Leader dogs for the Blind 10 años después
Similitudes y diferencias
Este mes de marzo
se han cumplido diez años de aquella primera vez que fui a Leader Dog for theBlind. Sí, hace diez años que conozco a Kenzie, mi primera perra guía, y casi
tres meses que conozco a Leia, mi segunda perra guía. Ellas son como la noche y
el día, y no lo digo tan solo por el color, si no porque son muy diferentes.
Son el yin y el yang: dos energías opuestas que forman el equilibrio. Y, es que
me encanta ver la energía que aún desprende Kenzie, y sobre todo desde la
llegada de la jovencita princesa, parece que aún tenga más vitalidad. En cuanto
a Leia me sorprende lo mucho que le gusta dormir, creo que es una pasión,
duerme y duerme y sigue teniendo sueño por la noche, pero sé que está contenta,
porque siempre que le agrada algo mueve la cola sin cesar.
A pesar de las
diferencias que haya entre ellas, son la combinación perfecta. Pero, esa no ha
sido la única diferencia que he encontrado y es que diez años dan para mucho.
Empezando por…
La época del
año
Aquella primera vez
que fui a Rochester fui el 7 de marzo del 2009, y no pase tanto frío
como en esta ocasión. Aunque cabe decir, que mis manos se resintieron, a pesar
de que llevaba guantes y algunas grietas me salieron. En cambio en esta
ocasión, iba mejor preparada con crema de manos y guantes de más calidad y mis
manos han aguantado el gélido clima. Cabe decir que esta vez las temperaturas
han superado récords en el estado de Michigan, aquella vez hubo un poquito de
todo: calor, frío y hasta algún día algo de nieve, pero nada comparado a lo que
he vivido este año.
Situación
personal
En aquel 2009 era
una estudiante de universidad a punto de acabar la carrera de filología. El año
anterior había estado de ERASMUS en Florencia y ahora vivía otra experiencia
totalmente diferente, pero igual de enriquecedora, con la que ganaría
autonomía, libertad y seguridad. Este 2019 las cosas eran más complicadas,
porque estoy trabajando, y aunque todos mis compañeros y responsables lo han
entendido a la perfección, no es lo mismo estar estudiando que tener que pedir
un permiso para faltar unos cuantos días.
La primera vez, yo
nunca había tenido perro, y ahora me encontraba con la experiencia de tener
una. Así que en esta ocasión, no me fui de casa de mis padres, si no que dejé a
Kenzie y a mi marido en casa, expectantes ante mi estancia en Rochester y
con ganas de saber con quién vendría.
Compañeros
Cuando se viaja a
Rochester, Michigan, no vas por tu cuenta. FOPG (Fundación ONCE del Perro Guía)
tiene un acuerdo, para que algunos futuros usuarios de perro guía puedan viajar
a esa prestigiosa escuela de Estados Unidos. Normalmente viajamos 6 personas de
diferentes puntos de España junto con un intérprete, para hacernos las cosas
más fáciles.
En 2009 éramos 6
personas, pero conocí a dos el día antes de volar a EEUU en la escuela de
Boadilla del Monte. José Enrique de Cataluña y Javi de Andalucía llegaron el día antes a ala escuela en tren igual que habia hecho yo. El resto de compañeros junto a la intérprete los conocí
al día siguiente (el día de volar), con María la intérprete fuimos desde Boadilla hasta el
aeropuerto. Alberto, Livia y Enhamed, que eran el resto de compañeros estaban
esperándonos con sus maletas en el aeropuerto. Resulta que al ser de Madrid o
vivir cerca les habían dado la posibilidad de que fueran por sus propios
medios sin que pasasen por la escuela.
