¡Ya estamos en 2014!
Hace
quince días que estamos en otro año, y aún, no había dejado escrita ninguna
entrada. Sin duda, esta entrada se merece un recibimiento al nuevo año.
Aunque, ya lo hayamos inaugurado, más bien está olvidado el estreno. Pero,
nunca es tarde si la dicha es buena. Y ¿qué mejor dicha que dar la
bienvenida al nuevo año como se merece?.
Cada
vez me parece increíble, aunque parezca reiterativo, lo rápido que pasa el
tiempo. Debe ser que me hago mayor. Me guste o no, el tiempo pasa.
Este año no he hecho balance del año que hemos dejado atrás, porque no me
parecía justo hacerlo, ha pasado tan rápido que no me ha dado
tiempo a asimilar que lo dejaba atrás. Ahora que, he cambiado de calendario, y
poco a poco, voy dándome cuenta que estamos en otro año, con
otro número, prefiero pensar en lo qué vendrá , más que en lo qué he
dejado atrás.
No
sé cómo habréis empezado el año, pero espero que lo llevéis tan bien como las
expectativas que teniais antes de empezarlo. Imagino que el primer
paso para inaugurarlo fue comiendo las doce uvas. En España
el hecho de comer doce uvas la noche del 31 al 1 de Enero, es
una tradición muy arraigada. Es una costumbre que perdura con nosotros
desde hace más de un siglo. Y casi no hay en ningún hogar que
esa noche olvide poner las doce uvas para cada comensal.
Pero,
¿Sabéis cómo surgió esta tradición?
Para
todas las tradiciones hay un origen y esta tradición, tan emocionante y a la
vez divertida, no va a ser menos. El comer doce uvas al son
de las campanadas, es una forma de desear que el nuevo año, con sus doce
meses, vendrán cargados de suerte. Siempre y cuando te comas las doce
uvas amarillas, con su pepita incluida, al compás de las doce campanadas:
las cuales separan un día de otro. Un fin de mes, con un inicio de mes,
introduciendo un nuevo año en tu vida. Dicen que, a la vez que ingieres las
uvas tienes que ir pensando deseos , propósitos , para el nuevo año.
Demasiado trabajo. Porque entre la emoción, la exaltación, el jolgorio,
la concentración y el hecho de comerte las doce uvas al mismo tiempo que las
campanadas, en tan poco tiempo, tampoco da lugar para mucho más.
Una de las teorías sobre el origen de las doce uvas en fin de año,
se remonta a 1897, ya que se encuentra testimonio escrito. En el semanario
satírico: Gedeón encontramos lo siguiente:
“Es
costumbre madrileña comer doce uvas al dar las doce horas en el reloj que
separa el año saliente del entrante”.
De ahí podemos derivar que
durante el siglo XIX ya estaba instaurada esta tradición. Pero…
¿Por qué comer doce uvas ese
día?
En 1882 el alcalde de Madrid,
José Abascal, impuso que todos aquellos que salieran la noche que
venían los Reyes, día 5 de Enero, armando jaleo, serían sancionados. Quienes
incumpliesen tal norma, tendrían que pagar cinco duros, 25 pesetas. Esa
privación de disfrutar de una noche de fiesta, sumado a que los burgueses
no tenían ninguna carencia de pasarlo bien, hizo mella en la gente del
pueblo. La clase obrera no estaba dispuesta a aguantar que, mientras unos
disfrutaban sin limitaciones, ellos tuvieran que ser castigados. Entonces, a un
grupo de madrileños, se les ocurrió copiar el hecho de que el día de
Noche Vieja, los burgueses celebrasen tal día con uvas y champán,
ironizando esa situación les copiaron. Y, bastante gente se congregó en
la Plaza del Sol, enfrente del reloj de la plaza, para que cuando
llegasen las doce horas pudieran tomar doce uvas y después brindar.
Una forma de rebelarse contra el sistema, quienes no dejaban celebrar
la noche de reyes, como habían hecho siempre, pues, por tanto, buscaron otro
día, y encima dejaban en evidencia a las familias más acomodadas. Ya que estas
familias con más recursos habían copiado esta costumbre
de los franceses, y la gente del pueblo se reía de esa
costumbre tonta y petulante. Si ellos lo hacían todos lo podían hacer.
