domingo, 30 de abril de 2017

ESCAPADA AL PALLARS SOBIRÀ

ESCAPADA A AIGÜESTORTES

MINI VACACIONES
Esta Semana Santa solamente tuvimos los días festivos que había en el calendario laboral, sin embargo, aprovechamos que el Lunes era festivo en Cataluña y nos cogimos los 4 días siguientes que sumados a los días festivos, más los fines de semana, hacía el resultado de unas mini vacaciones. Teniendo en cuenta que el año pasado no nos salió muy bien la jugada de  volar en Semana Santa, a pesar de que los días fuertes ya habían pasado, no queríamos que ocurriese lo mismo con la aventura del año pasado.

EL SMARTBOX DE LA DESCONEXIÓN
Así que, aprovechamos que teníamos un smartbox que nos habían regalado hacía tiempo y reservamos un día de alojamiento para esa semana. Teníamos para elegir diferentes hoteles por toda Cataluña y escogimos uno que estaba por Lleida, más concretamente por la comarca del Pallars Sobirà, pre pirineo catalán. Nuestro hotel estaba en Baró, un pueblecito cercano a Aigüestortes, y como nunca habíamos estado en ese parque nacional, nos apetecía y visitarlo. Una gran oportunidad de escaparnos de la gran urbe de Barcelona, envolvernos en plena naturaleza y dar la bienvenida a la primavera.

LA ESCAPADA AL PALLARS SOBIRÀ
El martes 18 de abril nos deberíamos haber levantado más temprano, pero al estar de vacaciones, da gusto no tener una obligación, así que no salimos tan pronto como pensábamos. Y eso que en casa la más madrugadora es Kenzie que me despierta para que le dé el desayuno, así que yo y la peluda nos habíamos levantado temprano, pero entre unas cosas y otras, no salimos de casa hasta las 10 y pico. No teníamos prisa, nadie nos esperaba en el destino y lo importante era llegar.
Carlos puso en marcha el GPS del móvil y marcaba más de tres horas hasta el destino, más que nada porque no era todo autopista, sino que teníamos que ir por carreteras nacionales. A pesar de estar en Cataluña, casi era como si fuéramos a Navarra de lo lejos que nos pareció. Cuando llegamos al hotel Fonda Farré de lo único que teníamos ganas era de estirar las piernas. Una vez hecho el check-in nos fuimos a pasear por los alrededores, eso sí tomando antes un refrigerio para tomar fuerzas.  Dada la hora que era, casi la hora de comer, no tuvimos la oportunidad de caminar mucho, ya que nuestras tripas empezaban a reclamar comida.  

LA COMIDA
Antes de meternos en un restaurante, estuvimos paseando y notábamos el frescor en el ambiente, los pájaros cantando y el sonido del agua con fuerza, ya que había un río cerca. La ruta fue corta y con un objetivo, buscar algún sitio para comer bien. Carlos buscó en Google y le ofrecía un restaurante con muy buenas opiniones, fuimos en su búsqueda, pero cuál fue nuestra sorpresa, que al ser un día laborable estaba cerrado, solamente abrían los fines de semana. Barajamos otras opciones, una de ellas era nuestro hotel, que también contaba con restaurante, pero la rechazamos enseguida, ya que no nos apetecía volver tan pronto. Y finalmente, fuimos a otro restaurante cercano en el que sí que se notaba que estaba abierto, al acercarte se escuchaban los cubiertos resonar y eso era síntoma de que estaba en plena actividad. El restaurante Can Mariano nos ofreció un menú de comida catalana digna de admiración. Sí, sí, a veces sin buscarlo encuentras el sitio adecuado. Una vez escogimos los platos del menú, nos empezaron a llenar la mesa con embutidos catalanes, en el que no podía faltar la llonganissa y las butifarras blanca y negra. Pero, no es que nos pusieran un poquito en un plato, no, no, nos trajeron dos trozos de diferentes quesos, una llonganissa casi entera, dos butifarras, una de cada tipo, todo con una tabla y un cuchillo, para cortarnos a nuestro gusto, y así con el pan ir llenando el estómago que, aunque estuviera muy rica, no era cuestión de llenarlo al máximo, porque después vendrían el primero, el segundo, el postre. Y, cuando ya pensábamos que venía el primer plato, para sorpresa nuestra nos trajeron una ensalada, nos quedamos a cuadro y nos alegramos no haber pedido de primero una de ellas, porque si no… Casi con el estómago saciado, llegaron los primeros, me pedí un risotto de setas, que estaba buenísimo y Carlos unos canelones caseros de setas también. Todo estaba riquisímo. Nos quedamos muy gordos, y entre la comilona y el viajecito, estábamos bastante cansados, así que nos fuimos a descansar al hotel.  Además, teníamos que aprovechar de uno de los grandes placeres que no podemos disfrutar los días de cada día, la siesta, así que para celebrar que estábamos de vacaciones nos dimos una gran siesta para hacer bien la digestión.

