jueves, 13 de diciembre de 2018

Volviendo a los orígenes


Enfrentándome a la realidad 


Hace un mes que volvimos a la realidad plenamente dicha, es decir: volvimos a la rutina y al trabajo. Siempre es duro volver de unas vacaciones, pero si además de un descanso, de un viaje, es volver de la luna de miel (que ya os contaré la aventura de isla Mauricio), si además de todo eso le sumas volver sin mi fiel acompañante Kenzie, todo se hace más cuesta arriba.       

¡No os asustéis! Kenzie está estupendamente, a pesar de los achaques de la edad, pero ya no trabaja. Después de once años se merecía un descanso, y, ahora ya no guía, ha colgado el arnés y lo ha cambiado por una simple correa. Kenzie se ha jubilado. Fue una decisión bastante complicada para mí, pero si la quiero, que la quiero muchísimo, era una decisión que debía tomar. Puede que la hubiera tenido que tomar antes, pero nunca te lo planteas, o mejor dicho: no quieres planteártelo, porque no quieres ver que los años pasan. A pesar de que lleva unos años con artrosis, no era nada malo que siguiera guiando, ya que, como a las personas mayores, les va bien caminar, y el hecho de guiar la mantenía: despierta, concentrada, en activo, útil y sobre todo en forma, que es de lo que se trata a la hora de fortalecer los músculos. No significa que ahora no haga nada de ejercicio, ppero lo hace libremente, sin el arnés, sin la presión de equivocarse, sin flojeras, sin que ella quiera guiarme y vea que no puede.
Es muy duro comprobar que nos hacemos mayores, que ya no somos capaces de hacer lo que hace años hacíamos a la perfección. Y, a veces se me caía el alma cuando, sobre todo después de un día de lluvia, humedad, ella hacía todo lo posible por guiarme de maravilla, pero sus articulaciones le fallaba y era yo quien tenía que ir delante con el bastón y ella detrás sin guiarme, pero acompañándome. Otras veces, nos hemos encontrado ante la tesitura de unas escaleras que era incapaz de bajar y tenían que ayudarle, en ese momento me sentía inútil, por no poder prestarle toda la ayuda que necesitaba y por verla sufrir.
Sé que la artrosis va a ir a más, mejorar y rejuvenecer  no es posible de momento, así que me tengo que ir haciendo a la idea de que me tengo que preparar para prestarle toda la ayuda posible, ahora seré yo su fiel escudero, y estaré ahí para ser su guía a tientas si hace falta.

Lo bueno, es que ahora llego a casa con más ganas que nunca, porque sé que hay alguien esperándome. Intento abrir la puerta muy poco a poco, para que le dé tiempo a venir a saludarme. Y si vierais lo contenta que se pone al reencontrarme, eso no tiene precio, mueve la cola con una fuerza impresionante, la cual cosa es como si me sonriera de oreja a oreja. Así que con esta frase habéis entendido que ella no nos ha dejado, ni nosotros a ella. Simplemente ha dejado de ser un perro guía, para convertirse en un perro más, ha dejado la profesión, pero sigue siendo un miembro más de la familia.

Aún me sigo encontrando con personas del trabajo que me preguntan por ella, ya que era un miembro más. Cuando me preguntan por ella, aunque esbozo una sonrisa y les explico lo bien que está en casa, siento añoranza de no tenerla a mi lado. Y, es que ahora es como si yo no fuera yo, me falta una parte de mí, aunque la vea cada día afortunadamente. Pero, ahora tengo que batallar con las barreras que me encuentro en el día a día, y no es que antes no estuvieran, pero estaba Kenzie para esquivármelas. Ahora cuando no hay nada en el pavimento, puede que una baldosa esté mal colocada y haga salto de pértiga. En otras ocasiones, hay una farola, o un panel promocional, unas mesas y sillas  - y con lo que a mí me gustan las terrazas, llego a odiarlas-, después están los árboles, esos que siempre han estado y donde se paraba Kenzie a dejar su huella, pero que nunca acababa dentro, y ahora no es que acabe dentro, porque primero va el bastón, pero ya es un obstáculo más en el camino. Además están las farolas, que también han debido estar ahí siempre, pero que ahora al chocar con el bastón suenan, te suenan y te descolocan. Además de las obras, y es que ya me lo dijeron hace mucho tiempo en la ONCE, la calle cambia cada día: cuando no es  una persona, es una valla, y si no es una correa extensible de algún perro, y si no algún coche, moto o bici mal aparcada. Y, es que hay obstáculos, que ahora no esquivo, porque no lo veo, si no que tengo que rodearlos con el bastón, y ya te frenan en tu camino. Aunque he decir que hay mucha gente que  ofrece ayuda, quizás mucha más que cuando iba con Kenzie, no sé si es que la gente se piensa que los perros guía les van a morder,  o como me pasó una vez que ya se piensan que hasta van a hablar y me van a decir si puedo cruzar. Por favor, un poco de empatía, tengamos perro guía, bastón, otra discapacidad o ninguna, si solicitamos ayuda es porque la necesitamos. Siempre me han dicho, y lo he comprobado, que es mucho más fácil ofrecer ayuda que pedirla, así que encima que la pides, no juzgues y si puedes ayudar, hazlo, se agradece mucho.  
Y no solamente la echo en falta por todos esos detalles de ser mi fiel escudero y lograr esquivar miles de barreras, sino que ganaba seguridad, velocidad, agilidad, confianza y autonomía. Ir con ella hacía que casi ningún reto se me pusiera de por medio, ella me hacía más fuerte. Y, ahora parece que yo no soy yo, pero es que me falta una parte fundamental de mí. 

