ESCAPADA A AIGÜESTORTES
MINI VACACIONES
Esta Semana Santa solamente tuvimos los días festivos que había
en el calendario laboral, sin embargo, aprovechamos que el Lunes era festivo en
Cataluña y nos cogimos los 4 días siguientes que sumados a los días festivos,
más los fines de semana, hacía el resultado de unas mini vacaciones. Teniendo
en cuenta que el año pasado no nos salió muy bien la jugada de volar en Semana Santa, a pesar de que los días
fuertes ya habían pasado, no queríamos que ocurriese lo mismo con la aventura
del año pasado.
EL SMARTBOX DE LA
DESCONEXIÓN
Así que, aprovechamos que teníamos un smartbox
que nos habían regalado hacía tiempo y reservamos un día de alojamiento para
esa semana. Teníamos para elegir diferentes hoteles por toda Cataluña y
escogimos uno que estaba por Lleida, más concretamente por la comarca del
Pallars Sobirà, pre pirineo catalán. Nuestro hotel estaba en Baró, un
pueblecito cercano a Aigüestortes, y como nunca habíamos estado en ese parque
nacional, nos apetecía y visitarlo. Una gran oportunidad de escaparnos de la
gran urbe de Barcelona, envolvernos en plena naturaleza y dar la bienvenida a
la primavera.
LA ESCAPADA AL
PALLARS SOBIRÀ
El martes 18 de abril nos deberíamos haber levantado más
temprano, pero al estar de vacaciones, da gusto no tener una obligación, así
que no salimos tan pronto como pensábamos. Y eso que en casa la más madrugadora
es Kenzie que me despierta para que le dé el desayuno, así que yo y la peluda
nos habíamos levantado temprano, pero entre unas cosas y otras, no salimos de
casa hasta las 10 y pico. No teníamos prisa, nadie nos esperaba en el destino y
lo importante era llegar.
Carlos puso en marcha el GPS del móvil y marcaba más de tres
horas hasta el destino, más que nada porque no era todo autopista, sino que
teníamos que ir por carreteras nacionales. A pesar de estar en Cataluña, casi
era como si fuéramos a Navarra de lo lejos que nos pareció. Cuando llegamos al
hotel Fonda
Farré de lo único que teníamos ganas era de estirar las piernas. Una vez
hecho el check-in nos fuimos a pasear por los alrededores, eso sí tomando antes
un refrigerio para tomar fuerzas. Dada
la hora que era, casi la hora de comer, no tuvimos la oportunidad de caminar
mucho, ya que nuestras tripas empezaban a reclamar comida.
LA COMIDA
Antes de meternos en un restaurante, estuvimos paseando y
notábamos el frescor en el ambiente, los pájaros cantando y el sonido del agua
con fuerza, ya que había un río cerca. La ruta fue corta y con un objetivo,
buscar algún sitio para comer bien. Carlos buscó en Google y le ofrecía un
restaurante con muy buenas opiniones, fuimos en su búsqueda, pero cuál fue
nuestra sorpresa, que al ser un día laborable estaba cerrado, solamente abrían
los fines de semana. Barajamos otras opciones, una de ellas era nuestro hotel,
que también contaba con restaurante, pero la rechazamos enseguida, ya que no
nos apetecía volver tan pronto. Y finalmente, fuimos a otro restaurante cercano
en el que sí que se notaba que estaba abierto, al acercarte se escuchaban los
cubiertos resonar y eso era síntoma de que estaba en plena actividad. El
restaurante Can Mariano nos ofreció un
menú de comida catalana digna de admiración. Sí, sí, a veces sin buscarlo
encuentras el sitio adecuado. Una vez escogimos los platos del menú, nos empezaron
a llenar la mesa con embutidos catalanes, en el que no podía faltar la
llonganissa y las butifarras blanca y negra. Pero, no es que nos pusieran un poquito
en un plato, no, no, nos trajeron dos trozos de diferentes quesos, una
llonganissa casi entera, dos butifarras, una de cada tipo, todo con una tabla y
un cuchillo, para cortarnos a nuestro gusto, y así con el pan ir llenando el
estómago que, aunque estuviera muy rica, no era cuestión de llenarlo al máximo,
porque después vendrían el primero, el segundo, el postre. Y, cuando ya
pensábamos que venía el primer plato, para sorpresa nuestra nos trajeron una
ensalada, nos quedamos a cuadro y nos alegramos no haber pedido de primero una
de ellas, porque si no… Casi con el estómago saciado, llegaron los primeros, me
pedí un risotto de setas, que estaba buenísimo y Carlos unos canelones caseros
de setas también. Todo estaba riquisímo. Nos quedamos muy gordos, y entre la
comilona y el viajecito, estábamos bastante cansados, así que nos fuimos a
descansar al hotel. Además, teníamos que
aprovechar de uno de los grandes placeres que no podemos disfrutar los días de
cada día, la siesta, así que para celebrar que estábamos de vacaciones nos
dimos una gran siesta para hacer bien la digestión.
