NO TINC POR
No tenim por. No tenemos miedo. No tenemos miedo a mostrar nuestros sentimientos, a salir a la calle, reivindicar la paz. No tenemos miedo a expresar nuestro dolor, nuestra impotencia, a rechazar el terrorismo. No tenemos miedo a manifestarnos, a estar unidos y desear un mundo mejor. No tenemos miedo a no querer tener miedo.
Ayer 26 de agosto fuimos a la manifestación No tinc Por. Una convocatoria
realizada por el Gobierno de Cataluña, para que todos los ciudadanos pudiéramos
salir a la calle y expresar nuestro dolor, en contra del terrorismo y a favor
de la paz. El lema era No tinc Por/ No tengo miedo, éste surgió de forma espontánea
por los ciudadanos que rompieron su dolor gritando esa frase el día después de
los atentados
sufridos en Cataluña. Por mucho que la gente estuviera destrozada, el grito
de rabia y de mostrar que por mucho daño que hicieran seguiríamos con nuestras
vidas, gritando que no teníamos miedo.
Mucho más que un lema…
No tinc por es mucho más que decir que no tenemos miedo.
Miedo tenemos, pero es una manera de decir que no queremos tener miedo. No es
un significado literal, tiene muchos. En primer lugar, demostrar que no tenemos
miedo, que no dejaremos de salir a la calle, que seguiremos con nuestro
día a día. En segundo lugar, que no queremos tener miedo, aunque sí que nos dé
pánico el terror que quieren sembrar estos energúmenos. En tercer lugar,
gritar, desahogarnos y deshacer nuestra rabia con palabras, ya que es la mejor
manera de vencer al miedo. Uniéndonos, saliendo a la calle todos juntos con
un mismo lema era la mejor manera de demostrar que no podrán con
nosotros. Somos más y no nos hacen falta armas, ni violencia, el civismo y la
unión nos pueden hacer más fuertes.
Suena a tópico, suena a idealista, a utopía, pero no podemos
devolverles con la misma moneda. Violencia + violencia es igual a: masacre, a guerra, a
muertes, a destrucción. Si queremos la paz, la mejor forma de demostrarlo es de
forma cívica y sacando toda nuestra artillería: las palabras, el diálogo, la
solidaridad y el amor.
El único lema que se repetía durante toda la concentración
fue: “No tinc por” daba igual que fueras catalán o no, todo el mundo aprendió a
decir esa frase. Todos sabíamos que era un grito unánime, que significa mucho
más que no tengo miedo. Esa frase iba sumada con tres golpes de manos, que
decía mucho. Cuando había abucheos, silbidos o cualquier elemento que se salía
de ese lema, yo levantaba aún más la voz, para acallar esos elementos
discordantes que ni ton ni son aparecían en un escenario que no era el suyo. Me
desgañité en más de una ocasión, porque me daba rabia, impotencia, que esa
discordancia se colase en nuestra lucha. No quería que estropeasen una tarde
que había hecho salir a la calle a ciudadanos que buscábamos desahogo, mostrar
el duelo y el rechazo de los atentados. Seguro que muchos medios nacionales se
quedaron con esos pitidos, abucheos y demás, para enseñar que los barceloneses
salieron a la calle, para reivindicar otro tipo de asuntos que no vienen al
caso. Me gustaría que no se quedasen con actos de unos pocos que quisieron
ensuciar una marcha pacifista, la mayoría no estábamos para demostrar
posiciones políticas, era algo apolítico, algo mundial. Cada día hay miles de
muertes por culpa de esos yihadistas fanáticos que quieren destrozar el mundo,
así que no era una lucha de unos barceloneses, de unos catalanes, ni españoles,
era algo global. Sin embargo, habíamos salido a la calle barceloneses y gente
de todo el mundo a Barcelona, porque nuestras calles habían sido manchadas de
sangre por la sinrazón, con muertes, heridos y pánico. Hasta que no ocurre en
tu ciudad, hasta que no ves que está tan cerca el terror no te afecta tanto.
Sufres cuando oyes que ha habido un atentado en París, Bruselas, Kabul, pero no
eres consciente del daño hasta que te pellizca más de cerca y ves que sucede en
las calles por donde caminas diariamente. Somos así de egoístas, que hasta que
no pasa cerca de ti, no lo padeces de la misma manera.
