían el porqué de tantos aparatos, las preocupaciones tan ingenuas y tontas que tenemos, la poca comunicación que existen entre nosotros. Nos verían como extraterrestres, no pensarían que somos humanos, seres disfrazados con piel humana, pero con un comportamiento tonto, muy tonto.
            No es una crítica, ya que soy yo la primera que me preocupo por temas triviales, la que está utilizando un ordenador para escribir, la que a la vez escucha música, la que tiene móvil y recibe notificaciones en él, la que si un día se ve la luz no sabría que hacer. Sin embargo, es una autorreflexión que hago ahora que la primavera ha empezado a saludar con los primeros rayos de Sol. Una reflexión en la que no pretendo regañar a nadie, ni siquiera a mí misma, simplemente darnos cuenta de lo que tenemos, y concienciarnos que no todo es para siempre. 
Con esto, sin ninguna duda, no pretendo que ignoremos las tecnologías, ni los avances que tenemos a nuestro alcance, si los tenemos es por algo. Estos nos facilitan la vida, y es el resultado de un cambio, un cambio a mejor. Puede que lo que no este bien es el abuso y la masificación, pero eso sucede con todo el abuso, el exceso, la cantidad es mala. Si no se toma medida, conciencia, no sabremos disfrutar de las pequeñas cosas. Las pequeñas cosas hacen que algo sea muy grande. 


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