Muestra de los ostentosos
festines, que se regalaban los acomodados, es una publicación del 1 de Enero de
1897 publicado en: La correspondencia de España.
“En la hermosa residencia particular del
ilustre presidente del Consejo de Ministros se reunieron anoche casi todos sus
compañeros de gabinete y algunos otros distinguidos personajes. A las doce en
punto de la noche saludaron los ministros la entrada del nuevo año comiendo
ricas y bebiendo champagne, pronunciándose con este motivo entusiastas y
patrióticos brindis por el general Martínez Campos, por el ejército que tan
valientemente pelea en Cuba y por la pronta pacificación de la isla.”
Por
eso, la gente del pueblo, copiando esa costumbre, en forma de protesta
por la carencia de celebración, optaron por empezar esta
tradición arraigada hasta ahora.
Sin
embargo, hay otra teoría sobre el origen de la historia de la tradición….
En
esta hipótesis entra en juego la economía. En 1909 en Alicante, Murcia,
Almería y en otras huertas del país, hubo un gran excedente de uvas. Los
campesinos no querían tirarlas, era dinero, y pensaron rentabilizar esa
situación. Si ese año la cosecha había sido tan prolífica era por algo, y
propusieron acabar el año vendiendo uvas de la suerte. Esta
tradición, al cabo de los años, se fue extendiendo por toda España. Al
llegar diciembre, después de ese año, se vendían uvas de la suerte,
para que al comerlas, entrásemos en el nuevo año con suerte.
Era una manera de sacar al mercado las uvas sobrantes, y además era una forma
original.
En
mi opinión, no sé cuál de las dos historias es cierta, quizás las dos, no
es incompatible que las dos historias, o todas las que haya sean ciertas.
Pero, tal y como el mundo se rige, me da la sensación que la teoría de
sacar dinero de un exceso de producción, tiene más sentido. Nunca lo
sabremos, o sí, pero, de lo que no cabe duda, es que sea cual sea el
origen, nosotros año tras año, al llegar el 31 de diciembre, por
costumbre, tradición, o simplemente por diversión, no faltan la
docena de uvas en la mesa.
¿Os
habéis comido las uvas?
Conozco
a gente que no les gustan las uvas, por tanto si no les gustan, por muchas
tradición que sea no van a hacer una excepción ese día. Así que, se las
ingenian para pensar qué pueden comer esa noche, para que al compás de las
campanadas puedan ingerir y desear buenos augurios para el ciclo que
entra. Pues, en ocasiones, han comido piñones, lacasitos, o algún que otro
fruto seco. Hay que pensar que no puede ser algo muy grande.
Cualquier otra fruta sirve, como pudiera ser: doce gajos de mandarina. Bueno,
cada uno sabrá, lo que le apetece. Incluso, con los avances que hay, ahora ya
hay botes con las doce uvas , preparadas para ingerir: sin piel y sin
senilita, para que sean más fáciles de tomar. Aunque, según mi punto de
vista, eso es trampa.
Las
uvas simbolizan los meses que vendrán, las doce uvas. Y los meses no son
fáciles vienen con piel. Hay meses cortos, como las uvas pequeñas. Meses
muy largos, de esos que parecen que no van a terminar nunca, y ahí aparece la
uva grande y gorda, y con pepitas.
Aunque, cuando de verdad te encuentras una semilla, incluso dos
semillas grandes, el sabor es amargo, como los meses que no son tan
agradables: difíciles de digerir. Pero, hay algunas que son muy dulces. Hay de
todo, en la variedad está el gusto, pero no vale elegir, lo que venga está
bien. Al igual que no podemos escoger lo que nos depararán los siguientes doce
meses, es justo que no podamos elegir las uvas. Por supuesto son
uvas de la suerte, así que por muy gordas, por mucha semilla que
haya y porque casi te atragantes, no hay problema, es suerte para lo que
vendrá.