¿Política? No, gracias.
En la concentración de ayer sábado en Barcelona me sobraron
algunas cosas, como las banderas, los pitidos y los abucheos. Se suponía que no
era una manifestación política, sino a favor de la paz, la solidaridad y la
unión, y en contra de los abucheos, el terrorismo y la violencia. Espero que
por culpa de algunos no destrozasen la imagen de una multitud que en son de
paz, de forma civilizada y tranquila quisimos salir a las calles de nuestra
ciudad, Barcelona, para solidarizarnos con las víctimas, para estar con nuestra
ciudad, para demostrar que no tenemos miedo y que estamos todos unidos. Da
igual la ideología que tengas, ayer no era el momento para gritar que algunos
quieren una independencia, otros no la quieren, otros quieren una bandera y
otros otra. No era el día, no era el momento, de abuchear a políticos que
habían querido venir a nuestra ciudad para apoyarnos, para estar a nuestro
lado, para aportar su granito de arena. No era el día, da igual que opines de
una manera u otra, da igual que no te guste cómo actúan algunos políticos,
ellos no han cometido la masacre, ellos estaban allí para apoyar a una ciudad
que llora a unos muertos, que ha sufrido el terror en primera línea y que
podría haber sido incluso peor. Si han querido asistir a una concentración
pacifista y estar ahí, bienvenido sea toda colaboración de unión y de apoyo.
Todos unidos seremos más fuertes. Podrán gobernar mejor o peor, podremos estar
de acuerdo o no, pero no era el momento de demostrar tu opinión. Era el
momento de reivindicar que queremos un mundo sin DAES, sin guerra, sin
islamistas fanáticos que creen que matan por alguien y solamente matan por la
sinrazón.
La manifestación
Llegamos con tiempo suficiente de poder elegir dónde
colocarnos. La manifestación se supone que empezaba entre Diagonal y Paseo de
Gracia, pero no había ninguna cabecera, al menos no la vimos. Nosotros nos
bajamos en Paseo de Gracia, sin que el metro estuviera tan lleno como decían
que iba a estar, quizás, porque como digo, fuimos con mucha antelación, para no
encontrarnos con embudos de gente. Empezamos a caminar hacia arriba, pero
cuando llegamos a Diagonal nos dimos cuenta que estaríamos muy lejos. No
entiendo, porque si dicen que empiezan en un punto, después las principales personas
y autoridades citadas para encabezar la concentración estaban a más de diez
calles del punto de inicio. Entiendo que haya un perímetro de seguridad, para
proteger a las autoridades, pero, ¿tanto? En ese sentido hubo un poco de
descoordinación, ya que había gente desperdigada por todo paseo de gracia, sin
que hubiera un orden, tampoco hubo caos, ni desorden, pero no sabíamos dónde
empezaba. Así que fuimos cambiando de ubicación, primero nos quedamos por
Diagonal, después fuimos bajando y después volvimos a subir, quedándonos ya en
un punto fijo y siguiendo a paso lento a toda la marea humana que nos
acompañaba. Venían ráfagas del lema y cuando llegaba a nuestra zona, como si de
olas se tratasen, nosotros gritábamos al mismo tiempo: “No tinc por” y picábamos
de manos. Hoy me siguen doliendo las manos de lo fuerte que me dí en algunos
momentos en el que la rabia se apoderaba de mí y me quería hacer oír.
Eso sí, pensé que habría más control policial, que lo había
en todas las calles, para que los coches no se colasen por las carreteras
cortadas, y en todas las entradas de metro. Sin embargo, en medio de la
concentración no vimos ningún cuerpo de seguridad, que no quiere decir que no
lo hubiera, porque puede ser que fueran de paisano, para camuflarse entre la
gente y ver que todo transcurría sin complicaciones. Habían dicho que no
llevásemos mochilas grandes, para que no fuera difícil el paso de las personas
y facilitar la marcha. También pensé que lo hacían, por si a algún descerebrado
se intentaba colar en nuestra caminata pacifista con una mochila cargada con
malas intenciones, por eso pensé que habrían controles. No los hubo, aunque
tampoco sé cómo hubiera sido posible hacerlos. No era en un recinto establecido
dónde estábamos, sino que estábamos en las calles de Barcelona. No era
solamente la carretera central cortada al tráfico la que estaba llena de gente,
sino que los laterales también estaban con personas que ya no cabían en el
centro.
