20 años sigue en el recuerdo
Esta semana de julio se conmemora la muerte de Miguel Ángel Blanco. Durante esa semana de julio de 1997 toda la sociedad española se sintió Miguel Ángel Blanco. Todos nos sentimos secuestrados, aterrados y con un límite de horas para morir. El 10 de julio de 1997 tres etarras secuestraron a un joven inocente, haciendo un chantaje al gobierno español: exigían un traslado en 48 horas de todos los presos de ETA, si no lo hacían en ese plazo, Miguel Ángel sería asesinado. El 12 de julio Miguel Ángel recibió dos tiros en la nuca. El 13 de julio se confirmó la muerte de Miguel Ángel Blanco. 4 días en los que sufrimos todos por la gran injusticia que se cometía. La empatía, la solidaridad y los sentimientos estaban a flor de piel.
20 años
Hace 20 años que ETA asesinó a
sangre fría a Miguel Ángel Blanco. No era la primera, ni sería la última muerte
llevada a cabo por esa organización. Sin embargo, esas 48 horas nos mantuvo en
vilo a toda la sociedad española.
Salimos a la calle para: gritar, desahogarnos
y pedir clemencia. Reivindicábamos una libertad de expresión. La impotencia se apoderaba de todos ante algo tan injusto.
Todo aquel que vivió esa fecha, seguro que recuerda el nombre propio de Miguel Ángel Blanco, como si aquella
persona hasta entonces desconocida para muchos, se convirtiera de repente en
parte de nosotros, de un familiar, de un amigo, de un vecino, alguien cercano,
que sin pretenderlo se convirtió durante dos días en el centro de atención. No
solamente recordamos su nombre, su cara; recordamos esos precisos momentos como
si fuera ayer. Recordamos que estábamos haciendo, son de esas fechas que se
quedan grabadas en el corazón de los recuerdos. Son fechas que marcan un antes
y un después, pero que también por su alto nivel emocional, como ocurrió con el
ataque a las torres gemelas u otros acontecimientos trágicos y que conmocionan, se
nos quedan de tal manera, que recordamos qué es lo que estábamos haciendo en ese preciso
momento.
Mi recuerdo
En mi caso yo estaba a escasos días de cumplir 13 años,
y a pesar del tiempo transcurrido, aún me emociono como si Miguel Ángel Blanco
fuera de la familia. No lo era, pero durante esos días de julio del 97 lo fue,
porque me marcó, porque lloré por su muerte, por la injusticia, y de hecho, aún
me emociona.
Evoco con tristeza y emoción, aquella
tarde de julio de 1997 en la que fui con mi tío Manolo a manifestarme al centro
de Barcelona. No se podía dar ni un paso. Era la primera manifestación a la que
asistía, nunca antes había ido a ningún tipo de concentración. Sin embargo,
encontré un aliado en mi tío y fuimos juntos. Él sin ver, yo con 12 años, pero
juntos éramos muy fuertes y gritábamos una y otra vez: “El pueblo unido jamás
será vencido” “¡Basta ya!”
Entre otro tipo de consignas,
incluso recuerdo haber cantado canciones. Era imposible moverse entre
tanta masificación de personas, sin embargo encontramos un hueco para untar
nuestras manos en pintura blanca y levantarlas a coro. Todos levantábamos
nuestras manos blancas en señal de protesta. Fue muy emocionante. Toda la tarde
estuvimos desgañitándonos, pidiendo que lo liberasen, reclamando justicia para
un inocente, y liberando nuestra impotencia. Hoy día se me pone la carne de
gallina al rememorarlo.
Protestas y manifestaciones
A pesar del enojo de todos los españoles que salimos a la calle, el desenlace fue el que fue. El destino de Miguel Ángel
Blanco ya estaba cerrado de antemano. Incluso él, que era concejal y con sentido común, conocía la situación política, sabía que estaba
condenado desde un principio. Realmente, nunca sabremos si lo supo, si sabía
qué pedían sus asesinos, si era consciente que habían puesto límite de 48 horas
a su vida…. No podemos saber qué pasaba por la cabeza de Miguel Ángel, pero sí
que sabemos que todos pensábamos en él. Rezando, suplicando piedad a los
malhechores, esos que, a pesar de ver la actuación del pueblo, siguieron
adelante con sus planes. Sin importarles lo que la marea humana imploraba, sin
sentimientos, con crueldad y premeditación cometieron el peor asesinato.
Con esa muerte ETA no mató a Miguel Ángel Blanco, porque él sigue perdurando en
el corazón de quienes le amaron, en el recuerdo de todos los españoles y
enterró el miedo que muchos tenían a manifestarse. Su secuestro fue
nuestra preocupación, fue la unión de todos los españoles: unidos por una
angustia, un dolor.
No sé si manifestándonos
conseguimos algo, ya que el final fue el que fue. No obstante, sirvió para
unirnos, gritar y repudiar ese tipo de actuaciones. Los miembros de la
organización terrorista, ETA, creo que
empezaron a darse cuenta del rechazo que provocaban, ya no eran tan temidos,
porque por muchas armas que tuvieran, por muchas bombas y muchas barbaries que
cometiesen, no podrían con el pueblo. Por una vez no eran ellos quiénes salían
a la calle a quemar contenedores, gritar consignas o matar.
Esta vez eran los buenos quienes salían a la calle, sin usar la violencia de forma pacífica, y no para sembrar el
pánico, sino para sembrar algo de esperanza.
El fin de ETA
Este mes de abril la organización terrorista, ETA, ha entregado todas sus armas, ha desaparecido, aunque el dolor generado durante años sigue estando muy presente. 20 años después se ha rendido, pero…
¿Cuántas muertes han tenido que ocurrir? ¿Cuántas
familias destrozadas? ¿Cuántas cicatrices? ¿Cuánto dolor? ¿Y todo para qué? ¿Han
conseguido algo? Bajo el diálogo se consiguen muchas más cosas, no es tan fácil
como apretar un gatillo o un botón para accionar una bomba, sin embargo la
victoria está asegurada tras unas buenas palabras, una buena dialéctica, un
buen abrazo, un acuerdo y una sonrisa. A veces, es cierto que con las palabras
no se llegan a acuerdos, sin embargo, exponiendo todos los puntos de vista,
ganamos todos y nadie muere.
Dos décadas después, Miguel
Ángel Blanco sigue estando muy presente, porque siempre lo estará: forma parte
de nuestra memoria histórica, de nuestra vida y su nombre representa: la
unión, el coraje y la libertad. No olvidemos que existen muchas víctimas del
terrorismo, porque de igual modo sus familiares y amigos no pueden hacerlo,
nosotros podríamos haber sido una de esas víctimas inocentes.
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