En esta ocasión
(2019), a pesar de que uno de los compañeros vive en Madrid, no le dieron esa
posibilidad y tuvimos que estar todos en Boadilla del Monte el día antes
de volar. Incluso a él no le dejaron ir directamente a la escuela, sino que tuvo que quedar como el resto en la estación de tren de Atocha. Éramos también 6 personas, pero con dos traductoras. Todos de
diferentes lugares de España, de diferentes edades, pero con un mismo objetivo:
ir en busca de un perro guía. El hecho de que estuviéramos todo el día juntos
antes de emprender el vuelo, sirvió para conocernos un poquito más e incluso
crear un grupo de Whatsapp, en el que estaríamos todos conectados.
Sin embargo, a
pesar de viajar el mismo número de futuros usuarios de perro guía, la
diferencia fue notable cuando al llevar un día en Rochester nos separaron.
Pilar, Ruben y Juan formarían un grupo junto a Teresa, la traductora, y Ashley,
la instructora. Esther, José, Tamara, la intérprete, Kenvin, el instructor, y
yo formaríamos otro grupo diferente. Nos sentaríamos en mesas diferentes a la
hora de desayunar, comer y cenar. Tendríamos actividades, horarios y
ritmos diferentes. Así que, a pesar de viajar juntos, fue como si fuéramos
estudiantes en diferentes clases. Suerte del park-time y los ratos libres, para
poder ponernos al día.
Instructor
Casualidades de la
vida hizo que volviera a coincidir con el mismo instructor que tuve hace diez
años. Sí, Kevin Irke, el mismo instructor que me dio pautas y me entregó a
Kenzie, estaba ahí una década después, para volverme a entregar otro regalo de
la vida, para compartir: desayunos, charlas, clases, consejos y ser un gran
apoyo.
Esta vez ha sido
tan buen instructor como la otra vez, teniendo la paciencia que se requiere,
sin perder los nervios, con sentido del humor y llevando música incorporada
(siempre animado y cantando). Sin embargo, he notado la gran diferencia de que
las clases fueran más dinámicas, al ser un grupo más reducido las esperas entre
práctica y práctica no eran tan largas. Además de dejarnos, como en la primera
vez, hacer parejas y entrenar con otro usuario.
Además, había
momentos de tiempo individual con el instructor y traductora, para comentar
asuntos que se tenían que mejorar y marcar objetivos individuales. Eso me ha
gustado mucho, porque servían de mucho esas clases, ya que eran personalizadas
y te daba consejos a tu medida y podías decir qué te preocupaba o qué creías
que debías mejorar. En 2009 todas las clases eran en grupo y a veces no daba
tiempo para mucho. Por supuesto, si creías que tenías que comentarle algo
siempre estaban a tu disposición, pero no es lo mismo.
De hecho, diez años
atrás, si no recuerdo mal los instructores se quedaban a dormir en la escuela,
ahora ya no lo hacen. Por tanto, durante la cena y a no estaban, al no ser que
les tocase guardia.
Aquella primera
vez, no sé si por ser novata, pero casi siempre estaba en tensión, me sentía
observada y sabía que cualquier cosa que hiciera mal estaría cuestionada.
Durante las comidas, me sentaba al lado de Kevin y si Kenzie se ponía de pie o
sentada, enseguida me decía que tenía estar tumbada en el comedor. Esta vez el
azar ha hecho que también estuviera sentada a su lado, pero Leia que es mucho
más dormilona no se levantó ninguna vez.
Antes los
instructores eran mucho más severos, nos controlaban más e incluso las
directrices a la hora de marcar a los perros eran más fuertes. Es decir, se
hacían muchas más correcciones con la correa, un tirón rápido, seco y fuerte,
era suficiente, para que el perro dejase de tirar, de coger algo o soltase lo
que había cogido. Actualmente las técnicas han cambiado y el refuerzo positivo
está a la orden del día. Se premia mucho más a los canes. Y a la hora de
corregir existe el tiempo muerto, que yo desconocía, y es bastante útil, te
paras hasta que el perro se tranquiliza y sigues por tu camino. Si sigue queriendo
ser rebelde, vuelves a repetir la jugada. Y por último, siempre está el recurso
del tirón, que nos les hace daño, a pesar de que nos pensemos que sí. Es
necesario saber corregirlos, ya sea con una técnica u otra, ya que son perros
adolescentes que nos acaban de conocer y nos van a poner a prueba, para
conseguir sus objetivos. Los instructores nos dan recursos, para que sepamos
defendernos en la vida real, ya que ellos no van a estar después a nuestro
lado, para solventarnos los problemas que nos encontremos.