SORT
Por la tarde cogimos el coche y nos fuimos a una población
cercana, la más conocida en la comarca: Sort. Conocida sobre todo por la suerte
que ha tenido durante los últimos años con la venta de la lotería en La Bruixa
d’or, una administración de lotería que ha repartido suerte entre los
habitantes de la población y otros tantos que han peregrinado hasta allí para
llevarse algún décimo. Hubiera sido la oportunidad para comprar un número, pero
nosotros nos pusimos a pasear siguiendo la fuerza del río del Noguera Pallaresa
que se notaba que la época del deshielo había llegado y bajaba con fuerza. Notábamos
frío en el rostro, mientras Kenzie deseaba tirarse al río, suerte que había una
verja y no podía lanzarse, yo intentaba que me guiase de la mejor manera, pero
me llevaba pegada a la barandilla, quizás para notar más el frescor del agua
del río. Paseando y paseando, en busca de la famosa administración de loterías,
nos encontramos con un amigo que daba la casualidad que estaba de ruta por ahí,
ante la sorpresa, los abrazos y los saludos, nos pusimos al día y dejamos que
fuera a descansar, se le notaba cansado después de un día de no parar. Nosotros
seguimos nuestro curso y por fin encontramos la tienda de loterías, que no era
gran cosa, era como la del barrio, no era grande, simplemente era una
administración que había tenido la suerte de repartir fortuna en varias
ocasiones. No pudimos comprar ningún número por la hora que era, ya que estaba
cerrado. Seguimos adentrándonos por el pueblo, viendo la iglesia, y callejuelas
escondidas que tenían su encanto. Sin embargo, no había mucha gente por la
calle, el hecho de que fuera un día de cada día, quizás hacía que la gente se
estuviera preparando para la rutina de la jornada siguiente.
Nosotros al estar de vacaciones anduvimos sin ir a ningún
sitio en concreto. Nos paramos a tomar algo en una terracita, jugaba el Madrid
y como que estar dentro del bar no nos apetecía mucho. A pesar del frío
aguantamos como unos campeones, tapeamos un poquito y emprendimos el camino de
vuelta en coche hacia el hotel.
DESCANSAR FUERA DE
CASA
No dormimos demasiado a gusto, debe ser que nos hemos hecho
mayores y notamos que como nuestra cama, aunque no sea la más grande del mundo,
ni la mejor, es la nuestra y notamos diferencias, por no decir de la almohada
que no satisfacía nuestro relax. Al día siguiente el mejor despertador del
mundo, Kenzie nos despertó y nos pusimos en pie. Después de darle su comida y
sacarle a dar su paseo matutino, en el que notamos que estábamos rozando el
pirineo, entramos al bar del hotel para degustar nuestro desayuno. Cogimos
fuerzas con embutidos de la tierra y un
café para acabar de despertarnos. Cogimos
todos nuestros bártulos y emprendimos la excursión hacia el Parque Nacional de
Aigüestortes.
PARQUE NACIONAL DE
AIGÜESTORTES
Pasamos por diferentes pueblecitos, lo bueno de ir por la
nacional es que vas pasando por pueblos que no duran ni un suspiro, vas viendo
los carteles y descubriendo nuevos nombres y te planteas cómo será el
gentilicio de esos pueblecitos, si vivirá mucha gente, cómo será la vida alí.
Después de pasar por en medio de montañas, de dar vueltas y darnos la sensación
que no llegábamos, una mujer nos dio un panfleto y nos dijo dónde debíamos
aparcar. Habíamos llegado hasta el parking, ahora era el momento de dejar las
cuatro ruedas y utilizar los pies.
PARQUE NATURAL
Carlos me leyó el tríptico informativo, en el que daban unas
pautas a seguir: No acampar, recoger desperdicios, no hacer fuego, no llevar a
las mascotas sueltas… y un seguido de indicaciones más. Kenzie no podría andar
a su suerte suelta por el campo, como tanto hubiera querido, pero tenía una
explicación, al ser un parque natural había otros animales que habitaban en el
entorno, además de que con tanto estímulo natural se podía alejar demasiado y
perderse. Eso sí, dejé el arnés en el coche, mucho no me iba a guiar y además
iba con Carlos.
EMPIEZA LA AVENTURA
Así que los tres aventureros nos embarcamos en la montaña.
