martes, 14 de enero de 2014

!Bienvenidos al 2014!

¡Ya estamos en 2014!

Hace quince días que estamos en otro año, y aún, no había dejado escrita ninguna entrada. Sin duda, esta entrada  se merece un recibimiento al nuevo año. Aunque, ya lo hayamos inaugurado, más bien está olvidado el estreno. Pero, nunca es tarde si la dicha es buena.  Y ¿qué mejor dicha que dar la bienvenida al nuevo año como se merece?. 

Cada vez me parece increíble, aunque parezca reiterativo, lo rápido que pasa el tiempo.  Debe ser que me hago mayor. Me guste o no, el tiempo pasa.  Este año no he hecho balance del año que hemos dejado atrás, porque no me parecía  justo hacerlo,  ha pasado tan rápido que no me ha dado tiempo a asimilar que lo dejaba atrás. Ahora que, he cambiado de calendario, y poco a poco, voy  dándome cuenta que estamos en otro año, con otro número, prefiero pensar en lo qué vendrá , más que en lo qué he dejado atrás.

No sé cómo habréis empezado el año, pero espero que lo llevéis tan bien como las expectativas que teniais antes de empezarlo.  Imagino que el primer  paso para  inaugurarlo fue  comiendo las doce uvas. En España  el hecho de  comer doce uvas la noche del 31 al 1  de Enero,  es una tradición muy arraigada.  Es una costumbre que perdura con nosotros desde hace más de un siglo.  Y casi no hay  en ningún hogar  que esa noche olvide poner las doce uvas para cada comensal.

Pero, ¿Sabéis cómo surgió esta tradición?   

 Para todas las tradiciones hay un origen y esta tradición, tan emocionante y a la vez divertida, no va a ser menos.  El comer doce uvas  al son  de las campanadas, es una forma de desear que  el nuevo año, con sus doce meses, vendrán cargados de suerte. Siempre y cuando te  comas las doce uvas amarillas, con su pepita incluida, al compás de las  doce campanadas: las cuales separan un día de otro. Un fin de mes, con un inicio de mes,  introduciendo un nuevo año en tu vida.  Dicen que, a la vez que ingieres las uvas tienes que ir pensando  deseos , propósitos , para el nuevo año. Demasiado trabajo.  Porque entre la emoción, la exaltación, el jolgorio, la concentración y el hecho de comerte las doce uvas al mismo tiempo que las campanadas, en tan poco tiempo, tampoco da   lugar para mucho más.  Una de las teorías sobre  el origen de las doce uvas en fin de año, se remonta a 1897, ya que se encuentra testimonio escrito. En el semanario satírico: Gedeón encontramos lo siguiente:
 “Es costumbre madrileña comer doce uvas al dar las doce horas en el reloj que separa el año saliente del entrante”.   

De ahí podemos derivar que durante el siglo XIX ya estaba instaurada esta tradición. Pero…  
¿Por qué comer doce uvas ese día? 

En 1882 el alcalde de Madrid, José Abascal, impuso que todos aquellos que salieran la noche  que venían los Reyes, día 5 de Enero, armando jaleo, serían sancionados. Quienes incumpliesen tal norma, tendrían que pagar cinco duros, 25 pesetas. Esa privación de disfrutar de una noche de fiesta, sumado a que  los burgueses no tenían ninguna carencia de pasarlo bien, hizo mella en la gente del pueblo. La clase obrera no estaba dispuesta a aguantar que, mientras unos disfrutaban sin limitaciones, ellos tuvieran que ser castigados. Entonces, a un grupo de madrileños, se les ocurrió copiar el hecho de que el día de Noche Vieja, los  burgueses  celebrasen tal día con uvas y champán, ironizando esa situación les copiaron.  Y, bastante gente se congregó en la Plaza del Sol, enfrente del reloj de la plaza, para que cuando llegasen las doce horas pudieran tomar doce uvas y después brindar.  Una forma de rebelarse contra el sistema, quienes no dejaban celebrar la noche de reyes, como habían hecho siempre, pues, por tanto, buscaron otro día, y encima dejaban en evidencia a las familias más acomodadas. Ya que estas familias con más recursos  habían copiado  esta costumbre de  los franceses, y  la gente del pueblo se reía de esa costumbre tonta y petulante. Si ellos lo hacían todos lo podían hacer.
Muestra de los ostentosos festines, que se regalaban los acomodados, es una publicación del 1 de Enero de 1897 publicado en: La correspondencia de España
 “En la hermosa residencia particular del ilustre presidente del Consejo de Ministros se reunieron anoche casi todos sus compañeros de gabinete y algunos otros distinguidos personajes. A las doce en punto de la noche saludaron los ministros la entrada del nuevo año comiendo ricas y bebiendo champagne, pronunciándose con este motivo entusiastas y patrióticos brindis por el general Martínez Campos, por el ejército que tan valientemente pelea en Cuba y por la pronta pacificación de la isla.”
Por eso, la gente del pueblo, copiando esa  costumbre, en forma de protesta por la carencia de celebración, optaron por empezar esta tradición arraigada hasta ahora.   

