Besos
“Besos, ternura, qué
derroche de amor, ¡cuánta locura!” y, venga, otra canción con la palabra
besos. No quiero ni escuchar hablar de esa absurda palabra, y desde hace un mes la
escucho por todas partes, como si me estuviera volviendo loca. Vaya donde vaya,
sean canciones antiguas o no, en todas partes suena esa maldita palabra, la
palabra que sella el amor entre los labios, pero que cuando no es correspondido
hace mucho daño.
Mi primer beso recuerdo, ya hace bastante de eso, fue con Juan Carlos, el vecino del cuarto, y me dio mucho asco. Tanta saliva, tanto jugueteo con las lenguas. Fue una sensación muy desagradable, casi llego a ahogarme con su lengua, incluso le tuve que decir que parase. Desde entonces fue muy incómodo encontrarnos en el rellano, no nos mirábamos a la cara.
El segundo beso no estuvo nada mal, no fue con él, porque después del primer beso, nuestra relación fue mucho más fría, quizás por mi reacción o ves tú a saber. La cuestión: es que el segundo beso fue con un chico del instituto. Aquel beso, no estuvo mal, pero nada del otro mundo, quizás porque el chaval en cuestión solamente me hacía algo de tilín, pero no había sentimientos de verdad. Simplemente era un chico que me atraía, además de ser uno o dos años mayor que yo, la cual cosa le daba más morbo sumado a su experiencia, fue un grado que hizo que fuera mucho mejor que la primera vez.
El tercer beso, eso ya fue otra cosa, con ese aprendí a
saborear los besos, a no desengancharme y a disfrutarlos. Quizás, porque fue un
novio que tuve en la universidad, tenía más edad, y más experiencia en todos los aspectos, y…porque estaba enamorada realmente de él. No era un simple pasatiempo, sino que cada vez que lo veía mi corazón aceleraba, si lo escuchaba me acaloraba, así que cuando los besos hacían acto de presencia eso era ya todo un espectáculo.
Pero, ahora los besos me matan. Esos que tanto me daba, esos fuegos artificiales que vivía mi alma al sentir sus labios, ya no los recibo yo. Quiero ser la destinataria de esos besos,
sin embargo no recibo respuesta alguna. Lo peor es que veo en mi propia cara
como es otra quien ahora es la afortunada de sentir sus labios, mientras yo me desangro por dentro. No puedo remediarlo, me siento engañada, dolida, y enfadada conmigo misma. Porque, a pesar de todo, aún quisiera sentir sus labios, a pesar de lo que sé, y, a pesar de lo que veo.Ya que quizás, como para creérmelo, me quedo mirándoles desde la
lejanía, siendo testigo de ese amor, en el que yo antes era protagonista. Y, mientras vivo engañada, no por su traición, sino por mí, mientras les miro, pienso que ella soy yo, y es que algún día lo fui.
Y ahora que él no quiere saber nada, y ahora que él besa a
otra, parece que las canciones sobre los malditos besos se hayan puesto de moda. Y, si no es que mis oídos solamente se fijan en esa palabra. Esos besos que tantas alegrías me habían dado, y que triste me hacen sentir ahora. ¡maldita
casualidad! ¿no podrían haberse puesto de moda cuando yo estaba con Manuel tan
a gusto? ¡No! Se tienen que poner justamente ahora. Entro en un bar y suena una, y después otra tras otra. No me queda otra que hacer como que no la escucho y meterme de
lleno en la conversación con los míos.Sin embargo, me tengo que hacer la
fuerte, ponerme la máscara y concentrarme, para anular todo sonido ambiente que tenga connotación con aquellos besos. Aunque me da la sensación que si no sellan mis labios con la palabra prohibida, me voy a volver aún más loca de lo que estoy. Y, es que yo, eso es lo que quiero, besos.
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