Traductoras
Ahora la FOPG tiene
un convenio de colaboración con Cruz Roja y vienen voluntarios a hacer de
traductores. La primera vez este acuerdo no estaba en marcha y contrataban a
traductores profesionales, para que vinieran con nosotros. En aquella ocasión
fue María quien viajó con nosotros. Una intérprete de Madrid con seis personas
ciegas o con dificultades visuales que viajaban a por su primer perro guía.
Para ella no era la primera vez había estado en Rochester más veces y sabía de
qué iba. A ella le encantaba poder ayudarnos, traducirnos todo y hacernos
muchas fotografías. Recuerdo que después de las rutas, en algunas siguiéndonos
con bici, acababa súper cansada. Ahora que nos hemos vuelto a ver antes de que
iniciase la aventura me decía que le encantaba y que volvería a repetir si su
situación se lo permitiese, pero guarda muy buenos recuerdos y nosotros de
ella, porque fue un gran apoyo.
Ahora han venido
con nosotros dos voluntarias de Cruz Roja, dos personas fabulosas, que de forma
voluntaria se han embarcado en la aventura de acompañarnos en una de las
experiencias que no olvidaremos fácilmente. Teresa pidió una excedencia en su
trabajo como profesora de inglés, para acompañarnos. Y, Tamara es una
apasionada de la escuela y ya era su tercera vez que repetía y encantada
de repetir las veces que haga falta, porque siempre está dispuesta a
ayudar. Ha sido un placer conocerlas, no solamente han estado para ser
nuestra voz y ser nuestros oídos. Sin ellas las clases no hubieran sido lo mismo,
porque tienes que tener muy claras las indicaciones que marcan los
instructores. También han estado en los ratos libres siendo un gran apoyo
siempre.
Además, en mi caso,
Tamara, fue testigo de la entrega de Leia en mi habitación y esas cosas no se
olvidan, como los días que me estuvo leyendo el diario del educador de Leia o
el día que con toda la paciencia del mundo estuvo intentando descifrar mi
letra, para pasar a limpio lo que había escrito al criador de Leia. Incluso una
noche le volví loca buscando las llaves de mi habitación, casi nos volvimos
locas buscándolas por toda la escuela, fue nuestra propia
Superbowl.
Anécdotas que
quedan en el recuerdo de una experiencia inolvidable.
Escuela
La escuela Leader
Dogs for the Blind sigue estando donde siempre, sigue teniendo la misma forma
de T. Sigue estando la sala del piano, aquella que yo recordaba como narcótica,
porque siempre hacía calor y cuando nos reuníamos en el suelo de la moqueta
alguno caía dormido, y si no éramos nosotros eran los perros. La sala del piano
ha seguido siendo el punto de reunión, pero ahora ya no hay moqueta en el
suelo, pero de todas maneras, para estar más cerca de Leia a veces acababa ahí.
Ahora ya no está repleta de sofás, hay un par de mesas con sillas, por
tanto cabe más gente. El piano creo que es diferente, pero encima sigue
habiendo fruta para coger siempre que quieras. Además de seguir estando las
bolsas de plástico para el park, así que siempre que pasaba por ahí acababa
cogiendo unas cuantas bolsas.. El comedor sigue estando enfrente de la sala del
piano.
El comedor sigue
teniendo esas mesas redondas, donde en medio hay una parte redonda con comida
que puedes girar, al estilo de la ruleta de la fortuna. Muy práctico, a
la hora de encontrar las cosas. Esta ruleta de la fortuna en mi grupo la
bautizamos, gracias al salero de nuestra sevillana Esther, como: “la penca”.