SORT
Por la tarde cogimos el coche y nos fuimos a una población cercana, la más conocida en la comarca: Sort. Conocida sobre todo por la suerte que ha tenido durante los últimos años con la venta de la lotería en La Bruixa d’or, una administración de lotería que ha repartido suerte entre los habitantes de la población y otros tantos que han peregrinado hasta allí para llevarse algún décimo. Hubiera sido la oportunidad para comprar un número, pero nosotros nos pusimos a pasear siguiendo la fuerza del río del Noguera Pallaresa que se notaba que la época del deshielo había llegado y bajaba con fuerza. Notábamos frío en el rostro, mientras Kenzie deseaba tirarse al río, suerte que había una verja y no podía lanzarse, yo intentaba que me guiase de la mejor manera, pero me llevaba pegada a la barandilla, quizás para notar más el frescor del agua del río. Paseando y paseando, en busca de la famosa administración de loterías, nos encontramos con un amigo que daba la casualidad que estaba de ruta por ahí, ante la sorpresa, los abrazos y los saludos, nos pusimos al día y dejamos que fuera a descansar, se le notaba cansado después de un día de no parar. Nosotros seguimos nuestro curso y por fin encontramos la tienda de loterías, que no era gran cosa, era como la del barrio, no era grande, simplemente era una administración que había tenido la suerte de repartir fortuna en varias ocasiones. No pudimos comprar ningún número por la hora que era, ya que estaba cerrado. Seguimos adentrándonos por el pueblo, viendo la iglesia, y callejuelas escondidas que tenían su encanto. Sin embargo, no había mucha gente por la calle, el hecho de que fuera un día de cada día, quizás hacía que la gente se estuviera preparando para la rutina de la jornada siguiente.
Nosotros al estar de vacaciones anduvimos sin ir a ningún sitio en concreto. Nos paramos a tomar algo en una terracita, jugaba el Madrid y como que estar dentro del bar no nos apetecía mucho. A pesar del frío aguantamos como unos campeones, tapeamos un poquito y emprendimos el camino de vuelta en coche hacia el hotel. 

Bar cercano a la administración de lotería

DESCANSAR FUERA DE CASA
No dormimos demasiado a gusto, debe ser que nos hemos hecho mayores y notamos que como nuestra cama, aunque no sea la más grande del mundo, ni la mejor, es la nuestra y notamos diferencias, por no decir de la almohada que no satisfacía nuestro relax. Al día siguiente el mejor despertador del mundo, Kenzie nos despertó y nos pusimos en pie. Después de darle su comida y sacarle a dar su paseo matutino, en el que notamos que estábamos rozando el pirineo, entramos al bar del hotel para degustar nuestro desayuno. Cogimos fuerzas con embutidos  de la tierra y un café para acabar de despertarnos.  Cogimos todos nuestros bártulos y emprendimos la excursión hacia el Parque Nacional de Aigüestortes. 


PARQUE NACIONAL DE AIGÜESTORTES
Pasamos por diferentes pueblecitos, lo bueno de ir por la nacional es que vas pasando por pueblos que no duran ni un suspiro, vas viendo los carteles y descubriendo nuevos nombres y te planteas cómo será el gentilicio de esos pueblecitos, si vivirá mucha gente, cómo será la vida alí. Después de pasar por en medio de montañas, de dar vueltas y darnos la sensación que no llegábamos, una mujer nos dio un panfleto y nos dijo dónde debíamos aparcar. Habíamos llegado hasta el parking, ahora era el momento de dejar las cuatro ruedas y utilizar los pies.


PARQUE NATURAL
Carlos me leyó el tríptico informativo, en el que daban unas pautas a seguir: No acampar, recoger desperdicios, no hacer fuego, no llevar a las mascotas sueltas… y un seguido de indicaciones más. Kenzie no podría andar a su suerte suelta por el campo, como tanto hubiera querido, pero tenía una explicación, al ser un parque natural había otros animales que habitaban en el entorno, además de que con tanto estímulo natural se podía alejar demasiado y perderse. Eso sí, dejé el arnés en el coche, mucho no me iba a guiar y además iba con Carlos.