Me alegré de haber llevado puestas las botas, porque al poco de bajar del coche
nos dimos cuenta que todavía había nieve, sí, a pesar de estar en primavera
había nieve. Empezamos a caminar y nuestro objetivo era llegar hasta el lago
San Maurici, para ello teníamos que seguir las indicaciones que aparecían cada
cierto tiempo por el camino. Al principio parecía muy fácil el camino, porque
habían construido una pasarela de madera, según Carlos por si alguien va en
silla de ruedas, que tuviera un camino accesible.
SONIDOS MÁGICOS DE
LA NATURALEZA
Los sonidos eran mágicos, los pájaros nos saludaban con sus
cantos, había de todo tipo y de fondo el agua, sin duda, era lo que más se
escuchaba. ¡Qué desconexión! Ni coches, ni motos, ni gente, nada de nada, había
momentos, casi todo el rato que estábamos solos por el camino. Nos recordó a
cuando hicimos el Camino
de Santiago.
LA CAMINATA
Desde el parking hasta el lago había un cartel que marcaba
1hora 45 minutos, no tardamos eso, tardamos mucho más, porque cuando no nos
parábamos a hacer fotos, era para que Kenzie oliera y si no, era porque el
camino algo abrupto había que estudiarlo, pasando primero Carlos, después la
peluda y después me ayudaban entre los dos, indicándome dónde tenía que poner
los pies. Había veces que las piedras se movían y te resbalabas, algún que otro
tropezón nos llevamos, no solamente yo, Carlos también. La única que esquivaba
todo y saltaba como una cabra montesa era Kenzie, y eso que iba atada.
DISFRUTANDO CON
KENZIE
En una ocasión, viendo que no pasaba nadie y que estaba todo
controlado, soltamos a la campeona, también se merecía disfrutar del día, y al
ver que había nieve y tiraba tanto hacia allí, no nos pudimos resistir y le
soltamos un poquito, para que pudiera sentirse libre y jugar. Nosotros
disfrutamos tanto como ella al verla tan feliz.
LA RUTA HASTA EL
LAGO DE SANT MAURICI
Por el camino vimos varios grupos de niños, en esos
momentos, dejábamos que pasase todo el mundo, ya que el camino era estrecho y después
proseguíamos sin problemas. Parecía que el lago se había disipado y no íbamos a
llegar nunca, Pero, cuando menos te lo esperas, ahí está el resultado, habíamos
llegado. Pero, estaba todo helado, un frío helador nos dio la bienvenida al
famoso lago. Habíamos superado la ruta sin ninguna caída y fue llegar,
relajarnos, tirar un pie para atrás y no darme cuenta que había una piedra,
suerte que no fue nada, pero…. ¡Menuda llegada! Suerte que ninguno nos caímos
al agua, bueno, creo que no hubiéramos podido, porque estaba todo helado,
aunque estaría con el deshielo, porque algún que otro pato estaba por ahí
dentro del lago, estaría congelado, pero ahí estaba.
RISAS Y RESBALONES
Después de descansar, cogimos aire y emprendimos la vuelta.
Nos entraba mucha risa cuando teníamos que controlar los pies que intentaban
pisar con firmeza el terreno, pero ante la nieve, el barro y las piedras, a
veces parecía misión imposible. La vuelta se nos hizo mucho más ligera, en
menos de lo que pensamos ya habíamos llegado al coche. No queríamos ni imaginar
en las agujetas que tendríamos al día siguiente pero lo habíamos logrado. Ahora
era el momento de buscar un sitio para comer.
LA RECOMPENSA
Habían pasado las tres de la tarde, y no sabíamos si
lograríamos encontrar algún lugar decente donde comer. No conocíamos la zona,
pero queríamos comer por ahí, porque si ya nos poníamos en marcha para
Barcelona, se haría muy tarde y sería poco probable encontrar algún restaurante
que nos dieran algo. Finalmente, después de vueltas y vueltas acabamos en
Valencia d’’Aneu, ya que el GPS nos había marcado un buen restaurante. Tal y
como había ocurrido con la llegada a Baró, no nos fijamos en los horarios, y ya
estaba cerrado. Así que anduvimos por el pueblo en busca de otro sitio, finalmente
encontramos uno que era también hotel, y pudimos comer. Teníamos hambre después
de tanta caminata. Comimos bien, pero lo justo, porque después tocaba coger el
coche.
LA VUELTA A CASA
El camino a casa, como de costumbre se hizo bastante pesado.
Kenzie que iba a mis pies se pasó todo el trayecto dormida, descansando de su
gran aventura por la nieve. Yo iba de copiloto dando conversación a Carlos. Y,
Carlos iba concentrado, pero con ganas de llegar a tiempo para ver el partido
del Barça en casa. Finalmente, llegamos a casa contentos de la escapada,
cansados y con ganas de repetir otra desconexión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, no olvides indicar tu nombre.