Así que cada vez que uno de nosotros girábamos para buscar algo decíamos: ¡giro
la penca! Y así sabíamos que todo iba a estar de forma diferente cuando
fuéramos a buscar algo. El hecho de que las mesas fueran redondas favorecía a
que las conversaciones fueran más fluidas. Es cierto que este año, al ser
solamente 5 en la mesa teníamos más espacio y más silencios. La primera vez no
sé si porque se notaba más que éramos españoles, porque éramos más o por los
nervios de la primera vez, pero cada dos por tres nos tenían que decir que
bajásemos el tono, esta vez hemos sido muy formales, y parecía que los
americanos fueran los españoles.
Llegar al comedor,
a pesar de las cantidades abundantes y de la diferencia horaria, era todo un
placer. No hubo ni un día que se repitiera un plato, me debía haber apuntado
los menús, para tener ideas. El personal siempre tan atento y
preguntándonos si queríamos repetir. Incluso había una mujer que me sonaba
mucho de la vez anterior, y es que una persona como Reina es fácil de recordar.
Los postres eran el plato estrella, pero es que todo estaba riquísimo y con
gran abundancia, hambre ni una, ni otra vez pasé, porque con algunos kiilitos de
más he venido ambas veces, pero merece la pena.
Las habitaciones
siguen estando como siempre, con la misma distribución. A mí me tocó la 25, la
misma que le había tocado a Livia en aquel 2009, y a Pilar mi compañera
asturiana de este año estaba en la habitación que me tocó la primera vez.
Puerta con puerta. Las habitaciones son amplias y es una gozada abrir la puerta
y ya salir a la gravilla del park time, sobre todo a las seis y media de la
mañana.
Ahora los
televisores que hay en las habitaciones son planas y muy modernas y accesibles,
porque tiene un sistema Amazon, que puedes ir moviéndote por el menú, aunque no
lo veas, ya que te lo va diciendo todo, para que puedas elegir qué ver. Además
de tener una Alexa en cada habitación que servía tanto para despertarte como
para poner música.
La tecnología ha
llegado y se nota que el tiempo ha pasado…antes ni Iphone, ni wi-fi, así que
para hablar con nuestros familiares teníamos que comprar una tarjeta, en la que
había un código y salían más baratas las llamadas desde el teléfono de la
habitación, pero tenías unos minutos contratados. Y si no, estaba la opción de
hacer un Skype desde el portátil, aunque eso de portátil es un decir, ya
que si te conectabas a Internet era a través de un cable de red. Ahora con el
wi-fi, a pesar de que cada dos por tres, tenías que actualizar y darle a aceptar
a la política de seguridad, podía hacer videollamadas a través de Whatsapp con
el móvil y estar mucho más conectada con los míos, gracias a esa mensajería
instantánea y a las facilidades que hoy día nos brida los avances tecnológicos.
Rutas de
entreno
Seguía estando el
recorrido de prácticas en la escuela, aunque realmente no lo recordaba con
exactitud, sí que me sonaba que daba a la sala del piano, pero sin más,
solamente lo recordé cuando me puse a practicarlo con Leia, pero tampoco
recordaba hacia dónde tenía que ir…eran recuerdos efímeros de sonidos cercanos
de la carretera y poco más.