EMPIEZA LA AVENTURA
Así que los tres aventureros nos embarcamos en la montaña. Me alegré de haber llevado puestas las botas, porque al poco de bajar del coche nos dimos cuenta que todavía había nieve, sí, a pesar de estar en primavera había nieve. Empezamos a caminar y nuestro objetivo era llegar hasta el lago San Maurici, para ello teníamos que seguir las indicaciones que aparecían cada cierto tiempo por el camino. Al principio parecía muy fácil el camino, porque habían construido una pasarela de madera, según Carlos por si alguien va en silla de ruedas, que tuviera un camino accesible. 

SONIDOS MÁGICOS DE LA NATURALEZA
Los sonidos eran mágicos, los pájaros nos saludaban con sus cantos, había de todo tipo y de fondo el agua, sin duda, era lo que más se escuchaba. ¡Qué desconexión! Ni coches, ni motos, ni gente, nada de nada, había momentos, casi todo el rato que estábamos solos por el camino. Nos recordó a cuando hicimos el Camino de Santiago.

LA CAMINATA
Desde el parking hasta el lago había un cartel que marcaba 1hora 45 minutos, no tardamos eso, tardamos mucho más, porque cuando no nos parábamos a hacer fotos, era para que Kenzie oliera y si no, era porque el camino algo abrupto había que estudiarlo, pasando primero Carlos, después la peluda y después me ayudaban entre los dos, indicándome dónde tenía que poner los pies. Había veces que las piedras se movían y te resbalabas, algún que otro tropezón nos llevamos, no solamente yo, Carlos también. La única que esquivaba todo y saltaba como una cabra montesa era Kenzie, y eso que iba atada.

DISFRUTANDO CON KENZIE
En una ocasión, viendo que no pasaba nadie y que estaba todo controlado, soltamos a la campeona, también se merecía disfrutar del día, y al ver que había nieve y tiraba tanto hacia allí, no nos pudimos resistir y le soltamos un poquito, para que pudiera sentirse libre y jugar. Nosotros disfrutamos tanto como ella al verla tan feliz.


LA RUTA HASTA EL LAGO DE SANT MAURICI
Por el camino vimos varios grupos de niños, en esos momentos, dejábamos que pasase todo el mundo, ya que el camino era estrecho y después proseguíamos sin problemas. Parecía que el lago se había disipado y no íbamos a llegar nunca, Pero, cuando menos te lo esperas, ahí está el resultado, habíamos llegado. Pero, estaba todo helado, un frío helador nos dio la bienvenida al famoso lago. Habíamos superado la ruta sin ninguna caída y fue llegar, relajarnos, tirar un pie para atrás y no darme cuenta que había una piedra, suerte que no fue nada, pero…. ¡Menuda llegada! Suerte que ninguno nos caímos al agua, bueno, creo que no hubiéramos podido, porque estaba todo helado, aunque estaría con el deshielo, porque algún que otro pato estaba por ahí dentro del lago, estaría congelado, pero ahí estaba.

Lago Sant Maurici

RISAS Y RESBALONES
Después de descansar, cogimos aire y emprendimos la vuelta. Nos entraba mucha risa cuando teníamos que controlar los pies que intentaban pisar con firmeza el terreno, pero ante la nieve, el barro y las piedras, a veces parecía misión imposible. La vuelta se nos hizo mucho más ligera, en menos de lo que pensamos ya habíamos llegado al coche. No queríamos ni imaginar en las agujetas que tendríamos al día siguiente pero lo habíamos logrado. Ahora era el momento de buscar un sitio para comer.  

LA RECOMPENSA
Habían pasado las tres de la tarde, y no sabíamos si lograríamos encontrar algún lugar decente donde comer. No conocíamos la zona, pero queríamos comer por ahí, porque si ya nos poníamos en marcha para Barcelona, se haría muy tarde y sería poco probable encontrar algún restaurante que nos dieran algo. Finalmente, después de vueltas y vueltas acabamos en Valencia d’’Aneu, ya que el GPS nos había marcado un buen restaurante. Tal y como había ocurrido con la llegada a Baró, no nos fijamos en los horarios, y ya estaba cerrado. Así que anduvimos por el pueblo en busca de otro sitio, finalmente encontramos uno que era también hotel, y pudimos comer. Teníamos hambre después de tanta caminata. Comimos bien, pero lo justo, porque después tocaba coger el coche.

LA VUELTA A CASA
El camino a casa, como de costumbre se hizo bastante pesado. Kenzie que iba a mis pies se pasó todo el trayecto dormida, descansando de su gran aventura por la nieve. Yo iba de copiloto dando conversación a Carlos. Y, Carlos iba concentrado, pero con ganas de llegar a tiempo para ver el partido del Barça en casa. Finalmente, llegamos a casa contentos de la escapada, cansados y con ganas de repetir otra desconexión. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, no olvides indicar tu nombre.