Despidiendo Agosto con Lluvia
Hoy 31 de agosto es el último día del mes. Agosto se despide
con agua. Aún estamos en verano, pero parece que al estar rozando septiembre,
agosto quiere despedirse regando a todo el mundo. A pesar de que nos ha
regalado días de Sol, días de bochorno, días de calor, parece que se ha cansado
de esos días, y ahora quiere regar los campos y no precisamente con café. Toca
el turno a las lluvias, las tormentas y a las gotas que te van empapando poco a
poco. A muchos no les afectará porque ya han regresado de sus vacaciones y de
sus días de playa. A mí, aunque no haya hecho vacaciones, en ese sentido
tampoco me afecta.
No me gustan los días de lluvia. No soy a la única a la que
no le gustan, ya que a Kenzie, mi perra guía, tampoco le gustan nada. Es una
perra, pero parece una princesita. No le gusta mojarse. Si hay un charco, lo ideal
sería que lo esquivase, para que ni ella, ni yo nos mojásemos, pero en muchas
ocasiones lo que hace para evitar ese charco es dar un salto. No es un salto
bestial, pero sí que es uno de esos que te sorprende y al ir yo agarrada del
arnés,, si reacciono a tiempo también doy un salto, y si no, mientras ella se
ha librado de empaparse sus patitas, yo acabo con los pies mojados. Entiendo
que es bueno que llueva, que se rieguen los campos y cultivos, pero cuando no
llueve y de repente cae una tormenta, granizo o aguaceros como los de hoy, tampoco
creo que ayude mucho a los huertos ese tipo de agua. Nada en exceso es bueno, y
cuando caen tormentas solamente cabe esperar que tras la tormenta llegue la
calma.
Voy a enumerar doce razones de por qué no me gustan los días
de lluvia:
12 razones para que no me gusten los días de lluvia:
1-
Guiar bajo la lluvia: Cuando
llueve Kenzie guía mucho peor. Se arrima a las paredes como si no hubiera un
mañana, para intentar mojarse lo menos posible. ¿Por qué se arrima más a los
edificios? Porque la mayoría de ellos tienen balcones y hacen de paraguas para
ella, y en su defecto para mí. Debería ser bueno ir tan arrimadas a los
edificios, ya que no nos mojamos tanto, pero tiene grandes inconvenientes:
toldos que sobresalen, puestos de fruta, y miles de obstáculos que, a pesar de
la perrería que le entra a Kenzie por querer ir por esos lugares, tampoco llegó
a comérmelos, pero sí que los rozamos, viviendo al límite. Además va
mucho más lenta. Y, sobre todo, una manía que no he podido quitarle de la
cabeza en días de lluvia, es que me utiliza de toalla. Ella puede llevar un chubasquero,
pero si se moja algo la cabeza, cuando entramos en un lugar seco, empieza a
restregarse contra mis piernas, hasta que logra saciar su intranquilidad por ir
algo mojada.
2-
Sin paraguas: Ni Kenzie, ni yo
vamos con paraguas. El paraguas es un estorbo, para las personas que no vemos,
al menos para mí. Cuando llevaba bastón tampoco lo utilizaba. Más que una ayuda
se convierte en un incordio. Hace que las dos manos, antes por el bastón y
ahora por el arnés, acaben ocupadas. Así que, prefiero tener una mano libre por
lo que pueda ocurrir, incluso para poder corregir a Kenzie con la correa. Así
que, somos de chubasquero. Nos da mucha más libertad. Además, imaginaros que
llevase un paraguas, por mucho que Kenzie me guíe hay personas que no se dan
cuenta y el perímetro de un paraguas es más ancho, así que me iría chocando
tanto con árboles, edificios y sobre todo personas.
3-
Malos humos: Cuando llueve las
personas están más de mal humor, por haberse mojado, por el día de perros, por
el frío, por el calor, por el simple de hecho de haber tenido que salir a la
calle con lluvia. Sea por lo que sea la gente está más irascible. Los coches se
convierten en verdadero peligro, porque se escuchan mucho más los cláxones, hay
más atascos y más accidentes.
4- Gremlins: Odio a las personas que sí que son
usuarias de paraguas y van bajo los tejadillos, lugar preferido de Kenzie para
caminar bajo la lluvia. Encima pretenden que nosotras sin ver, sin paraguas y
sin tener por qué nos retiremos de su ruta. Les da igual que no veas,
ellos no piensan dejarte pasar, no vaya a ser que les caiga una gota de agua y
se conviertan en Gremlins. Encima son de esas personas que no tienen suficiente
con arrollarte, encima sueltan bufidos y exclaman que por qué no miro por dónde
voy. La última vez, ya dije que ya me gustaría ver por dónde voy. La gente no
se fija y solamente quiere no mojarse, sin importarle nada, ni nadie.
5-
Pies mojados: Si te mojas, como me
sucede en más de una ocasión, a pesar del chubasquero, te quedas todo el día
con mal cuerpo. Sobre todo si te mojas los pies y llevas calcetines, ya te
quedas con los pies húmedos durante todo el día, sin posibilidad de cambiarte y
con una sensación muy desagradable. Debería haber ropa específica para los días
de lluvia. Sé que hay chubasqueros, botas de agua, pero toda esa parafernalia,
a veces te hace sentir incomoda y encima parece que vayas disfrazada. Pero, yo
soy de las que prefiere ir bien protegida, aunque no vaya divina de la muerte.
