Un homenaje a los abuelos
Hoy 26 de julio es el día
de los abuelos. Se conmemora este día, porque es el santo de Santa Ana y San
Joaquín, y así se llamaban los padres de la Virgen María, madre de Jesucristo.
En otros países se celebra en otras fechas. Pero, aquí, en España, se celebra
después de la gran fiesta del Apóstol. ¡Uy! Me está quedando una entrada muy
santoral y no es que yo sepa mucho del tema.
Así que, vamos al tema:
Sé que el día 26 es el día de los abuelos, porque cuando era adolescente y
pasaba el verano con mis abuelos, un día mi abuela que era su día, que
le tenía que felicitar y me explicó el porqué. Al enterarme, por supuesto que
les felicité, y además de eso les obsequié comprándoles unos merengues. Sabía
de su paladar por el dulce, y cuando pasé por una pastelería fue la ocasión
perfecta para comprarles ese dulce, tanto para ellos como para mí. Además fue
la primera vez que probé un merengue y me gustó, pero no sé por qué no he
vuelto a comerlos.
Los abuelos ayudan en
todo lo que pueden y más a sus hijos, y a veces se convierten en segundos
padres para esos nietos que quedan a su cargo. En mi caso no fue así, la
distancia hacía que no los viera tanto como quisiera. Pero, las llamadas
telefónicas eran todo un show, sobre todo hablar con mi abuela que era más de
darle a la lengua que mi abuelo, así que sabíamos que cuando les llamábamos no
era para un momento, era para contar cómo había ido durante toda la semana, y contar con
pelos y señales todo, todo y todo. Con mi abuelo era otro cantar, ya que nunca ha sido de hablar tanto, es más parco en palabras: más bien hablábamos de cómo estaba el tiempo
por ahí y por aquí, no es que sea un especialista en meteorología, pero hay que
tener en cuenta, que por aquel entonces, él tenía su huerta, como siempre han
dicho: su vida, y para él que lloviera o no, hacía mucho.
No fue una relación en
que solamente hubiera llamadas telefónicas, porque en cuanto llegaba el verano
me plantaba a pasar casi todas mis vacaciones de estudiante con ellos. Me
encantaba pasar el día a día con ellos, que si ir a la piscina, comer temprano-
cosa que con la edad fui modificando, porque eso de comer a la una del mediodía
se me hacía muy raro-, ir a la huerta del yayo, pasear, acompañarles a la
compra. No vivían en un pueblo, era Logroño, una pequeña ciudad que con el
tiempo se ha ido haciendo grande, pero para mí era mi pueblo particular, done
estaban los míos.
Además, de las llamadas
telefónicas, las visitas veraniegas y sus visitas invernales, me encantaba que
se fueran de viaje y me escribieran. Sí, mi abuela era de escribir cartas, esas que hoy día han quedado relegadas a un segundo plano con las tecnologías. A veces, me costaba leerlas, porque escribía con una letra un poco peculiar, con personalidad, que costaba entender,
pero mejor, porque así tenía que leer y releer la carta para descifrar lo que
me contaba. Hacían casi todos los viajes que podían, gracias al INSERSO, y
siempre enviaban cartas, cuando no eran cartas, eran postales, cosa que me
encantaba. Las últimas cartas, contándome anécdotas de su viaje, ya no la pude leer, porque ya no veía, pero me la leyó mi madre, como si yo fuera pequeña, y echamos unas risas leyendo la carta juntas.
Ellos eran: Charo y
Manuel, mis abuelos de Logroño, a pesar de no ser de ahí, pero sí vivir en esa
ciudad. Hoy día ellos ya no están en esa ciudad, mi abuela falleció hace unos
años y mi abuelo sí que está por aquí, pero lejos de esa ciudad que quería, sin
mi abuela, sin su huerta y con bastantes más años encima, con los achaques que
conllevan, pero por aquí anda siendo tan guerrero como siempre ha sido.
No quiero olvidarme de mi abuelos por parte paterna…solamente conocí a mi abuelo, ya que cuando yo nací la
madre de mi padre ya había fallecido. Así que, solamente conocí a Lorenzo, mi
abuelo por parte paterna, que, como bien dice su nombre, era un Sol. Él nos dejó
cuando yo era más pequeña, aún no había ni llegado a la adolescencia, pero, a
pesar de eso, aún lo recuerdo. Quizás no es un recuerdo tan nítido, quizás está
mitificado, quizás las fotografías, las charlas con mi padre y familiares han hecho que, afortunadamente, ese recuerdo no desaparezca. Mi abuelo sí que vivía
en Barcelona y, además, muy cerquita de casa de mis padres y lo veía con más
asiduidad. Recuerdo que todos los primos
lo pasábamos en grande yendo al terreno, donde él siempre estaba con sus
hortalizas, si no era regando, era plantando, y si no liado con cemento haciendo algo, pero siempre tenía algo que
hacer. Era un manitas y se hizo una barbacoa, donde hacía una paella, con la
leña que recogíamos, que le salía de maravilla. Hay muchos recuerdos, algunos
de mi cosecha y otros, como he dicho, de lo que han ido sembrando las
fotografías y recuerdos de otros. Pero, sí que recuerdo, las navidades en su
casa, mis tíos y primos, todos íbamos a su casa a pasar Nochebuena. Los primos
estábamos en una habitación más pequeña, al lado del comedor, pared con pared, mientras los grandes
estaban en ese comedor, claro, también eran más. Si me pongo a pensar me van saliendo más y
más recuerdos y no es plan de ponerse nostálgica.
Esta quiere ser una
entrada de recuerdos sí, pero también de homenaje a todos los abuelos. Como
egocéntrica que soy y por ser la autora, en especial a los míos, porque los
quiero, a pesar de la distancia, porque estuvieron ahí, porque fueron abuelos y
porque los conocí. De todas maneras, quien
no haya tenido la suerte como yo de conocer a sus abuelos, siempre les quedará el
recuerdo fotográfico y lo que los recuerdos de otros siembren en ellos.
Actualmente muchas familias
no sabrían cómo arreglárselas en el día a día, con las jornadas laborales tan largas, la jornada sin la ayuda de esos abuelos, quienes
siempre están ahí para echarnos una mano. Para dar caprichos a los nietos, para
reír con ellos y disfrutar, para educar ya están los padres y, en principio,
ellos siempre dan algún que otro capricho más que los padres. Lo hacen sin
querer, según dicen, se les cae la baba, y si no lo dicen, a algunos con solo
mirarles ya se les nota y se delatan ellos mismos. Esos nietos les dan la vida…
Así que...hoy quiero dar un gran y
fuerte aplauso para esos abuelos que siempre estuvieron ahí, continúan en
nuestro recuerdo y corazón y porque sin ellos
no seríamos nadie.
¡Gracias, yayos! :)