TRES MESES CON PINGU
El pasado viernes día 26 de mayo hizo tres meses que nuestra
ninfa Pingu vino a casa. Ha pasado un trimestre ya en casa con nosotros y la
adaptación está siendo muy buena. Pingu, como ya comenté en: “Pingu, uno más en casa” lo trajimos siendo
un bebé. Sigue siendo un bebé, porque es el más pequeño de casa y, aunque no
sabemos cuándo nació exactamente; si a finales del año 2016 o principio s de
este año, lo que sí que sabemos es que con nosotros ya lleva tres meses.
LA LLEGADA
Al principio pusimos a Pingu solo en una jaula pequeña, aunque amplia para
él, la antigua jaula de Rufi, más que nada porque no sabíamos cómo se iban a
llevar entre ellos, y porque siempre aconsejan hacer una cuarentena cuando
viene un ave nueva a casa, por si estuviera enferma y para que se vaya
aclimatando al nuevo hogar. Mientras Pingu ocupaba la antigua jaula de Rufim, Rufi estaba haciéndose a la nueva mansión, esa jaula que compramos para los dos. De todas maneras, reconozco que no cumplimos la
cuarentena, lo pusiéramos dónde lo pusiéramos, incluyendo la jaula, que, por muy
limpia que estuviera era de Rufi, habría indicios que Rufi ya había estado por
ahí. Así que, básicamente la “cuarentena” la hicimos en un par de semanas, para
controlar que comiera, que hiciera bien sus heces y que se fueran escuchando
sin estar juntos. Después los fuimos soltando juntos, pero poco a poco, para
ver cómo se comportaban entre sí. Vimos que el pequeñajo siempre quería ir a
toda costa donde estuviera Rufi, buen síntoma, porque a Rufi no le molestaba
que le siguiera, básicamente le ignoraba. Eso sí el bebé, Pingu, quería picarle
la cola, imaginamos que síntoma de de querer jugar, pero entonces es cuando a Rufi
no le hacía ninguna gracia que le picasen sus plumas, totalmente lógico. Como
digo, poco a poco, fuimos haciendo que se conocieran cada vez más, hasta que un
día los juntamos en su jaula nueva, una ninfa jaula llamada ninfa deluxe, que
es lo suficientemente amplia para los dos y sus juguetes. Además esta jaula
tiene una característica que no he vista en otras, ya que era voladoras sin más,
y es que se puede abrir por arriba, además de tener dos comederos a parte del
bebedero con sistema anti vuelco, a pesar de que no tengan tanta fuerza como
los loros, son capaces de tirarlos, porque son muy listos.
LOS AVANCES
Ahora que Pingu ya lleva tres meses con nosotros ha empezado
a silbar, cosa que por el contrario nunca habíamos escuchado hacer a Rufi. Teniendo en cuenta que las
ninfas o carolinas tienen una características y es que las hembras no suelen
silbar ni imitar sonidos, en cambio los machos, como es el caso de nuestro
Pingu sí que suelen hacerlo. Primero empezó casi sin darnos cuenta, a pesar de
que le silbábamos a reproducir: “La cucaracha” y así estaba todo el día, hasta
que le fuimos poniendo otros silbidos y empezó a hacer mezclas. Ahora hay días
que termina una canción y enseguida va a por otra y otras veces hace un
batiburrillo de todo. Cuando se pone a cantar como descosido, Rufi se queda
apartado como si le molestase, no intenta atacarle, ni mucho menos, simplemente
se debe quedar alucinado de la vitalidad que tiene.
LAS MAÑANAS
Por las mañanas, cuando voy a por ellos, ya que para que no
les moleste la luz y duerman sus horas, les llevo a otra habitación, siempre me
recibe Pingu con una especie de: “¡Hola!” es como su forma de dar los buenos
días. Algunos días me los encuentro en el mismo palo, medio adormilados, en
otras cada uno en su palo, pero siempre el pequeño tiene un silbido o una especie de saludo para
recibirme. Saben que por la mañana les preparo el desayuno, y deben estar
ansiosos de ver la luz y de empezar un nuevo día. Otro día os explicaré el
ritual de las mañanas y la alimentación que les preparo, ya que para que no se
cansen de comer siempre lo mismo, cada
día les intento dar algo fresquito, sano y saludable.
KENZIE Y PINGU
Pingu para lo pequeño
que es, es un valiente de mucho cuidado. En cuanto nos descuidamos se va
volando al suelo, porque es muy curioso y quiere ir a la cama de Kenzie, como
si ese territorio también fuera suyo. En cuanto nos damos cuenta lo cogemos, no
porque Kenzie le vaya a hacer algo, quien más miedo nos da es él. A mí me da
miedo que le intente picar el hocico o los ojos, y Kenzie como es tan buena, no
hace nada para quitárselo de encima. Eso sí, los picotazos de estas ninfas no
son nada comparados con los de un loro, por no hacer, no hacen nin sangre, pero
nunca se sabe
Por otro lado, Kenzie sin querer también puede darle con la
pata. Además, hubo un día que Kenzie ya se hartó y le ladró, tan fuerte que casi nos deja
sordos, porque la peluda no suele ladrar, pero cuando lo hace, lo hace de
verdad. ¿Por qué ladró? Porque ella intentaba acercarse a mí, que tenía encima
a Pingu en mis rodillas, pero éste no paraba de intentar atacarle, sin hacerlo,
poniéndose como un gallito, y nunca mejor dicho, con su Cresta para arriba y
todo, haciendo como que iba a por ella, y no sé si fue una mezcla de celos, de
ver que Pingu estaba conmigo y eso sumado que cada vez que intentaba acercarse
a mí el pajarito intentaba pescarlo con el pico lo que fuera, pues como que no
le hizo nada de gracia.
Quizás Kenzie se lleva mejor con Rufi, porque es una ninfa más arisca,
aunque también es cariñosa, también la conoce desde hace más tiempo. A Pingu lo debe ver como a un terremoto con
alas que no para quieto y encima no para de cantar. Sí que le deja que se le
coloque encima, pero no se queda quieto y trepa por todo su lomo acercándose a
la cabeza, la cual cosa no le hace ni pizca de gracia. En cambio Rufi que es
más tranquilo, sí que permite que se quede más rato en su espalda, porque Rufi
aprovecha para quitarle pelos, y Kenzie lo debe ver como un masaje.
UN TRIMESTRE CON
PINGU
En definitiva estamos muy contentos de tener un nuevo
miembro en la familia. Han pasado tres meses de aquel día de febrero que fuimos
a por él, y solamente ha hecho que darnos alegrías, ya sea con un silbido, con
que se te pose encima cada vez que te vea, con que baje la cabecita para que le
toques. Sea como sea no nos arrepentimos para nada de tenerle entre nosotros, y
espero y deseo que, aunque no lo demuestre, a Rufi nuestra ninfa de más de tres
años, también le alegre un poquito más la vida estando más acompañada junto con
su nuevo inquilino. Lo cierto es que son como dos hermanitos y, aunque no se
den mimoos, sé que se aprecian, sobre todo el pequeño que, como digo, va todo
el rato detrás de Rufi.
Es todo un encanto soltarlos y ver como revolotean por
encima de tus cabezas, persiguiéndose uno detrás de otro. Ahora que llega el
verano, aunque sin abrir las ventanas, tendremos aire asegurado, gracias a sus
aleteos.
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