Sin embargo, cuando las tormenta te pilla sin previo aviso, entonces es cuando
acabamos como si hubiéramos estado debajo de una ducha, ya que no siempre
llevamos el chubasquero, como no todo el mundo lleva el paraguas encima.
Deberíamos llevarlo por si acaso, pero si empezamos con e por si acaso,
deberíamos ir siempre cargados de multitud de cosas que no en realidad no
utilizamos.
6-
No oigo: He comentado que no llevo
paraguas, pero que utilizo chubasquero. Si me pongo el gorro que suele
acompañar al chubasquero y que va bien para no acabar con todo el pelo empapado,
hace que escuche mucho menos. Y si esos días son horrorosos por el sonido de la
lluvia, los coches, y la gente que camina rápido, si a mi poco resto visual le
resto uno de mis sentido más importantes, el oído, parece como que me quede
huérfana de otro sentido, y te sientes más insegura, sobre todo a la hora de
cruzar.
7-
Truenos y relámpagos: Si a las
tormentas de verano le sumamos los truenos, ya es insoportable. Esos días son
geniales para estar en casa, con una mantita, una peli y bien resguardada. Pero,
si te pilla en la calle, solamente quieres llegar a casa. Aunque sinceramente,
esté donde esté, siempre me han dado miedo los truenos con los antecedentes
relámpagos. Parecen de peli de miedo. Cuando escuchas caer el trueno con
fuerza, parece que el mundo se vaya a caer encima de ti, te asustas y sabes que
no ha caído muy lejos con las consecuencias que eso conlleva. Y si ya sabéis
que los petardos no me gustan por el estruendo que desprenden, imaginaros los
truenos, que no pueden ser más escandalosos.
8-
Encerrados en casa: No puedes
salir a la calle, ni a pasear, ni a tomar algo, ni por gusto. Si sales a la
calle bajo la lluvia y sin paraguas, más bien es por necesidad. Por la simple
necesidad de tener que desplazarte de un lugar a otro. Recuerdo que en el
cole cuando llovía era un aburrimiento bestial, porque no podíamos salir al
patio. Nos teníamos que quedar encerrados, sin clase, pero sin tomar el aire.
Eran días raros, sin patio, sin juegos, y con la lluvia como culpable.
9-
Contenido sumergido en agua: Todo
lo que llevas acaba empapado. Recuerdo que hubo una época, sobre todo cuando
vivía en Dublín, que cada dos por tres caía un chaparrón, que llevaba el bolso
con bolsas de plástico. Así todo lo que iba dentro del bolso iba protegido.
Ahora no lo hago, a pesar de que llevo miles de bolsitas para Kenzie, pero no
las llevo para proteger todo el contenido del bolso de la lluvia.
10- A
cámara lenta: El transporte público va mucho más lento, porque
encuentra retenciones. Como he dicho, cuando llueve, y eso que no estoy
hablando de nevar, parece que todo se ralentice. A pesar de que todo el mundo
va lo más rápido posible, para evitar mojarse, parece que todo transcurra a
cámara lenta. Incluso el metro que va bajo tierra y no tendría por qué estar
afectado, en ocasiones va también más lento. Estaciones inundadas de agua. El
suelo de cualquier transporte está más sucio, porque entre las pisadas y el
agua que van dejando los paraguas, se forma otro tipo de terreno que ya no se
puede ni denominar suelo. En esos días, y lo entiendo perfectamente, Kenzie no
quiere tumbarse, como acostumbra a ir ella tranquilamente. Está impaciente por
bajarse de ese suelo mojado, húmedo, pringoso y no se siente cómoda.
11- Pelos,
pelos y más pelos: Kenzie, por muy perra guía que sea, por muy princesa
que sea, sigue siendo un can, es por ello que cuando se moja, como cualquier
perro, sobre todo si son de los que sueltan pelos, como es mi caso,
suelta más pelo. Cantidad de pelaje que suelta cuando se empapa, por mucho que
lleve el chubasquero, algo se moja la pobre, y como mecanismo de defensa, como
nosotros nos quitamos el abrigo, ella se quita, se le cae mucho más el pelo.
12- Olor
a perro: Imagino que habréis escuchado la expresión: “Oler a perro
mojado”, pues no se dice porque sí , si no que tiene una explicación. Un perro
mojado, al igual que suelta más pelo, también hace más olor. No es muy
agradable el olor que desprenden, y se debe a la acumulación de pelo húmedo que
tienen, por mucho que lleve chubasquero, por mucho que después le des con una
toalla, ese olor se le queda durante todo el día. Además si le oléis las
patitas, las almohadillas, después de haber pisado por todas partes, incluidos
charcos y aceras mojadas, barro, y demás se le quedan muy sucias. No sé si
porque si se le quedan sucias, si por ahí tienen unas glándulas sudoríparas o
cuál es la razón, pero huelen mucho. Esos días en que llegamos al trabajo
cabreadas, por habernos mojados, haber esquivado a Gremlins, charcos, haber
intuido que podía cruzar, y cuando llegas al destino con los calcetines
empapados, tienes que quitarle el chubasquero calado, la secas y te das cuenta
que durante todo el día va a estar de mal humor y con mal olor.
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