Dicen que más de medio millón de ciudadanos salimos a la
calle, en contra del terrorismo a favor de la paz. No sé cuántos éramos, pero
sí que había bastante gente. Sin llegar al agobio, ya que podíamos caminar, de
hecho pudimos llegar hasta la plaza Catalunya, final del recorrido. Aunque
cuando llegamos, como no nos pusimos donde estaban las autoridades, y ellas
llegaron enseguida, ya que hicieron mucho menos recorrido, todo había
terminado. Pero, a pesar de que hacía una hora que habían finalizado los
parlamentos y la música con los violinistas que interpretaron “El cant dels
Ocells”, aún estábamos por ahí, dando palmas y lanzando lemas y sacudiendo
carteles de paz. Éramos muchos así que no terminaba al llegar a un punto como
la Plaza Cataluña, porque aún quedaba una marea humana por llegar, así que aún
se seguía escuchando: aplausos y gritos de renuncia al terrrismo.
Recuerdo que me impresionó mucho más la manifestación
de Miguel Ángel Blanco, quizás por la edad que tenía, por ser una de mis
primeras manifestaciones, fuera por lo que fuese me dio la sensación que en
aquella ocasión hubo más de medio millón de personas. Era otra época, pero nos
concentrábamos por un mismo motivo: el terrorismo. Aquella vez era un
terrorismo más cercano, que cada dos por tres atentaban ante cualquiera que no
compartiera su ideología, ante inocentes, y, aunque éste sea un terrorismo más
internacional no hay gran diferencia. El terrorismo como dice la palabra siembra
terror y sufren inocentes, causando muertes. Si vencimos aquel terrorismo nacional
que tantas muertes se llevó por delante, tenemos que conseguir erradicar éste.
Sin miedo, saliendo a la calle, manifestándonos y haciendo todo lo posible,
somos mayoría.
Emociones
Me emocionaron varias cosas durante la manifestación, pero
una de ellas fue cuando escuchamos unos aplausos y entre tanta gente no
sabíamos por qué, hasta que nos acercamos, para ver qué aplaudían. Era un grupo
de musulmanes que con carteles de: “I love Barcelona” “Barcelona contigo” y
otros, no gritaban, imploraban que no eran culpables, que no eran terroristas.
Esas palabras que salían del corazón me estremecieron, porque ellos no tienen
culpa de nada. Simplemente son musulmanes, pero no por ello les convierte en
terroristas. Los que cometen actos de ese tipo no son musulmanes, son
fanáticos, enfermos que no entienden el Corán. Esos musulmanes que
vinieron a manifestarse como ciudadanos, barceloneses y pacifistas que son, no
tienen nada que ver con el terrorismo. A ellos les da rabia que se les englobe,
que les tengamos miedo, que los pongamos en el mismo saco, porque ellos también
rechazan a esos fanáticos que destruyen su religión y destrozan el mundo con
sus muertes.
Al principio, quietos, rodeados de personas que también
habían querido estar ahí, y con el desconcierto de dónde empezaba, esperábamos
movernos. Antes de iniciar nuestros pasos un clamo unánime empezó a oírse y
entonces se me puso un nudo en la garganta, la piel de gallina y las lagrimas
empezaron a asomar. Era bonito que todos hubiéramos salido a la calle, pero
también era muy triste el motivo. Me da pena toda la gente inocente que ha
muerto, que está herida, que tuvo que correr. Estábamos allí, porque
habíamos sufrido en nuestra ciudad la barbarie. Me daba impotencia, rabia y
pena estar ahí por ese motivo. Además escuchar miles de voces pidiendo lo
mismo, sí, porque esa frase era una petición de paz.
Espero y deseo que no
tengamos que salir a la calle nunca más por un motivo semejante a este. Si
salimos a la calle que sea para celebraciones y alegrías. No queremos estar de
duelo, no queremos llorar más muertes, no queremos sufrir, no queremos tener
miedo.
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