Sin embargo, hay otra teoría sobre el origen de la historia de la tradición….
En esta hipótesis entra en juego la economía.  En 1909 en Alicante, Murcia, Almería y en otras huertas del país, hubo un gran excedente de uvas.  Los campesinos no querían tirarlas, era dinero, y pensaron rentabilizar esa situación. Si ese año la cosecha había sido tan prolífica era por algo, y propusieron  acabar el año vendiendo uvas de la suerte.  Esta tradición, al cabo de los años, se fue extendiendo por toda España.  Al llegar diciembre, después  de ese año, se vendían uvas de la suerte, para que al comerlas, entrásemos  en el nuevo año con suerte.  Era una manera de sacar al mercado las uvas sobrantes, y además era una forma original.

En mi opinión, no sé cuál de las dos historias es cierta, quizás las dos, no es incompatible que las dos historias, o todas las que haya sean ciertas. Pero, tal y como el mundo se rige, me da la sensación que la teoría de sacar dinero de un exceso de producción, tiene más sentido. Nunca lo sabremos, o sí, pero, de lo que no cabe duda, es que sea cual sea el origen, nosotros  año tras año, al llegar el 31 de diciembre, por costumbre, tradición, o simplemente por diversión, no faltan la docena de uvas en la mesa.

¿Os habéis comido las uvas?   

Conozco a gente que no les gustan las uvas, por tanto si no les gustan, por muchas tradición que sea no van a hacer una excepción ese día. Así que, se las ingenian para pensar qué pueden comer esa noche, para  que al compás de las campanadas puedan ingerir y desear buenos augurios para el ciclo que entra. Pues, en ocasiones, han comido piñones, lacasitos, o algún que otro fruto seco.  Hay que pensar que no puede ser algo  muy grande. Cualquier otra fruta sirve, como pudiera ser: doce gajos de mandarina. Bueno, cada uno sabrá, lo que le apetece. Incluso, con los avances que hay, ahora ya hay botes  con las doce uvas , preparadas para ingerir: sin piel y sin senilita, para que  sean más fáciles de tomar. Aunque, según mi punto de vista, eso es trampa.
Las uvas simbolizan los meses que vendrán, las doce uvas. Y los meses no son fáciles vienen con piel.  Hay meses cortos, como las uvas pequeñas. Meses muy largos, de esos que parecen que no van a terminar nunca, y ahí aparece la uva grande y gorda,  y con pepitas.  Aunque, cuando de verdad  te encuentras una semilla, incluso dos  semillas  grandes, el sabor es amargo, como los meses que no  son tan agradables: difíciles de digerir. Pero, hay algunas que son muy dulces. Hay de todo, en la variedad está el gusto, pero no vale elegir, lo que venga está bien. Al igual que no podemos escoger lo que nos depararán los siguientes doce meses, es justo que no podamos elegir las uvas. Por supuesto son uvas de la suerte, así que  por muy gordas, por mucha semilla que haya y  porque casi te atragantes, no hay problema, es suerte para lo que vendrá.