Sin embargo,
recordaba a la perfección las salidas al DownTown de Rochester, en el
que estaba el otro edificio de la escuela. Cada mañana después de desayunar
teníamos que hacer fila, para ir a subirnos a un bus e ir hasta el centro de la
ciudad, donde estaba el edificio, para realizar practicas por calles. Ahora me
resultaba mucho más fácil los recorridos, porque cuando pudimos hacerlos, no te
decían como hace diez años que tenías que hacer una P, o una L, sino que te
decían que tenías que ir por hasta Oak y la tercera. Resultaba mucho más fácil,
el nombre de las calles no había cambiado y seguían los nombres de árboles
como: Waldnut, Pine, Oak y me traía muchos recuerdos. En esta ocasión no
me llegué a perder yendo por el cementerio, y es que no pudimos hacer tantos
recorridos por las calles como nos hubiera gustado, pero la situación
climatológica en ocasiones no lo permitía, ante todo la seguridad de nuestros
perros y la nuestra. Así que tuvimos que hacer planes alternativos haciendo
bastante entrenamiento en centros comerciales, la cual cosa también era buena,
porque eran pruebas de fuego para nuestros peludos entre tanta gente y
distracciones. Pero sí que fuimos a un parque en el que había patos y había
estado la primera vez, un centro comercial con un carrusel, la universidad,
Detroit (subiendo en metro) y estando en esta ocasión- 2019- hasta en dos
ocasiones. Lo que no pudimos hacer este año fu ir a hacer un picnic a uno de
los lagos, y es que el tiempo no acompañaba para nada. Creo que, a pesar
de las situaciones adversas con la climatología, practicamos todo lo posible,
sobre todo la obediencia.
La rutina de
la escuela
Una de las cosas
que no ha cambiado es la disciplina y los horarios que debíamos cumplir, para
llevar acabo las obligaciones con nuestros peludos. Eran madrugones bestiales,
pero era una manera de aprovechar el día. Antes de las seis y media teníamos
que haberles dado de comer y agua, a las seis y media era el primer park
time del día. Y, ahora una de las diferencias es que se le da de comer en dos
veces, una a primera hora de la mañana en cuanto nos despertábamos. Antes
solamente le dábamos una vez de comer, recuerdo que era antes de la cena y
teníamos que dejar al perr5o en la habitación atado con su cadena en su cama,
mientras nosotros teníamos que salir con su puchero para llenarlo en la sala
donde estaba la comida, una sala muy pequeña que estaba al lado de la
lavandería. Ahora el pienso, estaba en la habitación, en el lavabo, y así era
todo mucho más práctico, teniendo en cuenta que le dábamos en dos veces
de comer.
La última salida al
park time era y sigue siendo a las ocho de la tarde. Pero esa marcación de
horarios va bien en todos los sentidos, tanto para nosotros como para
acostumbrar a los peludos a un horario y que sepan cuándo tienen que comer, y
hacer sus necesidades.
En definitiva
Una experiencia
única, para volver y volver a repetir a pesar de los kilómetros de distancia.
La barrera lingüística, gracias a las traductoras hace que no exista. Las
instalaciones son perfectas, accesibles y con multitud de recursos. Las comidas
son abundantes, y no solamente vendrás con algo de sobrepeso en la maleta, pero
merece la pena, porque son manjares para el paladar.
Es una experiencia
única, inolvidable, recordarás cada instante, porque no es un sitio, no son
unas personas, es el momento, el momento en el que tu vida gracias a un peludo
cambia. Gracias a todos aquellos que te rodean y componen esos momentos, en el
que el protagonista es el peludo, sus hazañas, las rutas, las técnicas que
aprendes gracias al instructor, y gracias a los compañeros que son testigos
juntos a las traductoras de eos momentos únicos.
Una montaña rusa
que comienza con incertidumbre, ilusión y nervios, y a medida que los días
pasan esos loopings hacen que estés más emocionada por lo que vendrá, que
las preocupaciones hagan acto de presencia y que te angustien pequeñas cosas.
Sin embargo, lo compartirás todo y será un Gran Hermano, sin cámaras, pero
vivido con la misma intensidad. Siendo tus compañeros tu familia y siendo un
gran apoyo, con quienes puedes compartir dudas y problemas y en otras ocasiones
echarte unas buenas risas, aunque fuese porque sonasen de fondo
unos grillos, o pusiéramos sin querer a nuestra preciada Alexa, pero cualquier excusa es buena para que la risa no desfallezca.
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