Así que imaginaros la situación, volver de un sueño, para chocarte literalmente, con la realidad. Y, es que aunque el bastón sea una gran ayuda, siempre lo he detestado, porque me frena y pone de manifiesto mi discapacidad. Es una tontería, porque después lo doblo y nadie sabe si veo o no. Por el contrario, aunque Kenzie se haga una bola, sigue estando ahí, y no es fácil de esconder, pero ya no soy la chica que no ve, soy la chica del perro, y prefiero mil veces ser la chica del perro que no la que no  ve.

No me arrepiento para nada de haberla jubilado, porque ganará en calidad de vida, porque se lo merece y porque es lo mejor para las dos. Sin embargo, a mí no me gustan los cambios y parece que esté año sea el año de las transiciones. Los inicios, en cualquier campo, son duros, y no es nada nuevo llevar el bastón, pero sí que es retroceder en autonomía. Sé que ella está bien, y me tengo que sentir afortunada de tenerla, pero ya no me acompaña en  mi jornada diaria, y eso es duro. Sin embargo, no podía ser egoísta, ella no podía seguir guiando, no tan solo por la artrosis, si no porque la edad hace de las suyas y ya se cansaba más de lo habitual. Y, sinceramente no la veía con ganas cuando le ponía el arnés. Es contradictorio, porque por un lado no quería trabajar, le daba pereza, pero por otro, cuando ella escuchaba que el momento de la jubilación estaba cerca, daba todo de sí, y no se convertí a en una simple guía, si no que lo hacía de maravilla y con agilidad. Por tanto, me desconcertaba, y no sabía qué era lo mejor para ella. Pero, cuando me encontré ante situaciones, en las que nos encontrábamos con limitaciones, ví que era hora de frenar y dar el paso.

La decisión estaba tomada. El veterinario redactó un informe , en el que explicaba todos los achaques que estaba padeciendo. Lo envié a la Fundación ONCE del perro guía, y me contestó un veterinario dando el ok. Más tarde, recibí una carta formal explicando que Kenzie estaba dada de baja como perro guía de asistencia. Y siguieron los papeleos, entre ellos: un contrato. Yo me quedaría con Kenzie y tendría yo la potestad, ONCE ya no la tendría y yo dejaría de ser usufructuaria, para convertirme en propietaria legal.  Después de tanto documento, llegó el momento de retirarla. Ahora se pasa gran parte del día viendo la tele y disfrutando con sus peluches. Me alegra que se quede en casa, sobre todo en días de lluvia, porque sé que a ella no le gustan nada, y cuando hay lluvia: sale, hace sus necesidades y sube rápidamente a casa, para intentar mojarse lo menos posible. 

Me encuentro con emociones encontradas: Por un lado me siento orgullosa de haber lado el paso, por otro no sé si debí hacerlo antes. Por un lado me siento contentísima de verla cada día, de que esté con nosotros y de que esté, dentro de lo que cabe bien, pero por otro me siento muy triste de no poder tenerla a todas horas conmigo, ahora ya no es mi sombra, ahora me tengo que enfrentar a las dificultades del camino  yo sola. 

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Sin embargo, a veces no encuentro el camino, y cuesta mucho andar cuando el alma te pesa, cuando te  topas con obstáculos y parece que todo el mundo te mire. No soy el centro del universo, no soy la única que va con bastón, pero, realmente es duro volver a una época complicada: los orígenes de aceptar que tienes dificultades visuales.  

Así que, como veis,  y ya adelantaba hace unos meses en Corre, que el tiempo vuela, la vida está llena de etapas, y a veces: se tiene que cerrar una, para poder abrir otra. Sin embargo, cuando hay tantos cambios, aunque sean positivos, hacen que te descoloquen y ya no sepas para dónde tirar. Y, es que a veces llega todo seguido, sin dar tregua a asimilar lo que está ocurriendo, es lo que tienen las transiciones. De lo que no cabe duda, es que está siendo un año de cambios consecutivos.

La vida está llena de capítulos, y ahora se cierra uno, pero no del todo, porque muy pronto iniciaremos otro. Ahora seguiré andando en el día a día, que ya es mucho, pero con las ganas de llegar a casa para reencontrarme con la peluda. Y, sobre todo, ante cada obstáculo recordaré todo lo que ha hecho por mí. 



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