La anécdota de nuestra Noche Vieja:  

Como todos los días de fin de año nos reunimos toda la familia. Cenamos juntos, intercambiamos conversaciones y nos dirigimos los buenos propósitos para el nuevo año. Cuando faltaban menos de diez minutos para las campanadas, empezamos a repartir la docena de uvas para cada uno. Con el tiempo justo, miramos que todos tuviéramos nuestra copa con las uvas. Como se suele hacer, comprobar la cantidad de uvas que tenía cada uno. Entonces, uno empezó a decir que tenía 10, otra voz también tenía 10, y así se fueron sumando las voces. Yo no sé ni cuántas tenía, porque se me había caído alguna, así que incluso tenía menos de diez. ¡Fantástico! Pero, como estábamos a tiempo límite, ya no daba tiempo para más.  Todos en nuestros puestos, enfrente del televisor, preparados  para engullir las uvas al compás de las campanadas que anunciarían el inicio de un nuevo año.  Este año tendríamos más tiempo o para degustar las uvas, sin tantas prisas, ya que a todos nos faltaban alguna que otra uva. La persona que había organizado la cantidad de uvas, para cada comensal, era mi abuelo. Cuando todos “protestaban” en su número de uvas, éste como si fuera lo más normal, dijo que claro que había diez uvas. Todos nos quedamos estupefactos ante su respuesta, estaba convencido que había puesto diez, no había sido un error, sino que él pensaba que tenía que poner diez para cada uno. Bueno, nos llevamos unas risas y nos las comimos mejor. ¡Qué más da comer diez que tres! 
Incluso, yo, personalmente, no sé ni cuántas comí.  Con todo el jaleo de las uvas, el tiempo pasó enseguida y de repente escuché un silencio aterrador en el salón de mis padres, solamente se escuchaba la televisión y yo pensando que qué concentrados todos en los cuartos, porque campanadas sí que se escuchaban, pero no sé yo…normalmente se avisa cuando empiezan las campanadas. La cuestión, es que me dí cuenta de que eran  las campanadas, porque me avisaron, pero un poco tarde, así que además de tener pocas, empecé tarde, por lo  tanto fue un desmadre de año,.  Podría ser que sí el descuento, se  hubiera sumado a empezar dos campanadas después todo hubiera llegado a  buen inicio, pero me dí cuenta bastante tardé.  Así que, cuando todos empezaron a desear buenos deseos para este nuevo año, yo iba con las uvas que me habían quedado por tomar en la mano. No me las había terminado. A pesar de no haber ingerido todas las uvas, no iba a ser menos. ¡Qué más da! Lo importante es estar con los tuyos y felicitar el año  como se merece.  Puede que, no me acabase las uvas, como en otros años, pero las disfruté degustándolas una a una, todo a su debido tiempo. 
Os dejo un audio de nuestra Noche Vieja en familia: Audioboo: Feliz año en familia!2014
Así os podréis reír un poco de mi despiste…


2014

Deseo que durante este año, hayáis comido uvas o no, todos vuestros deseos, anhelos y proyectos se cumplan. Yo estoy esperando con ansia realizar un proyecto, y creo que durante este año se realizará, por lo menos ahí están las ganas, ilusión y esperanza de llevarlo a cabo.  Eso es bueno tener ganas, sobre todo, ilusión en algo. 
Además, este año se conmemoran bastantes efemérides, pero una de ellas es: los cien año de la primera guerra mundial.  Esperando recordar a los caídos, y que nunca más se cometan injusticias de ese tipo, ya que cualquier guerra es  algo injusto, para un bando u otro. Los que caen en la batalla nunca son los que proclaman la guerra, son gente de a pie, quienes no tienen culpa de nada.  Ese 1914, al morir un príncipe, se desató todo. Espero que, a pesar de, los tiempos están muy revueltos en todos los sentidos, no lleguemos nunca a cruentas  batallas de tal calibre. 

Y ahora sí, termino esta entrada, deseando los mejores pronósticos para este inicio del 2014. 

Feliz 2014!



1 comentario:

  1. Nunca es tarde para felicitar el año.Acabo de conocerte Pili :D Te deseo una hermosa segunda mitad de año.Y que toda la pasión por la vida que transmites contagie a mucha gente.
    Pues hoy he conocido gracias a ti el posible origen de la tradición de las doce uvas en nochevieja.Yo había escuchado ya un poco por encima la opción madrileña.Que parece la más viable.Pero esas cosas a veces no se pueden conocer con exactitud.

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