La
anécdota de nuestra Noche Vieja:
Como
todos los días de fin de año nos reunimos toda la familia. Cenamos juntos, intercambiamos
conversaciones y nos dirigimos los buenos propósitos para el nuevo año. Cuando faltaban
menos de diez minutos para las campanadas, empezamos a repartir la docena
de uvas para cada uno. Con el tiempo justo, miramos que todos tuviéramos nuestra
copa con las uvas. Como se suele hacer, comprobar la cantidad de uvas que
tenía cada uno. Entonces, uno empezó a decir que tenía 10, otra voz también tenía
10, y así se fueron sumando las voces. Yo no sé ni cuántas tenía,
porque se me había caído alguna, así que incluso tenía menos de diez. ¡Fantástico!
Pero, como estábamos a tiempo límite, ya no daba tiempo para más. Todos
en nuestros puestos, enfrente del televisor, preparados para
engullir las uvas al compás de las campanadas que anunciarían el inicio de un
nuevo año. Este año tendríamos más tiempo o para degustar las uvas,
sin tantas prisas, ya que a todos nos faltaban alguna que otra uva. La
persona que había organizado la cantidad de uvas, para cada comensal,
era mi abuelo. Cuando todos “protestaban” en su número de uvas, éste como si
fuera lo más normal, dijo que claro que había diez uvas. Todos nos
quedamos estupefactos ante su respuesta, estaba convencido que había puesto
diez, no había sido un error, sino que él pensaba que tenía que poner diez
para cada uno. Bueno, nos llevamos unas risas y nos las comimos mejor.
¡Qué más da comer diez que tres!
Incluso,
yo, personalmente, no sé ni cuántas comí. Con todo el jaleo de
las uvas, el tiempo pasó enseguida y de repente escuché un silencio aterrador
en el salón de mis padres, solamente se escuchaba la televisión y yo pensando
que qué concentrados todos en los cuartos, porque campanadas sí que se
escuchaban, pero no sé yo…normalmente se avisa cuando empiezan las campanadas.
La cuestión, es que me dí cuenta de que eran las campanadas, porque me
avisaron, pero un poco tarde, así que además de tener pocas, empecé tarde, por
lo tanto fue un desmadre de año,. Podría ser que sí el descuento,
se hubiera sumado a empezar dos campanadas después todo hubiera llegado
a buen inicio, pero me dí cuenta bastante tardé. Así que, cuando
todos empezaron a desear buenos deseos para este nuevo año, yo iba con las
uvas que me habían quedado por tomar en la mano. No me las había
terminado. A pesar de no haber ingerido todas las uvas, no iba a ser menos.
¡Qué más da! Lo importante es estar con los tuyos y felicitar el año
como se merece. Puede que, no me acabase las uvas, como en otros años,
pero las disfruté degustándolas una a una, todo a su debido tiempo.
Os
dejo un audio de nuestra Noche Vieja en familia: Audioboo: Feliz año en familia!2014
Así
os podréis reír un poco de mi despiste…
2014
Deseo
que durante este año, hayáis comido uvas o no, todos vuestros deseos, anhelos y
proyectos se cumplan. Yo estoy esperando con ansia realizar un
proyecto, y creo que durante este año se realizará, por lo menos ahí están las
ganas, ilusión y esperanza de llevarlo a cabo. Eso es bueno tener ganas,
sobre todo, ilusión en algo.
Además,
este año se conmemoran bastantes efemérides, pero una de ellas es: los cien año
de la primera guerra mundial. Esperando recordar a los caídos, y que
nunca más se cometan injusticias de ese tipo, ya que cualquier guerra es
algo injusto, para un bando u otro. Los que caen en la batalla nunca son los
que proclaman la guerra, son gente de a pie, quienes no tienen culpa de
nada. Ese 1914, al morir un príncipe, se desató todo. Espero que, a pesar
de, los tiempos están muy revueltos en todos los sentidos, no lleguemos
nunca a cruentas batallas de tal calibre.
Y
ahora sí, termino esta entrada, deseando los mejores pronósticos para este inicio
del 2014.
Feliz 2014!
Nunca es tarde para felicitar el año.Acabo de conocerte Pili :D Te deseo una hermosa segunda mitad de año.Y que toda la pasión por la vida que transmites contagie a mucha gente.
ResponderEliminarPues hoy he conocido gracias a ti el posible origen de la tradición de las doce uvas en nochevieja.Yo había escuchado ya un poco por encima la opción madrileña.Que parece la más viable.Pero esas cosas a veces no se pueden conocer con exactitud.